No hubo un rival para Peñarol; hubo dos. El equipo aurinegro está dolido, con las heridas abiertas, y tiene una bolsa enorme de presión que carga encima. Por si fuera poco, esta es una semana crucial en la historia del carbonero, por la inauguración histórica de su nuevo estadio. Llegar como perdedor al encuentro con River Plate argentino el 29 de marzo no iba a generar un clima amigable, sino todo lo contrario. Primero había que ganarle a Peñarol, y después a Racing, en lo que fue el encuentro sabatino en la noche fresca del Centenario.

El mirasol ganó, y eso es lo más importante para los dirigidos por Jorge da Silva. El equipo rompió una mala racha de cinco encuentros sin conocer la victoria y al menos se quedó con la esperanza de cuidar su primer puesto en la tabla anual para llegar con ventaja a las finales del Uruguayo. Pero no fue fácil, y se sufrió.

No es nada habitual llegar al Centenario y ver poca gente en las tribunas. El mal momento del equipo del Polilla se nota, dentro y fuera de la cancha. Esta vez Da Silva tuvo que improvisar con un equipo que nunca había alineado antes. La zaga central compuesta por Fabricio Buschiazzo y Emilio Mac Eachen fue lo que más dudas generó. De hecho, Buschiazzo debió haber visto la tarjeta roja por bajar a Juan Pablo Rodríguez, que se la robó y quedaba solo de cara a Gastón Guruceaga cuando iban pocos minutos de juego. Para el árbitro Jonathan Fuentes la falta mereció sólo amarilla, y fue Leandro Ezquerra el que generó la primera chance clara de gol del partido, con un tiro libre que se fue apenas afuera.

Lo más claro del primer tiempo para Peñarol apareció con dos remates de Diego Forlán, que el arquero Jorge Contreras desvió. Racing hizo un aceptable primer tiempo, con una buena gestión del pressing en todas sus líneas, lo que le hizo robar muchos balones en la mitad del campo. La rapidez de Juan Pablo Rodríguez y Pablo Caballero fue difícil de controlar para los laterales carboneros, aunque al cervecero le faltó puntería en la última estocada.

Para el complemento Da Silva metió mano en el equipo y eligió dos variantes bastante significativas. Mandó a la cancha después de varios partidos al cerrochatense Diego Ifrán en lugar del Pajita Rodrigo Viega y a Andrés Rodales por Buschiazzo, que en caso de seguir en la cancha era candidato firme a la expulsión. El coach mirasol paró un 4-4-2 que tuvo a Maximiliano Olivera en la zaga junto a Mac Eachen, retrasó unos metros a Forlán y mandó a Ifrán en dupla con el lungo Mauricio Affonso.

Apenas los dos se acomodaron en el campo de juego tras la reanudación, el volante Maximiliano Rodríguez clavó un golazo propio de otro partido. El volante estaba agarrando buen ritmo y era de los más incisivos, sobre todo en pases cortos, pero esta vez se animó con un bombazo con la derecha, su pierna menos hábil, que se metió en el ángulo del arco defendido por el veterano Contreras, que ensayó una defensa pero no llegó a tocar la bola.

En vez de tranquilizar a Peñarol, el gol lo sumió en un mar de nervios. Racing se fue y obligó a los cinco del fondo carbonero a estar muy atentos. Una seguidilla de chances, con un cabezazo del Toro Gabriel Fernández, un remate de Ezquerra y otro de Juan Pablo Rodríguez, hicieron que Guruceaga se luciera y salvara a su equipo, transformándose en factótum de la posterior victoria aurinegra.

El tramo final del encuentro fue chato: Racing no encontró su juego y Peñarol aprovechó los espacios que el cervecero le cedió. El aurinegro podría haber ampliado diferencias, pero no convirtió, y eso lo llevó a sufrir hasta el final, para llevarse una victoria tan necesaria de cara a lo que viene.

Peñarol se venció a sí mismo y pudo con la presión. Ahora deberá poder con los rivales que se le vienen.