El Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) prevé que las personas privadas de libertad de algunas cárceles usen uniformes, informó El Observador. Según supo la diaria, la medida sería aplicada progresivamente en los módulos de las grandes cárceles del área metropolitana (Penal de Libertad y Santiago Vázquez) y luego se extendería a todo el país. Estarían exentos de usarlo aquellos que estén por egresar del sistema penitenciario. La asesora en temas carcelarios del Ministerio del Interior, Rosario Burghi, explicó a El Observador que se busca “unificar y darle identidad al sistema”, y a raíz de esa idea surgió el proyecto de uniformar a los internos. A su vez, agregó: “En casi todos los países de la región las personas privadas de libertad usan uniforme. Sirven para la disciplina y para evitar conflictos por la ropa. No queremos que haya diferentes estatus dentro de las cárceles. El uniforme ayuda mucho”.

El ministro Eduardo Bonomi hizo referencia al asunto el 11 de febrero en la primera actividad del ciclo de mesas redondas denominado “Atardeceres canarios”, en Atlántida: “Los delincuentes, cuando empiezan su carrera delictiva, gastan mucho más de lo que gasta un trabajador en championes, celulares y ropa; es un estatus, una categoría”, y anunció que pondrían uniformes para borrar esa insignia.

El comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Juan Miguel Petit, opinó que, a pesar de que el INR tiene la obligación de proveer de ropa a las personas privadas de libertad cuando éstas no la tienen, es una medida que “hay que tomar con cuidado” para que no sea “estigmatizante o degradante”, porque puede implicar la “pérdida de identidad”. “Que se entregue un uniforme de trabajo es una cosa, que incluso puede ser positiva, pero aplicar un uniforme es una medida que tiende a homogeneizar, y nosotros estamos tratando de formar personas, potenciar la diversidad para que cada uno pueda ir encontrando su camino. Creo que hay que repensarlo [porque va en contra] de la formación integral de las personas”, explicó. Añadió: “El uniforme coloca a la persona en un lugar, el del preso. Pero no hay presos, hay personas que están presas. Los símbolos son muy importantes, y esta medida es delicada y trasciende el simple uso o no de un uniforme. Se trata del tipo de cultura que queremos construir”. Aseguró que es necesario “escuchar todas las campanas” antes de decidir sobre un tema tan “sensible” y que reorientaría la medida.