Empezaron a llegar a la explanada de la Intendencia de Montevideo (IM) ayer, cerca de las 14.00. A las corridas descargaban mesas, cartulinas, pinturas, elementos de cocina y bolsas de tierra. Parecían nerviosos, pero en pocos minutos quedó todo armado: los gurises y los educadores comenzaron a captar la atención de la gente y los invitaron a sumarse a las actividades.

El asunto vino de cocina, poesía, huerta, comunicación y arte, según anunciaban en una convocatoria. “Somos de Tres Ombués, del proyecto Botijas”, respondían los niños, con orgullo, a todos los transeúntes que se acercaban a preguntar.

Adentro, en el atrio de la IM, decenas de escolares y liceales recorrían la Feria del Libro Infantil y Juvenil, y unos funcionarios preparaban un escenario, en el que más tarde las autoridades, nacionales y departamentales, dijeron unas palabras, enel marco de los festejos por el Día del Libro y los 200 años de la fundación de la Biblioteca Nacional.

Pero, mientras tanto, los “botijas itinerantes” de Tres Ombúes -también se hacen llamar así- recitaban poesías, desplegaban una mesa con plantines y se ponían los delantales para amasar unos panes que minutos después meterían al horno. También trajeron humus de lenteja y poroto negro, y queso cremoso de rúcula, todo preparado por los niños.

El proyecto Botijas es una “propuesta educativa y de promoción social” que funciona desde hace 19 años en la zona oeste de Montevideo; forma parte de la asociación civil Andares y está bajo la órbita del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay. Participan, de lunes a viernes, más de 120 niños –las edades van de seis a 14 años-, de los barrios Tres Ombués, Cadorna y Canteras del Zorro; en la iniciativa trabajan maestras, educadores, talleristas y psicólogas.

El primero en arrancar con las lecturas fue Axel, de nueve años: “El aguatero de los sueños llevaba agua a quienes sentían sed mientras dormían. Llevaba el agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en altas copas. Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies. El peine desprendía sueños, con todos sus personajes: los sueños salían del pelo y se iban al aire”. Se lo leyó casi al oído a dos liceales que venían a la Feria del Libro; Axel les explicó que se trataba de un fragmento de “El país de los sueños”, de Eduardo Galeano, y las invitó a dibujar en una cartulina en la escuela algo vinculado a la lectura que recién habían escuchado. Otros niños del grupo, pero del “equipo de susurradores”, leyeron fragmentos de poesía en una especie de tubos, que la gente se colocaba en los oídos.

Uno de los niños detuvo a Ney Peraza, que justo pasaba por el lugar, y le susurró al oído un texto que decía: “Queda una huella honda cuando estás caminando en la tierra”. El músico le agradeció y se fue caminando, con el papelito en la mano.

Sander, otro de los gurises, lleva tres años en Botijas y participa en el proyecto de huertas. Está copado porque hace unos días convenció a su maestra de hacer algo parecido na que viene”, dijo, entusiasmado.

Fernanda Otero, una de las talleristas, estaba contenta con la movida que se generó en la explanada: “Muchos de estos gurises viven en situaciones complicadas y estas cosas son importantes para ellos. Es cierto que son barrios complicado y que hay situaciones de violencia, como en otros lugares. El proble ma es pensar que sólo suceden esas cosas. Eso no es así; pasan un montón de cosas más, que no son tan negativas y que lamentablementeno trascienden tanto. Pasan cosas, sí; por ejemplo, que estos gurises llevan días escribiendo poesías y preparando las lecturas que iban a hacer acá, por el Día del Libro. Para nosotros es importante”.