-¿Cuáles son las prioridades del Área de Letras?

-Primero que nada, gestionar los Premios Nacionales de las Letras, que lleva mucho tiempo, porque se presentan muchísimas obras -más de 500-, es preciso que intervengan muchas personas en los jurados y hay variadas tareas logísticas: se coordinan las reuniones entre los jurados y la ceremonia de premiación, y cada tres años tenemos el Gran Premio a la Labor Intelectual, que es un símbolo muy fuerte. Pero también trabajamos con asesorías: el Área de Letras asesora a la DNC [Dirección Nacional de Cultura] en términos de solicitudes de declaración de interés y solicitudes de contribuciones económicas, entre otras cuestiones. En este momento, yo trabajo en gestión, me desenvuelvo en todo lo que tiene que ver con los premios, la articulación con el Dicrea [Departamento de Industrias Creativas] y su conglomerado editorial; y ahora además está el Fondo de Traducciones, que en principio es poco dinero, pero creo que es una muy buena iniciativa. Es un trabajo con otras áreas, con el quehacer de la DNC, y debería existir más articulación con la Biblioteca Nacional.

Creo que Letras tiene mucho para hacer, para avanzar. Se ha trabajado, se generó un impasse -por haber estado acéfala unos cuantos meses-, ya que el cambio de autoridades en la DNC también supone un movimiento fuerte para el área. Como tengo tantos años de trabajo en los FC, en un principio tomé la coordinación para asegurar la permanencia del premio. Así fue como empezamos a trabajar, después de haber estudiado la ley y las bases. A partir de ahí fue que comenzó a darse la coordinación con el Dicrea, que antes no se daba. Estamos intentando involucrarnos más con los apoyos económicos. Como parte de los apoyos puntuales a determinadas actividades anuales, este año incluimos el congreso Vallejo Siempre, al que el MEC apoya económicamente y en cuya coordinación participa. El Mundial de Poesía también solicita apoyo a la DNC, y como ahora somos un área que está intentando trabajar distinto, se le pregunta al director qué es lo que necesita, cuál es el plan y cómo se piensa ejecutar, para, en alguna medida, poder estar más presentes en las actividades independientes; aunque mantengan la independencia, involucrarnos más en el apoyo. Si decís que apoyás, que sea con un poco más de cariño. Algo interesante es que también vamos a respaldar económicamente un premio de ensayo en homenaje a Carlos Real de Azúa [hay tiempo para presentarse hasta el 30 de setiembre], ya que se celebra su centenario.

-¿Están pensando en modificar los premios nacionales?

-Estamos reviendo ajustes de los premios nacionales de literatura. La más importante es que en las obras de literatura infantil surge un problema para los postulantes, ya que los ilustradores no son considerados autores, cuando hoy el vínculo entre el autor y el ilustrador ha cambiado mucho, y en varios casos son coautores.

-Se incluyó un nuevo premio hace unos años, para la ilustración de literatura infantil y juvenil.

-Claro, lleva tres años. Pienso que cuando se trabajó en esta ley, existiendo ese premio, dialogaban entre sí. Pero, aun así, los autores ilustradores quieren tener un lugar, porque en definitiva es prestigio. Y está bueno atender esa demanda. Estos son detalles, pero en general es una buena ley; incluye los premios a la ópera prima, por ejemplo. Es muy importante lo que se hizo durante la gestión de Hugo Achugar, y sólo se trata de pequeños ajustes.

-En cuanto a la mayor presencia del área en los proyectos que apoya, ¿eso también responde a la optimización de recursos que planteó Sergio Mautone cuando asumió en la DNC?

-Totalmente. Somos pocos, y está bueno que si apoyás, lo hagas en serio. Y está bueno ir a las actividades, aunque a veces no sea tan fácil para nosotros. Pero la idea es que la DNC empiece a contar con más presencia en todo sentido.

-¿Cómo ingresa el Plan Nacional de Cultura en todo esto?

