“Vivimos extraños tiempos de golpe, farsa y traición. Existen dos jefes que actúan en conjunto de forma premeditada”, afirmó ayer la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en un acto público en el Palacio de Planalto, en referencia al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, y al vicepresidente de Brasil, Michel Temer, que quedaría en su lugar si es destituida. “Conspiran abiertamente”, dijo. La presidenta mencionó que durante la semana pasada la acusaron de “comprar” votos en el Congreso a cambio de cargos en el gobierno, y agregó: “Calumnian mientras negocian posiciones en el gabinete del golpe”.

El de ayer fue el primer discurso de Rousseff después de que la comisión especial de la Cámara de Diputados aprobara el inicio de un juicio político en su contra y de que se conociera un audio en el que Temer ensayaba un discurso para dar en un escenario en el que ella ya hubiera sido apartada del cargo.

La mandataria deslegitimó al gobierno que podría asumir en caso de que se la destituya. “Ese jefe conspirador no tiene compromiso con el pueblo”, dijo refiriéndose a Temer. “¿A quién le interesa usurparle al pueblo brasileño el derecho sagrado de elegir a quien gobierna? ¿Cómo creer en un pacto de salvación y unidad nacional [palabras utilizadas por la oposición para denominar un eventual gobierno sin Rousseff] sin siquiera una gota de legitimidad democrática?”, se preguntó, antes de rematar: “Sin legitimidad nadie pacifica, nadie construye unidad”.

Más tarde, la presidenta utilizó su cuenta de Twitter para agradecer “el inestimable e histórico apoyo” de los 27 diputados que en la comisión especial votaron en contra del juicio político, a quienes llamó “héroes de la democracia”.

La filtración del audio de Temer, conocida en la noche del lunes, fue interpretada por el Partido de los Trabajadores y sus aliados como una señal que demostraba lo que ellos ya denunciaban: que Temer encabeza un presunto intento de golpe de Estado contra Rousseff.

Temer intentó justificar ese audio en una conferencia de prensa. Allí dijo que compañeros del partido le pidieron que les dijera el mensaje que daría en caso de que Rousseff fuera separada del cargo y que, cuando lo quiso mandar a una persona, lo envió sin querer a toda la bancada de diputados de su Partido del Movimiento Democrático Brasileño. En la conferencia, Temer dijo que no se arrepentía de lo que dijo en el audio y que no respondería a integrantes del gobierno que lo acusaron de golpista.

La preocupación por la situación política no se limita al país: ayer la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) publicó un comunicado en el que advierte que el avance del juicio político contra Rousseff, “sin existir hasta el momento una prueba que [la] incrimine de manera personal y directa” con la comisión de un delito, “se convierte en un motivo de seria preocupación para la seguridad jurídica de Brasil y de la región”. La Unasur agrega que “aceptar que un mandatario puede ser separado de su cargo por supuestas fallas en actos de carácter administrativo llevaría a la peligrosa criminalización del ejercicio del gobierno por razones de índole simplemente política”.