-¿Cómo se evalúa la magnitud de este tipo de desastres?

Farhad Abdollahyan (FA): -Un desastre se define como un encuentro de personas con vulnerabilidad con un evento que puede ser natural o humano. El término “desastre natural” está superado; hablamos de “peligros naturales” en referencia a que si hay vulnerabilidad e infraestructura riesgosa pueden causar un desastre, que ocurre cuando hay baja resiliencia en la población o en la infraestructura. Un mismo fenómeno natural puede causar diferencias de daño significativas en distintos lugares. Tenemos el ejemplo de Chile, que tuvo temblores similares a otros en Haití: en Haití murieron 30.000 personas y en Chile, algunos cientos. Chile y Japón son ejemplos de zonas resilientes.

-¿Cómo vio el panorama de Dolores, en términos de daños y de esa resiliencia de la que hablaba?

FA: -La respuesta por parte del Ejército, Bomberos y el gobierno local fue muy eficaz. También hay muchos voluntarios. Me impresionó un poco la baja calidad de las viviendas. No había una arquitectura resiliente. Otra cosa que me impresionó fue el número muy bajo de fallecidos: sólo cinco personas para la fuerza de un tornado muy grande, que pasó por escuelas en las que había niños en plena clase.

-¿Cómo se explica eso?

FA: -Creo que en el caso de Dolores hubo suerte. Un tornado no es un evento muy común en zonas urbanas del Cono Sur. El año pasado tuvimos el mismo fenómeno en Santa Catarina, pero de menor intensidad, y murieron 12 personas. Tuvimos un problema muy particular: había un radar meteorológico pero estaba apagado. Esos radares son la primera cosa en la que insisto en que se invierta, porque aumentan la capacidad para alertar a la población para que sobreviva a los desastres. No para prevenir los tornados, porque los tornados son imprevisibles.

-¿Cuánto puede costar uno de esos radares?

Cecilia Alemany (CA): -2.000.000 de dólares.

FA: -Y son esenciales por dos cosas. Tenemos fenómenos naturales como El Niño, y el cambio climático, que cambió el perfil de los fenómenos, y tenemos que prepararnos. Aumentó la frecuencia y la intensidad de estos fenómenos, y además el desarrollo de la población aumenta la vulnerabilidad. Cuando hay más población activa y más infraestructura, hay más exposición a pérdidas humanas y materiales. Un desastre sólo sucede por decisiones de planeamiento, humanas. Es una cuestión de desarrollo, no una fatalidad.

-¿Qué más podemos hacer para estar prevenidos?

FA: -Están las medidas que llamamos soft [blandas] y hard [duras]: soft es trabajar con la comunidad, concientizar, capacitar, hacer ensayos, y la parte hard es mejorar la infraestructura existente y verificar si hay algo que está en peligro, como escuelas, hospitales, centrales eléctricas, y hacer proyectos para reducir esa vulnerabilidad. Lo primero que se necesita son hospitales. Si los propios hospitales están dañados, tenemos dos problemas. El daño en el hospital de Dolores no fue total, pero lo dejó fuera de funcionamiento. ¿A dónde se lleva a los heridos? También vimos que las rutas que se construyeron hace menos tiempo quedaron intactas, y las otras se dañaron. Tenemos que estudiar por qué se da esa diferencia en la calidad de la infraestructura.

-Cuando fui a Dolores me llamó la atención la cantidad de casas que se quedaron sin techo.

FA: -Es que la construcción no preveía tornados. Los techos de chapa están pensados para las lluvias. Dolores es una oportunidad de reconstruir mejor que antes, para poder reducir el riesgo futuro.

CA: -Eso no sólo ayudaría a que la inversión sea más durable desde el punto de vista financiero, sino también a que esas poblaciones que tienen secuelas psicosociales pasen a tener la garantía y la señal de que su vivienda va a estar en mejores condiciones para enfrentar un nuevo tornado. Volver a poner chapas en las casas que las perdieron no es la mejor solución permanente. Ante el primer viento, la gente de Dolores no va a poder dormir.

-¿A cuánto equivalen los daños en términos de dinero?

CA: -Hay un primer informe preliminar del Sistema Nacional de Emergencias con insumos de distintos actores del Estado. El fin de semana, en el Consejo de Ministros, el presidente Tabaré Vázquez habló de 3.000.000 de dólares y 5.000 chapas para Dolores. Según nuestra primera mirada, se precisa como mínimo diez veces esa cantidad. Desde la Dirección Nacional de Vivienda se dio la señal de que el Estado no iba a reconstruir las casas de los grupos socioeconómicos medios, sino que iba a dar préstamos amortizables a los damnificados para que las reconstruyan ellos. Muchos de ellos son lo que llamamos “la clase media de la cornisa”: aquellos que por sus ingresos se consideran clase media, pero una vez que pierden la vivienda, caen.

-¿Por dónde hay que empezar a reconstruir?

FA: -Primero hay que verificar si es buena idea reconstruir en los mismos lugares. Después hay que empezar por los más dañados. No los más pobres, sino los que perdieron todo. Hay que dar subvenciones para que vuelva a haber comercios y fuentes de trabajo. También tiene que haber prioridad para los sectores que generan ingresos más rápido, como el agrícola. Hay que reparar las rutas que llevan la producción a los puertos.

-¿En cuánto tiempo se puede reconstruir la ciudad? El intendente, Agustín Bascou, hablaba de dos años.

FA: -Es más rápido. Las construcciones son mayormente de un piso. Se podría hacer entre ocho meses y un año. Hay cosas que se hacen en tres meses, pero en casos como este las tenemos que hacer en tres semanas.

CA: -Proponemos que se cree un programa nacional de reconstrucción resiliente, porque la suma del tornado y las inundaciones amerita que no se haga una combinación de proyectos dispersos.

-¿El país está preparado económicamente para inversiones de ese tamaño?

CA: -Uruguay ya está negociando un paquete de varios miles de millones de dólares para el boom de infraestructura del que se viene hablando desde la campaña electoral, que está en negociación con los bancos internacionales -el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y el Banco de Desarollo de América Latina-. En estos casos, los organismos internacionales de crédito aceptan el redireccionamiento de préstamos en curso para situaciones de emergencia. Es una decisión política.