-Para nosotros es un bastión: la idea es viajar al interior -ya lo estamos haciendo- y obtener insumos para poder diseñar y delinear las políticas culturales. O sea, no trabajar de espaldas a los distintos sectores del quehacer cultural, sino dialogar y construir. Desde el Área de Letras hemos tenido reuniones con la Cámara Uruguaya del Libro, con el Grupo Interamericano de Editores, con la Asociación de Bibliotecólogos, con la Casa de los Escritores, con la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas... De esas instancias recogemos una serie de demandas. La idea es que el Plan Nacional de Cultura nos ofrezca insumos para seguir trabajando, delinear políticas y poder ejecutarlas.

-¿En qué etapa se encuentra?

-Incipiente; recién se está conformando, ya que están comenzando las salidas al territorio. Esta es una dirección que quiere trabajar mucho más firme con todo el país.

-¿En qué quedó la idea de incorporar a un gestor que vivía en Salto?

-Por cuestiones administrativas no pudo terminar de vincularse con la DNC. Pero hay otras articulaciones, como la Red Nacional de Directores de Cultura. Sergio ya se ha reunido en varias ocasiones con todos los directores, hay una intención fuerte. Esta mañana justo le decía: “Para mi trabajo necesito estar en el interior”. Cuando vamos a pensar las bases a fin de año, si no tenemos los insumos del territorio, no podemos hacerlo. No descentralizamos desde la calle Paraguay. La idea es que podamos generar políticas nacionales incluyendo las particularidades. Con los FC nos pasa que, al tener muchas categorías, es muy difícil crear bases que contemplen a la literatura, la música, el teatro... Y en cuanto al interior, cada departamento tiene sus características. Y la idea es poder contemplarlas. El Plan Nacional de Cultura nos va a aportar insumos, y siempre debemos estar abiertos a ver qué se recoge de la ciudadanía, de los artistas, de los colectivos.

-Muchas veces se le ha criticado al Frente Amplio no contar con políticas culturales definidas, sino limitarse a iniciativas personalistas, algo que el Plan parece intentar contrarrestar.

-Acordate de las asambleas culturales que organizaba [Luis] Mardones. El resultado de esas asambleas, básicamente, se ha ido cumpliendo. Sigue habiendo un debe, porque todavía nos queda mucho por articular, pero en verdad hay mucho hecho. El Plan y la Ley son prioritarios. En los 200 años de la Biblioteca Nacional, la ministra anunció que se volvería a tener un Instituto Nacional del Libro. Yo quiero vivir en un país que tenga un Instituto Nacional del Libro. Ahí existe un gran debe.

-¿Qué abarcaría el Instituto?

-El Instituto contiene todo: premios y apoyos. Y puede dialogar con la propia Ley del Libro, que todavía no está reglamentada y es un instrumento maravilloso. De hecho, en el período de Hugo [Achugar] se hizo una consultoría jurídica para evaluarla, y la conclusión fue que era una muy buena ley. Hay mucho para trabajar. Creo que el instituto puede articular muy bien todo lo que plantea la ley, como exoneraciones tributarias a libreros y editores, que paguen menos por la energía eléctrica y tengan bonificaciones en el Correo Uruguayo, vinculado esto con el tema de la circulación del libro. Esta ley realmente promueve el libro, es un avance muy importante. En el artículo 2 habla del apoyo y la capacitación de editores, libreros y técnicos. La institucionalidad de la cultura ofrece esto, instrumentación. La idea es que desde el Plan Nacional de Cultura se puedan tomar todos esos insumos. De hecho, parece que estamos rumbo a la creación del instituto, porque así como estamos, sin él, sería bastante complejo.

-¿Desde Letras están pensando alguna política en ese sentido?

