Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), un partido ultraconservador que tiene tres años de existencia, salió reforzado de las elecciones regionales del domingo en tres estados federados al cosechar más apoyos de lo que preveían las encuestas de intención de voto. Llama la atención la rapidez de su ascenso si se tiene en cuenta su fugaz trayectoria; se fundó en febrero de 2013 como un partido de derecha que, bajo el liderazgo del profesor de Economía Bernd Lucke, dedicó sus esfuerzos en combatir la política de rescate del euro.

Los objetivos de AfD, en ese momento, eran tres: ponerles fin a los rescates financieros millonarios, lograr el retorno de las monedas nacionales y disolver la eurozona. La prensa alemana comenzó a llamarlos “euroescépticos”, por su fuerte impronta nacionalista y por su claro rechazo a la integración en la Unión Europea.

A los pocos meses, después de celebrar su primer congreso, AfD se presentó en las elecciones nacionales de 2013. Para ese entonces, la presidencia de esa organización política ya era tripartita: la compartían Lucke, la empresaria Frauke Petry y el periodista Konrad Adam. En esas elecciones los conservadores no lograron ni un escaño en el Parlamento aunque obtuvieron 4,7% de apoyo, muy cerca del 5% necesario para ingresar al Bundestag. Estos resultados, más que un freno, constituyeron un impulso para los dirigentes, que empezaron a moverse en otras arenas y, en 2014, llegaron al Parlamento Europeo. Con 7% de los votos, siete militantes de AfD -entre ellos Lucke y Petry- se convirtieron en eurodiputados.

A partir de entonces, el partido logró más popularidad e incluso obtuvo bancas en los parlamentos de Sajonia, Turingia, Brandeburgo, Bremen y Hamburgo. Pero la llegada masiva de inmigrantes que buscaban refugio en Alemania dio un nuevo impulso a la formación xenófoba, que en su interna se dividió entre los conservadores más liberales -liderados por Lucke- y los de la extrema derecha -con Petry a la cabeza-. Esta dirigente terminó ganando la pulseada y en el último congreso, en julio, fue elegida presidenta de la formación. Esto provocó un quiebre que terminó con cinco de los eurodiputados fuera del partido, entre ellos Lucke, que se llevó con él a 2.000 militantes. Con muchos de ellos fundó el partido Alianza para el Progreso y el Resurgir.

Con Petry en la conducción, AfD giró más hacia la derecha: empezó a vincularse con miembros de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), aconsejó a las mujeres a tener tres hijos para asegurar la permanencia de “lo alemán” en el futuro y llegó a sugerir que la Policía debería usar armas de fuego, como último recurso, para proteger las fronteras de su país de los inmigrantes.

El nacionalismo que este partido profesa y, principalmente, su reacción al manejo de la crisis de refugiados fueron las piezas claves del triunfo del domingo, día en que los alemanes votaron para renovar los parlamentos de tres estados federados. En Sajonia-Anhalt, el único estado en que ganó el partido de Merkel -la Unión Cristianodemócrata (CDU)-, los ultraconservadores tuvieron su máximo éxito electoral: fueron los segundos más votados con 24% de apoyo, muy cerca de la CDU, que obtuvo 30%. En Baden-Wurtemberg -estado en el que se consolidó como primera fuerza el partido ecologista Los Verdes-, AfD logró 15% de respaldo, y en Renania-Palatinado -con el Partido Socialdemócrata a la cabeza- alcanzó 12,6%. En todos los casos, AfD se quedó con muchos más votos de los que preveían los sondeos.

Los resultados dejaron un escenario tan dividido que en los tres estados será necesario negociar alianzas. En principio, ninguno de los partidos más votados quiere conversar con el de Petry. El secretario general de la CDU, Peter Tauber, fue directo: “Si se observan los contenidos programáticos, no puede haber una cooperación entre la Unión [CDU] y la AfD”, dijo el domingo a un canal alemán. La viceportavoz del Ministerio de Exteriores alemán, Swasan Chlebli, dejó clara su postura cuando calificó al partido como “hostil a la democracia”.

Merkel, por su lado, reconoció que el fracaso de su partido en las regionales del domingo se debió a la falta de una “solución duradera” a la crisis migratoria. “Hemos avanzado en la búsqueda de soluciones, pero no tenemos todavía una solución duradera”, lo que, admitió, “ha creado inseguridad en los ciudadanos”.