La situación actual del Frente Amplio (FA) exige una reflexión sobre un conjunto de temas decisivos para la izquierda. Roberto Conde, Alejandro Pacha Sánchez, José Bayardi y Javier Miranda están propuestos para presidir el FA, y los frenteamplistas decidirán. Lo que está en juego no son sólo las capacidades o las dificultades de estos compañeros para conducir al FA, sino las ideas fuerza que proponen. ¿Para qué elegir un presidente del FA? ¿Para hacer qué?

¿Autocríticas o conformismos? Rumbos y estrategias del FA para el período. El FA desarrolló un proceso de autocrítica interesante en 2010-2011 y se adoptaron resoluciones sobre estrategia para el período. Hay conceptos fuertes en las autocríticas y en las estrategias acordadas. La experiencia posterior demostró que no se transformaron en planes de acción, y eso merece análisis. Los ejes de acción 2016-2020 deberían tener en cuenta aquellas definiciones.

¿Hay acción política del FA hacia la población en la actualidad? La política no puede reducirse al funcionamiento del Estado y las campañas electorales cada cinco años. La historia de las luchas populares en Uruguay tiene sus puntos altos en campañas de masas como los plebiscitos contra las privatizaciones o el No a la Baja. Hacer política con la gente exige una actitud de escucha y propuestas que contribuyan a que la población se involucre en procesos de cambio. De ahí la posibilidad de campañas políticas sobre temas priorizados.

Por ejemplo, una campaña por más igualdades, es decir, por una plataforma democratizadora. Una campaña por los derechos de la infancia y la adolescencia (miremos experiencias como el No a la Baja, Ser Joven no es Delito, etcétera). Una campaña contra la violencia hacia la mujer: hay que decir “Basta de feminicidios”, por un cambio en la sociedad patriarcal. O una campaña por el medioambiente, por un mundo menos contaminado para nuestros hijos. Sumarse a iniciativas como el Plan Nacional de Agroecología. Apoyar la política sobre drogas. Promover una política pública de alimentación saludable. Volver a levantar la estrategia por la vida y la convivencia, y enriquecerla con iniciativas. Construir planes de salud con la comunidad, basados en objetivos sanitarios y acciones acordes. Replantear la educación como una tarea de muchos, incluyendo a las familias, al entramado barrial.

Una gran batalla es la democratización de los medios de comunicación, mediante la implementación de la ley de medios aprobada. También la financiación de los partidos políticos y las campañas electorales son un tema ineludible para democratizar el sistema político. Todos estos temas hacen a cuestiones centrales de la sociedad, a sus valores, a la calidad de vida. El FA puede ser un promotor de estas luchas, sin afán de control, sumando con otros. Crear agenda a nivel nacional con estos temas es un tipo de política activa que nos ha faltado. Tiene mucha razón Conde cuando señala que hay una actitud de izquierda ante la crisis del capitalismo mundial, que pasa por defender los avances logrados y profundizarlos, ampliando la agenda.

¿Podemos darnos el lujo de desestimar las alianzas sociales, de lesionarlas profundamente? El FA creció como fuerza política con un concepto estratégico central: la creación del bloque social de los cambios. Las últimas décadas han modificado ese entramado social, debilitándolo en ciertos casos, fortaleciéndolo en otros. Existen fracturas y contradicciones dentro de ese conjunto social. Hay resistencias a los cambios, y también apoyos. Pero, de ninguna manera, la estrategia de construir esas alianzas sociales ha perdido vigencia. Por el contrario, las expectativas de que una opinión pública conservadora pueda sustituir el respaldo popular han demostrado su fracaso. La tentación de contribuir a la estigmatización de los actores sociales populares es un camino suicida para la izquierda.

¿Por qué seguimos teniendo fracturas y desigualdades en tantos planos de la sociedad? La reducción sustantiva de la pobreza y la indigencia, el descenso de la desocupación, la mejora del empleo, del salario real, de las jubilaciones, del salario mínimo y el incremento de la inversión social son grandes logros a destacar. Al mismo tiempo, hay graves desigualdades por razones de clase, de edad, de género, de orientación sexual, de territorio y de etnia. No podemos resignarnos a ellas ni dejar de señalarlas públicamente. La pobreza infantil continúa siendo un gran problema social, y generar otras posibilidades para la infancia y la adolescencia es un desafío insoslayable. Hemos llegado a un punto en el que la violencia de género y las relaciones patriarcales deben cambiar. El Sistema Nacional de Cuidados avanza hacia una protección social superior. En estas cuestiones el FA debe actuar políticamente.

¿Qué ha pasado en la vida interna del FA? ¿Es posible una revitalización? Un funcionamiento basado en la recepción vertical de informes sólo conduce a la pasividad. Por el contrario, una estrategia de movilización política necesita que la información circule informáticamente y que el centro de la vida interna sea la discusión política y la acción hacia el barrio. Las instancias presenciales y los vínculos vía web son complementarios y deben potenciarse unos a otros. Cursos, talleres, consultas e intercambios amplios, por medio de la web, pueden aprovecharse mucho en este tiempo en el que la conectividad se masifica.

No sólo la estructura común se ha debilitado. Hay una crisis de participación y de producción de ideas en los sectores. Hay menos participación, porque no hay nuevas ideas y formas de hacer política que convoquen y le den un lugar a la militancia.

Cuando se debilitan las ideas y la acción, crecen los sectarismos, las pugnas de poder sectorial o personal. Si la estrategia es esperar a que el gobierno haga las cosas, los militantes sólo pueden aplaudir o, por el contrario, enojarse, pero no figura entre esas opciones el hacer para que la sociedad cambie.

Reivindicación de la política. Frente al descreimiento, cabe reivindicar la política como acción colectiva para transformar la realidad. No sólo los partidos hacen política; hay muchos otros actores. Pero los partidos no son sustituibles. Tiene un rol propio y articulado con el gobierno, que va más allá de elegirlo cada cinco años: es de seguimiento del programa y de debate de las encrucijadas estratégicas como el TLC o el TISA (como puso a consideración Tabaré). Son un grave error las afirmaciones de Javier Miranda que ponen al FA en el casillero de “lo privado” y comparan el vínculo con su gobierno con el que puedan tener la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, la Unión de Bancos o la Asociación Rural del Uruguay con gobiernos de derecha.

Gobiernos, fuerzas sociales y partidos son los grandes protagonistas de los procesos de cambio en América Latina.

Miremos a los países vecinos; lo que haga el FA en los próximos años será definitorio por un largo período. Creará avances o derrotas.