-Hay una incipiente idea -que seguramente se vaya transformando, y tal vez le demos tiempo para el intercambio con el Plan- que tiene que ver con la ruta del libro. A partir de la ruta queremos promover el libro en el interior, donde en muchos lugares no hay librerías ni ferias del libro. Proponemos generar una ruta de itinerancia, en la que se pueda exhibir material: se involucrará a la Cámara del Libro, y lo imaginamos como pequeñas intervenciones en las localidades donde se pueda promover a escritores, para así generar, realmente, difusión y contacto entre ellos y el resto de la ciudadanía.

-Volviendo a los FC, ¿cómo se procesaron los cambios en las categorías y las bases?

-Sirviéndonos de una idea muy firme que tiene Mautone, relacionada con generar un sistema nacional de circulación de bienes y actividades culturales a nivel territorial, que pueda asegurar, al menos en las capitales del interior, una agenda cultural de dos o tres actividades semanales. Hoy comienza un programa piloto en Treinta y Tres y Cerro Largo, donde se están programando actividades. Cuando estuve en Minas, me enteré de que un grupo de música minuano va a ir a tocar a Treinta y Tres, en el marco de este nuevo sistema. Porque no sólo implica irradiar desde Montevideo, sino también generar corredores entre otros departamentos. Es muy inteligente comenzar en modo piloto, porque la idea es que se llegue a abarcar todo el país.

-¿En coordinación con los FC?

-Por ahí comenzamos. Los FC tenían un componente muy fuerte de circulación, que les exigía a los proyectos cuatro actividades públicas y gratuitas en el territorio; si no las preveían, quedaban afuera. Esto se terminó: las nuevas bases apuntan a la producción y a la creación artísticas, porque es la DNC la que se va a ocupar de la circulación.

-¿Consideraron que a veces algunos proyectos se terminaban forzando para cumplir con los requisitos?

-Esa imposición que se manejó en los últimos años generó cosas muy buenas y de mucho acceso; la gente tuvo la posibilidad de entrar en contacto con propuestas de calidad y de manera gratuita, pero no siempre iba tanta gente. Y de hecho, para los artistas era mucha responsabilidad buscar espacios y definir cómo iban a tal o cual localidad. Ahora la idea es que la DNC asuma ese rol de programador, a partir de la articulación con los directores de Cultura de todos los gobiernos departamentales, los Centros MEC, la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, etcétera, todo eso atendido con la misma lógica que el Plan Nacional de Cultura. Probablemente quienes ganen los FC puedan integrar esa agenda, pero no será obligatorio; sólo si el proyecto lo pide. La categoría Letras ingresa en esa misma lógica: la idea es que los escritores circulen más, que las obras se presenten. Generalmente hay esfuerzos de pequeñas librerías del interior que llevan escritores. Nos proponemos sistematizar un poco más esto, y asegurarlo desde la DNC. Vuelvo a lo mismo, el Plan nos va ofrecer muchos insumos. El principal cambio de los FC es este, que los creadores ya no están obligados a circular fuera de Montevideo. El otro cambio es que los dos fondos, el regional y el nacional -salvo en una categoría-, podrán disponer de la misma cantidad de dinero (antes el fondo regional tenía permitido hasta 100.000 pesos y el nacional hasta 200.000, de modo que los montevideanos accedían al doble de dinero). Los FC empiezan a fortalecer la producción y la creación, para que después la circulación se organice de otra forma. Porque si seguimos priorizando la circulación, ¿qué pasa con la producción, con la creación? ¿No queda muy condicionada? Ahora las categorías están más abiertas, y eso ofrece posibilidades de crear con mayor libertad. Es un proceso: después de diez años, llegamos a esto.

-La categoría Relato gráfico surgió en 2006, con los FC, y ahora pasó a compartir su fondo con otro tipo de publicaciones. ¿A qué responde eso? ¿A la formalización del sector?

