Apenas computados los votos de la elección presidencial en la FIFA y electo el nuevo jerarca, el suizo Gianni Infantino, con el objetivo designado de aplicar las reformas votadas por el Congreso y de completar el mandato iniciado por el suizo Joseph Blatter, llovieron las medidas que no provenían del programa vencedor y que, por el contrario, lo tomaban a contrapié. Por su parte, el demoledor aparato interno de la FIFA reclamó el dinero robado por los corruptos en diferentes partes del mundo y denunció los votos comprados por Sudáfrica en 2010, primer paso de una campaña de limpieza que podría afectar próximamente a Europa. La FIFA se considera víctima de todo esto, contrariamente a lo expresado en los discursos de la mayoría de los candidatos, y continúa su marcha con el objetivo claro de defenderse y mantener intacto el personal dirigente de Zúrich.

La otra noticia impactante provino a la vez de la International Football Association Board (IFAB) y de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). En su reunión del 5 de marzo, y de forma totalmente inesperada, el órgano rector de las leyes del fútbol se pronunció a favor de una gran cantidad de cambios en las leyes del juego, tomando este también a contracorriente las posiciones ultraconservadoras de los dirigentes de la UEFA. La iniciativa de estos cambios es inglesa; se apoyan en las propuestas de la comisión técnica dirigida por el ex árbitro internacional inglés David Elleray y son fruto del impulso de la Football Association inglesa, en acuerdo con ciertas universidades británicas.

La reforma no sólo simplifica y reduce a la mitad el texto de la ley, sino que avala cambios tales como la posibilidad de pasar la pelota en cualquier dirección en ocasión del saque de comienzo de cada tiempo o de atender al jugador lesionado dentro mismo de la cancha. Estas medidas entrarán en vigor en junio de este año. Al mismo tiempo, la IFAB, oponiéndose frontalmente al timorato programa de la mayoría de los candidatos a presidentes de la FIFA, impuso durante dos años, a partir de la temporada 2017-2018, el test experimental del arbitraje asistido por video. La prueba se realizará in situ, en el marco de uno de los campeonatos nacionales británicos. Esta medida, que pretender demostrarle al mundo que la FIFA está ahora dirigida por los anglosajones y que el fútbol inglés sigue siendo la vanguardia, tiene características particulares que cabe detallar.

La propuesta inglesa

Se trata de un arbitraje por video en el pleno sentido de la expresión: se designan árbitros que siguen el partido por video, desde afuera, y que están en contacto permanente con los árbitros que se desempeñan dentro de la cancha. Sin embargo, la medida limita los casos de intervención del juez externo a tres situaciones: el gol (verificación de que la pelota haya traspasado íntegramente la goal line), el penal (eventual anulación de un penal mal sancionado) y la expulsión (análisis del incidente para ver quién es el verdadero culpable). El paso es muy importante, sin duda. El test será seguido por una universidad británica aún por definirse -la de Leicester parece ser una de las candidatas más firmes- y su evaluación tomará en cuenta el resultado deportivo efectivo (cantidad de correcciones), así como las reacciones del público y de la prensa.

Como puede verse, este arbitraje por video viene en apoyo a las decisiones ya tomadas por el árbitro dentro de la cancha y no se constituye como árbitro especial o como un segundo juez central. Por otra parte, no se considera el offside que, con el penal, constituye desde siempre, para todos los especialistas, la otra regla de carácter decisivo, y que, mal aplicada, puede cambiar el curso de un partido. La filosofía de la IFAB, cuestionable, es que no se para el partido. Sólo interviene el video si, por decisión previa del árbitro central, el partido ya está detenido.

La propuesta de Colombia

Muy diferente es la propuesta que, por iniciativa de Colombia, elevó la Conmebol a la FIFA, por correo, este mes. Los nuevos dirigentes sudamericanos entienden que la introducción del video como ayuda a los árbitros es una contribución en el sentido positivo de darle más transparencia y mejor gobierno al fútbol mundial.

La filosofía de su proyecto es diferente de la inglesa, porque parte del principio (no enunciado) de que los árbitros no solamente se equivocan de buena fe, sino que sucede también que en algunos casos actúan de manera deshonesta y cometen errores que no se explican en caso de que estén actuando de buena fe.

En la propuesta de la Conmebol, el video no es utilizado de modo permanente y sistemático como una manera de corregir y acompañar las decisiones arbitrales, sino únicamente como “recurso de impugnación” -tal es el término empleado-, es decir, como medio de cuestionamiento de la decisión del juez por los equipos. Se propone que cada equipo disponga de una oportunidad a lo largo de los 90 minutos del encuentro (y una sola) de solicitar la verificación por video de una decisión y de que se rectifique eventualmente lo dispuesto por el juez. El recurso debe ser presentado por el entrenador del equipo al cuarto árbitro en los 30 segundos que siguen la acción o la decisión arbitral incriminada. La impugnación (o protesta) puede plantearse en cualquier caso de juego, incluido un offside. Cuando el entrenador solicita el recurso del video, el árbitro dispone de 90 segundos para tomar su decisión definitiva. La filmación de la jugada puesta en cuestión no será proyectada públicamente, como sucede en el rugby, sino en un monitor accesible al árbitro central y eventualmente a los asistentes. Una vez adoptada la decisión definitiva, el árbitro central la comunicará a los dos capitanes.

Insuficiente

Es notorio que entre lo que propone la IFAB y lo que propone la Conmebol hay muchas diferencias. La propuesta de la IFAB no es democrática; niega todo derecho de protesta -esa siempre fue la línea inglesa- y, sobre todo, excluye de las circunstancias claves el fuera de juego, que es tan decisivo del resultado de un partido como el tiro penal. En cuanto a la propuesta sudamericana, falla en el hecho de que se limita como mucho a dos acciones en los 90 minutos (eventualmente podrían ser dos más en caso de un alargue) y, aunque se apoya en la cultura de protesta típica de nuestra historia -en Uruguay, por ejemplo, por los partidos se protestó formalmente en tribunales deportivos que podían cambiar los resultados hasta 1935- y reivindica un mecanismo democrático responsabilizante, la limitación a tan pocas circunstancias no sólo decepciona, sino que es una fuente evidente de nuevas incomprensiones, injusticias y frustraciones de las hinchadas. Una vez agotado el recurso de un equipo, el otro juega el partido con ventaja. Y una vez utilizados los dos recursos, se vuelve a la situación arcaica que conocemos hoy. Tanto en la propuesta inglesa como en la colombiana la ambición es insuficiente, muy por debajo de lo que sucede en los grandes torneos de tenis y en los de rugby, cuyos espectáculos mundiales son comparables a los del fútbol, aunque mucho menos populares.

Dirán algunos que en el básquetbol estas complicaciones no se plantean y que en el tenis los cortes son permanentes. Sin duda es así, pero si en el fútbol el tema se impone, es porque mucho más que en cualquier otro deporte, una sola acción define quién ganó. Cabe, por lo tanto, solicitar a estos señores un esfuercito más. De la suma de los dos proyectos resultaría una propuesta convincente: un árbitro seguro, todos los casos decisivos contemplados, y un derecho de protesta reinstaurado en condiciones de responsabilidad. Se entraría en una nueva era arbitral, que asociaría la lógica parlamentaria de la calle con la lógica judicial de la cancha grande.