Nacional y Fénix comenzaron a jugar el sábado con un retraso de 75 minutos. Los de Capurro salieron al ruedo con un director técnico emplazado y al menos un jugador lastimado, tras una riña con la Policía. Consecuencias del altercado que el entrenador Rosario Martínez tuvo con un policía de tránsito cuando el ómnibus albivioleta llegaba al Parque Central. El director técnico pasó un rato esposado en la Seccional 9ª, pero los abogados de siempre saben romper cadenitas e interrumpieron transitoriamente su detención. Los futbolistas de Fénix quisieron jugar, pese a que una delegación de la Mutual los visitó con la intención contraria. El árbitro Christian Ferreyra podría haber sido inflexible y darles el partido por perdido cuando, sobre las 19.00, no se sabía si saldrían a la cancha, pero prefirió esperar. También lo hizo la gente en una tribuna mayoritariamente tricolor, que tuvo su premio en el taco de Nicolás López que habilitó a Alfonso Espino para el definitivo 1-0.

Fue el primer gol de la carrera profesional del Pacha y el único de un partido tan anormal como importante: a pocas fechas del final de la temporada, Nacional tiró presión sobre Peñarol en la tabla anual. Además, se mantuvo a un punto del líder Plaza Colonia en el Clausura, en el que hasta el sábado compartió la condición de escolta con el derrotado Fénix, que perdió el único invicto que quedaba. Dueños de una campaña elogiable y del arco menos vencido de la temporada (18 goles en 24 partidos), los de Capurro salieron a pelear cada pelota como la última. Pero en el duelo de estilos de la noche de La Blanqueada se impuso merecidamente el equipo dueño del ataque más goleador (49 goles a favor en 24 encuentros), el Nacional de Gustavo Munúa.

Algunas méritos propios del ganador: la paciencia para jugar ante un rival áspero, la calidad del Diente López para salir del área y armar, la confianza ganada por el tantas veces cuestionado Espino y la seguridad de la gran dupla de zagueros que hacen Mauricio Victorino y Diego Polenta. Algunos deméritos ajenos: el conservadurismo de Rosario Martínez, la roja que se hizo sacar Lucas Cavallini por una mano casi sobre el entretiempo y cuando el partido aún estaba igualado, el penal que erró Maximiliano Pérez un rato antes. Fue una rarísima ejecución la del delantero, que levantó la pelota tras pegarle con poca fuerza y la dejó en la tribuna Héctor Scarone. Imposible saber por qué. Vale decir también que Maxi sufrió un golpe en un tobillo que le propinó un policía durante los incidentes previos al partido.

El gol de Espino llegó a raíz de un remate ejecutado desde un vértice del área, en una noche en la que Nacional alternó la profundidad siempre buscada con una interesante vocación por probar de distancia, una buena estrategia para abrir defensas duras. A esa altura, los tricolores habían generado al menos otras tres situaciones claras: una del Diente y dos del retornado Sebastián Fernández. Beneficiado por un arbitraje que le regaló un penal que no fue y omitió pitarle uno en contra, Fénix no tendría ni una de esas chances en toda la noche. El panameño Cecilio Waterman peleó en soledad tras la expulsión de Cavallini. Martín Ligüera posiblemente haya jugado uno de sus peores partidos en el campeonato, y el técnico no fue capaz de hacer un solo cambio. Increíble: Rosario no movió el banco en todo el partido. No pensó en variantes ofensivas, ni siquiera para darle aire a un equipo shockeado, además de cansado, tras medio partido en inferioridad numérica. Una condena autoimpuesta. De esas de las que no te salva ni el doctor Alejandro Balbi.