-En todos estos años adquirió valor de existencia. En su momento fue una labor muy fuerte de Mardones; él fundó estos fondos. En ese entonces, era un sector que si no tenía apoyo naufragaba de verdad, fue darle un valor de existencia. Que hoy exista una Asociación de Historietistas es increíble. Yo la pienso como una industria: el sector puede integrarse a una industria cultural a nivel editorial.

-¿Y cómo se llegó a que la categoría dejara de existir como tal?

-Fue una decisión que a mí me costó horrores, y sabía que era antipático quitar ese dinero con el que mucha gente contaba. Ahora van a tener que competir. No se quedan sin categoría, sino que compiten con el pop-up, con el libro álbum. O sea, otro tipo de publicaciones que también necesitan una subvención. En 2006, si no se subvencionaba un libro de historieta, no era posible su existencia. Hoy no son sólo ellos, y el dinero que tenemos es el mismo. Seguramente con un incremento presupuestal esto no sucedería. El tema es que las personas que querían hacer un libro objeto ¿dónde se presentaban? También creo que hay que pensar en relación con la industria, y que sean un poco más autosustentables. ¿Qué le falta al sector? Se ha vuelto enormemente creativo, hay trabajos que no veíamos hace diez años. Pero ¿se vende? ¿Qué pasa con los libros? ¿Dónde están necesitando el apoyo? A priori era necesario compartir esto con otros creadores que no tenían una categoría para postularse. A futuro, quizá los historietistas uruguayos necesiten sobre todo una proyección hacia afuera, participar en ferias internacionales, entrar en la venta de derechos. Porque sí, están en Montevideo Comics, en Ideas+, y ¿qué pasa con las librerías? ¿Qué pasa con el público de la historieta?

-¿Desde tu área hay un interés de pensar esto junto al sector?

-Como te dije, quiero vivir en un país donde haya un Instituto Nacional del Libro, y también quiero vivir en un país donde haya un Fondo Nacional de Historietas. No sé si se va a dar, pero me encantaría. Después de todos estos años hay una fuerza viva dentro de la historieta, hay guionistas profesionales, hay dibujantes buenísimos. Están para tener un premio propio, como lo tienen el teatro, la música, las artes visuales y las letras, por ley. Es necesario ese tipo de reconocimiento. Por ahí la función es apoyar más formalmente al crecimiento como industria en términos de consumo. Porque está buenísimo que existan todas estas historietas, y está buenísimo que se consuman, pero creo que también es un momento de reflexión. Nada es definitivo, esto es una experiencia, y no quiere decir que nunca más en la vida los historietistas contarán con un fondo propio. En cuanto a las postulaciones, en relato gráfico se presentan entre 30 y 40 proyectos y/o personas; se han entregado más de 70 premios en todos estos años, y aportamos casi diez millones al sector.

-¿Y la categoría de publicaciones especializadas en cultura?

-Sucedió lo mismo en ese caso, con revistas que últimamente eran casi todas en formato digital, porque los montos no aseguraban la publicación en papel. No lograban sostenerse sin el dinero de los fondos, y por eso muchas ganaban más de una vez.

-Propuestas editoriales ya lleva dos años de creada. Otra de las novedades viene de la mano de los videojuegos.

-Incluimos una nueva categoría, para videojuegos. Empecé a ver que entre los postulantes había pocos muchachos y me interesé en lo que hacían, porque descubrí que era un universo creativo que no tenía muy integrado. ¿Qué hacen? ¿Qué necesitan? ¿Dónde estudian? Hay creadores de 20 o 21 años que utilizan lenguajes nuevos para nosotros. El año pasado trabajamos junto a profesionales y docentes del sector. Esta también es un área que apunta, claramente, a integrarse a una industria. De hecho, con el monto de 300.000 pesos no crean un videojuego, sino una especie de demo que les abre muchas puertas, y que pueden integrar a determinados circuitos internacionales. Me recuerda a cuando integramos la categoría de diseño.

-¿Se suprimió la categoría Actividades y eventos literarios por poca demanda?

