La noche estaba fresca y frescos también eran los reclamos, con gente de todas las edades y una gran presencia de varones. Estaban las militantes de años y los veteranos que concurrían por primera vez a una marcha un 8 de marzo; había mujeres embarazadas, trans, anarquistas, feministas, militantes oficialistas y niños.

A juzgar por los carteles y algunas conversaciones, podría decirse que primaban tres reclamos. El más angustiante fue el pedido del cese de violencia, que no desciende: en 2015 en Uruguay fueron asesinadas 39 mujeres, y en lo que va de 2016 ya van tres, según contabilizó la Coordinadora de Feminismos del Uruguay, que convocó a la marcha. Otro fue terminar con la sociedad patriarcal, que excluye a las mujeres de los lugares de poder. La proclama que la Coordinadora repartió durante el trayecto y que leería luego, al llegar a la plaza Libertad, criticó “la división sexual del trabajo”, la carga femenina del trabajo no remunerado y la desigualdad salarial. Además, manifestaron solidaridad con las trabajadoras de Greenfrozen y Fripur. Por último, el derecho de cada una a decidir sobre su vida sexual.

En ese plano, rechazaron la ley del aborto, por los obstáculos que presenta para que una mujer pueda interrumpir su embarazo; repartieron condones femeninos, recordando que el Ministerio de Salud Pública compró 300.000 para que estén disponibles para usuarios de instituciones de salud, y portaron carteles que reivindicaban el disfrute del orgasmo femenino. En ese sentido, la proclama pidió “que ni el poder médico, ni el poder político, ni el poder religioso limiten nuestra autonomía”.

El variopinto atravesaba la movilización. Lilián Celiberti, de Cotidiano Mujer, habló de “la revolución permanente” que significa el feminismo, principalmente por el impacto en la vida cotidiana y el cambio en las relaciones sociales. Recordó las responsabilidades de los gobiernos, pero también las de cada persona en el día a día. Lilián Flores, otra militante feminista, criticó que la movilización no hubiera marchado hasta Fripur para apoyar a las más de 800 mujeres desempleadas, y discrepó con “la glamurización” de la lucha feminista. Otro joven, que prefirió mantener su anonimato, expresó que “ser hombre o ser mujer es una construcción social” y criticó los roles que impone el Estado, según los cuales “si sos varón tenés que ser borracho y te tiene que gustar el fútbol”. “Yo no festejo el Día de la Mujer; significa la dominación, el objeto, el consumo”, explicó mientras marchaba.

Alejandra Puyol y Laura Casterián, trabajadoras de Covifeb, una cooperativa de viviendas por ayuda mutua de Punta de Rieles, marchaban con camisetas reclamando tierras: “Hay muchas mujeres solteras que estamos queriendo nuestras casas, para nuestros hijos, para nosotras, para ser más valoradas como mujeres y trabajadoras”.

Entre los marchantes había también mujeres trans. “Los cuerpos de las mujeres por ser mujeres se ven violentados por el machismo, y más cuando uno desde su deseo de ser mujer desea bajar en esa escala jerárquica, en donde el hombre está arriba. Los cuerpos de las mujeres trans todavía son mucho más violentados”, explicó Marcela Pini. En su proclama, la Coordinadora denunció “la impunidad” de esa violencia.

Otra muchacha, de 20 y pocos años, contó que, como ella, muchas personas estaban concurriendo por primera vez a una marcha del Día de la Mujer; le gustó la fuerza de la marcha y, entre otras cosas, saludó la inclusión de las mujeres trans, “porque muchas veces hay una dualidad” del feminismo.