-Meridiano suena con una soltura y un Groove que no tenían tus dos álbumes anteriores.

-Fue por el método de grabación. Pasaron cinco años desde el último disco; en ese tiempo tuve la suerte de producir a mucha gente, y aprendí que producir es encontrar un método para cada problema. Lo grabé en vivo en el estudio, porque era el mejor método para los músicos, el tiempo y el dinero que tenía. Soy una persona muy barroca: si me dejás un espacio libre, te meto un arreglo; entonces, era una manera de que quedara barroco pero sin libreto. Tocaron dos percusionistas, dos guitarristas, dos tecladistas, el batero y yo en el bajo. Dependiendo de la canción, tres improvisaban y los otros tres hacíamos la base. Grabar así groovea más los discos, porque hay más músicos tocando al mismo tiempo, y en ese intercambio se generan sinergia y comunión.

-Grabaste una versión de “Hipocresía”, de Rubén Blades, que tiene una letra muy particular.

-Parece que la hubiera escrito pensando en el momento en el que está Latinoamérica... Quería hacer una canción social, y eso es lo más difícil que hay para alguien que, como yo, es más músico que letrista. Escribí varias, pero no alcancé el nivel que quería y dije: “Voy a hacer la canción social que me gusta, que para mí representa este momento”.

-“La sociedad se desintegra, / cada familia en pie de guerra. / La corrupción y el desgobierno / hacen de la ciudad un infierno. [...] Ya no hay izquierdas ni derechas, / sólo hay excusas y pretextos. / Una retórica maltrecha / para un planeta de ambidiestros”. ¿Ves así este momento?

-Exactamente. Vos ves lo que está pasando con Dilma [Rousseff] en Brasil, y ahora que asumió [Mauricio] Macri en Argentina, donde parecía que se venían 12 años más de kirchnerismo: se dividió todo y está todo polarizado, con una vuelta de la derecha. Pero también lo que pasó con las izquierdas. Yo soy de base izquierdista, pero veo la realidad. Por ahora, creo que en Uruguay venimos mejor, salvando la plata.

-¿Cuánto aprendiste con los discos de NTVG para desarrollar tu rol de productor? En el primer álbum que grabaron, Sólo de noche (1999), trabajaron con Juan Campodónico, que en aquel momento también estaba aprendiendo.

-Sí, trabajé con varios que también estaban en sus comienzos. NTVG fue mi universidad: aprendí a tocar con una banda, a trabajar en un estudio y a estar de gira. También estuvo la otra parte, que son los misterios del ser humano en grupo, los cambios de las personas. Eso sólo lo aprendés trabajando en grupo, como en cualquier disciplina.

-Quizá sólo los integrantes de un grupo entienden por qué se separaron.

-Sí, no fue la separación típica de desbundados que explotan porque uno estuvo con la mina del otro. No fue tan simple, por eso es difícil entenderlo. Fue un proceso natural de personas inteligentes, que optaron por ser más felices de otra manera y que tenían otras inquietudes, que quizá no estaban relacionadas con la guita, las minas y la fama.

-Hace diez años que te fuiste de NTVG. ¿Cómo ves a esa banda hoy?

-Yo aportaba lo mío, pero no era fundamental. Lo fundamental eran y son las canciones de Emiliano [Brancciari]. Yo componía, tengo mis hits, un porcentaje de canciones interesantes que fui feliz haciendo. Pero se dio el proceso natural que tenía que vivir Emi como casi solista a nivel de composición. Él trae el tema básico, en estado de carbón, y hacen el diamante entre todos. Pero cuando uno compone una canción, hace la armonía, la melodía y la letra; después, los arreglos van variando. Estoy muy contento, porque creo que Emiliano maduró muchísimo. Yo a veces era una especie de hermano mayor; estaba en el medio del escenario, imaginate. Él pasó al medio, eso lo ayudó a madurar musicalmente y a expandirse como cantante y líder de la banda. Nos hizo bien a los dos.

-Meridiano dura una hora; es bastante para el mundo líquido en el que vivimos hoy. Representa una apuesta.

-Es una rebeldía, ésa es mi parte punkie. Sé que hay códigos, porque también soy productor. Los temas que más funcionaron en la historia de los rankings de ventas de [la revista estadounidense] ** están en el campo armónico de sol mayor y mi menor. “No era cierto”, de NTVG, está en sol mayor. Eso lo aprendí con Campodónico también. Hay una cantidad de herramientas que funcionan, porque somos animales. Pero no las voy a quemar todas.

-Pero si les prestás demasiada atención a esos códigos o herramientas, al final, en vez de crear arte, parece que vendieras pasta de dientes.

-Usé esos trucos en el que es el hit del disco en Argentina y acá, “1.000 velas”, pero no los usé mal. Es un reggae-pop que funciona; sabía que iba a funcionar porque son los códigos de la radio, y quería que la guita le llegara al hijo de Marcel [Curuchet, tecladista de NTVG, fallecido en 2012 en un accidente], porque los derechos son para él. A Marcel le encantaba ese tipo de reggae-pop estilo Alpha Blondy.

-Es loable que lo digas; no es muy común que un músico cuente que quiso hacer una canción radiable.

-Es que también me gusta. No todo lo comercial y radiable es feo. Hay unas melodías pegadizas de Madonna que amo, y no quiere decir que sean menos musicales porque estén pensadas para eso. Es como lo que critican de Márama y Rombai. ¿Es una “x”? Esa “x” es un adjetivo que puede cambiar según el gusto de cada uno, pero capaz que estamos cinco meses y no nos sale un hit de esos. Alguien lo hace, ahí está el valor. El problema no es de los músicos. ¿Por qué la gente consume eso masivamente? Porque no tiene educación para consumir lo que realmente vale.

-El tema es el de siempre: ¿quién dice lo que realmente vale?

-Es que la música tienemuchos usos posibles. En una punta, el entretenimiento puro: vamos a un cumpleaños, nos mamamos y bailamos recopados “el baile del perro”, a las cuatro de la mañana. En la otra punta está la música para evocar al espíritu, para cambiar un concepto; esos temas que te cambian la vida. En el medio hay una cantidad de matices y facetas. El tema es que le damos mucha bola al entretenimiento y poca bola a la otra parte. Es como que, de todos los sabores posibles de la cocina, comieras siempre milanesa con papas fritas.

-Los melómanos siempre tratamos de comer caviar.

-Pero capaz que para otros, lo que comen es caviar. Cuando sos productor entendés el concepto desde afuera, te ponés en otro lugar que te enseña a sacarte prejuicios. Cuando salí de NTVG estaba lleno de prejuicios, miraba la música verticalmente: esto es paloma, esto es marrón, esto es bueno, esto es malo. Después me di cuenta de que así me perdía una cantidad de cosas. Ahora trato de verla más horizontalmente. Toco con los jazzeros, con los funkeros de Cabo Polonio, con Pitufo [Lombardo], con Jaime [Roos], con [Ruben] Rada, etcétera.

-Pero además del asunto de la educación, hay un bombardeo musical del que a veces es difícil escapar.

-Tenés razón: si yo te encierro en una habitación y te pongo a Rosamel Araya todo el día, seguro, aunque lo odies, va a ser parte de tu vida, te lo voy a grabar en el ADN por la repetición. Es una lucha. Pero si no ves televisión, ya ganás.