El conflicto legal de Metallica contra el sitio de descargas gratuitas Napster en el año 2000 significó un punto de inflexión en la relación de los consumidores con la música, y, por cierto, una batalla de la que nadie salió indemne. Como muchos recuerdan, los integrantes de ese grupo pionero del thrash metal -hasta aquel momento una respetada banda radical-, considerados un ejemplo de integridad a pesar de haberse convertido en multimillonarios gracias a su disco homónimo de 1991 (más conocido como “el álbum negro” debido a su portada), montaron en cólera cuando una versión no terminada de una de las canciones que estaban trabajando fue pirateada y se filtró a internet por Napster. La descontrolada demanda que emprendió la banda (especialmente su baterista, Lars Ulrich), no sólo contra el sitio web (que terminó cerrando), sino incluso contra una infinidad de estudiantes universitarios que habían bajado la canción, terminó arruinando en forma irreparable la reputación de Metallica -que hasta el día de hoy arrastra el karma de ser considerada un grupo de capitalistas tan desalmados como para demandar a sus propios fans-, pero también envenenó para siempre la posibilidad de cuestionar el sharing ilegal e impago mediante internet, ya que en el imaginario colectivo ese tipo de cuestionamientos quedó asociado con la idea de unos músicos llenos de dinero que intentaban extorsionar a jóvenes entusiastas y pobres, aunque en realidad, y por lógica, los principales damnificados en esos casos sean los artistas que están muy lejos de ser millonarios, adinerados o siquiera capaces de vivir sin los derechos de autor que generaron en otra época.

Más de 15 años después de aquel desagradable conflicto, en el que en cierta forma todo el mundo perdió, unos cuantos músicos han comenzado a hablar nuevamente (sin temor a ser calificados como “los nuevos Lars Ulrich”) acerca de los sitios que lucran difundiendo música sin pagarles un peso a quienes la generan, o explotándolos descaradamente, como sucede en la mayoría de los servicios de descargas legales (iTunes o Spotify, por ejemplo), que pagan ridículos dividendos a los autores de las canciones que ofrecen a sus clientes. Es en este momento que en nombre de Metallica vuelve a terciar en el asunto, sin que nadie requiriera su asistencia.

Esta vez no fue ninguno de los integrantes de esa banda, sino su mánager, Peter Mensch (que desempeña la misma función para Red Hot Chili Peppers y Muse, aunque se ha recordado más que nada su relación con Metallica, por motivos obvios), quien salió a despotricar contra el sitio de audiovisuales Youtube. Entrevistado para un documental de la BBC, calificó a Youtube como “el diablo”, y aseguró que si alguien no hace algo contra sitios como ese, será el final de los músicos. Según dijo Mensch en ese documental, llamado The Pirate Ship, en el que se examinan los efectos de internet y de la piratería en la industria de la música, Youtube no le paga a Metallica ni a las otras bandas que él representa por brindar acceso a su música, una situación difícil de revertir ya que, en su opinión, “es difícil que la gente pague por algo que está acostumbrada a tener gratis”.

Como contrapartida, el jefe de negocios de Youtube, Robert Kyncl, aseguró que su sitio ha pagado cientos de millones de dólares por derechos de autor a las compañías discográficas, y que los beneficios que cada artista obtiene a partir de esos pagos dependen de los contratos que tengan con esas compañías. La discusión llega, posiblemente no por casualidad, en momentos en que las tres mayores multinacionales de la música y el entretenimiento, Sony, Warner y Universal, están a punto de llegar a un acuerdo con Youtube, por el que seguramente vuelva a cambiar el panorama del libre acceso a la música en la red, y que las pequeñas disqueras y artistas independientes mirarán desde afuera.