-Quedó integrada a Propuestas editoriales. La postulación era muy escasa. Además, las mismas propuestas, vinculadas con la promoción de la literatura y demás, pasaban también por el Área de Letras. De todos modos, tienen su espacio (con un monto de hasta 75.000 pesos), y se plantea que las propuestas sean de giras de escritores.

-¿Qué pasa a abarcar, entonces, Propuestas editoriales?

-Ahora es muy amplia, porque se pueden presentar las personas que trabajan en publicaciones de riesgo editorial, es decir, que necesitan una subvención por la característica de la publicación. Por supuesto que se incluyen la historieta, las revistas culturales, etcétera. Lo necesario es que armen un proyecto editorial, pedimos que planteen una propuesta de distribución acorde a los contenidos. Va más allá del escritor o el ilustrador que sueña con..., es necesario crear una propuesta más integral en términos editoriales. A eso se suma lo de los eventos, que pretende promover el trabajo de los escritores.

-¿Cómo evaluás el desarrollo de los FC en estos diez años?

-Destacaría los dos fondos [nacional y regional], haber asegurado que el interior tenga su cuota y que se haya apropiado de ella cada vez más, y que el dinero esté direccionado. Creo quedesde 2006 estos dos fondos han sido fundamentales. También se ha profesionalizado muchísimo, con toda la resistencia que ha existido con respecto a la formulación de proyectos, y creo que hemos aprendido juntos. La gente que se presenta, sobre cómo armar un proyecto, y nosotros, sobre cómo solicitar la información.

-¿Eso de que se beneficiaba el sector que “sabe llenar formularios” y no necesariamente quienes planteaban los mejores productos artísticos?

-Hemos logrado dialogar bastante con los postulantes. Ellos están en un lugar que también es duro, no es fácil ser evaluado, que se les controle todo lo que presentan. Pero creo que vale la pena vivir la experiencia de la postulación más allá de la premiación. Por eso me interesa tanto trabajar para acercarnos y generar bases y formularios amigables. Porque sí, al comienzo se dio un poco así, se pedían planes de formación de públicos, de impacto. Hay un componente de evaluación que simplificamos un poco, eliminando el jurado de viabilidad, que era una especie de cuco para todos los postulantes, pero, más allá de eso, era un jurado muy específico y muy técnico que puntuaba la formulación.

-¿Se apuesta más al contenido?

-El que evalúa el contenido va a tener que puntuar el contenido cultural, jerarquizando esto de la creación y de la producción que veníamos hablando. Nosotros vamos a conformar una Comisión de Asesoramiento Técnico para ver los presupuestos, que no tengan incongruencias que compliquen el proyecto después. Ya desarrollábamos un trabajo de admisión, pero ahora la idea es, junto a un equipo de la DNC, integrar una pequeña comisión que reciba los proyectos y que vea los aspectos formales y técnicos, sin evaluar ni interferir con el jurado.

-¿Cómo se manejan en los casos en que no se han realizado los proyectos?

-Es la parte más triste de mi trabajo y en la que soy más radical. En el diálogo, ofrecemos todo. Existen muchas dificultades, e incluso ha habido fallecimientos de titulares. Pero cuando hay incumplimientos inadmisibles acudimos a Jurídica. Felizmente son muy pocos casos, pero también son muy dolorosos. Tenemos fondos para la cultura legislados, son cosas con las que hace 30 años tal vez ni se soñaba. Es de mucha irresponsabilidad. Pero bueno, tenemos herramientas de control.

-¿Cuáles dirías que siguen siendo los asuntos pendientes?

-Sin duda, estar más presentes en el interior del país; también generar un sistema de tutorías, ya que existe una gran demanda en ese sentido, sobre todo a la hora de la formulación de los proyectos. Y de mejorar el presupuesto ni hablemos. Pero sobre todo existe la necesidad de estar más de frente a los creadores, a los hacedores, y tener mucho más abiertas estas puertas.