Durante la mañana las autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) hicieron una recorrida por algunas de las áreas más afectadas en Florida, y allí el ministro, Tabaré Aguerre, aprovechó para recoger dos muestras: una de estiércol en estado sólido y otra en estado líquido. “Si esto fuera de una vaca Hereford, no estábamos en esta reunión”, dijo, mostrando el primer frasco a los productores lecheros convocados por la cartera a presentar planes de tratamiento de efluentes con el fin de preservar la calidad del agua de la cuenca del río Santa Lucía. “El problema se da cuando la vaca, en vez de marrón y blanca, es blanca y negra y viene dos veces al día al tambo y la mitad de sus deposiciones las hace allí, sumamente concentradas”, continuó explicando, mientras exhibía la otra muestra, una mezcla entre la bosta y el agua que proviene del lavado del establecimiento y que finalmente va a parar a los ríos.

La contaminación de la cuenca del Santa Lucía no es novedad. Dos semanas después de asumir, el nuevo gobierno anunció en marzo de 2015 la aplicación de 11 medidas para mitigar el impacto de la contaminación en la cuenca, entre las cuales estaba la que fue presentada el viernes por el MGAP en Paso Severino, Florida: el tratamiento y manejo obligatorio de efluentes en todos los tambos.

El ministerio comenzó con planes en la agricultura y ahora se detiene en la lechería; en una primera instancia, en la cuenca del Santa Lucía, para luego seguir por la zona de Aguas Corrientes, donde está la planta potabilizadora de OSE y la mayor cantidad de tomas de agua, y donde se han detectado problemas “muy importantes” de erosión, según dijo la directora de Recursos Naturales Renovables del MGAP, Mariana Hill.

La principal diferencia con los planes para la agricultura es que, además de evitar que los sedimentos se vayan del suelo y terminen en el agua, se agrega la parte de fertilización. Si bien se pretende que, por un lado, los productores minimicen el tiempo de ordeñe, reduzcan el uso de agua al limpiar las instalaciones y eviten el ingreso de agua de lluvia al sistema de efluentes, también se apunta a que se realice un tratamiento de dichos efluentes.

“Si yo logro poner esto [la muestra líquida] en el lugar donde la vaca Hereford ponía la bosta, resuelvo el problema ambiental y, además, devuelvo los nutrientes, que están exportados de las pasturas a las salas de ordeñe que hoy en día terminan cargando los cursos de agua de fósforo y de nitrato”, continuó explicando el ministro. Consultado sobre la presencia de agroquímicos en los efluentes y sus efectos sobre los suelos, Aguerre reconoció que puede haberlos, pero sostuvo que “el problema que nos convoca hoy es la carga en materia orgánica de fósforo y de nitrato que termina en los cursos de agua”.

“La premisa primera es que el agua no puede llegar al río, sino que tiene que quedar en el suelo”, priorizó el gerente de la Unidad de Gestión de Proyectos de la cartera, Jorge Marzaroli, quien acotó que algunos sistemas comprenden la separación de líquidos y sólidos y la canalización y distribución de estos con irrigadores y tanques estercoleros. Se trata de una adaptación del sistema utilizado en Nueva Zelanda a la realidad de Uruguay, enfatizó.

Al día de hoy 93 productores lecheros han presentado sus planes de tratamiento en la etapa piloto del programa, que inició hace un año y medio: 61 en Florida, 29 en San José y tres en Canelones. En total se estima que hay unos 1.300 productores en toda la cuenca del Santa Lucía, de los cuales sólo 100 tienen más de 300 vacas, y un poco más de 1.000, menos de 125. Unos 800 están ubicados en la zona que va desde el embalse de Paso Severino hasta Aguas Corrientes, y 500 desde Aguas Corrientes al sur.

El problema es “muy serio” para Hill, principalmente porque los niveles de contaminación actual se remontan a “los años 40 o tal vez antes”. Se está procurando “revertir casi 100 años de actividad”. Consultada sobre los efectos de los planes de lechería sostenible, como los llama la cartera, estimó que se verán “a mediano o largo plazo”; “estudios similares en otros países indican un mínimo de diez años” para ver su efectividad.

Los productores contarán con un subsidio del MGAP de 16.000 dólares no reembolsables como máximo, que deberá contemplar no sólo las inversiones en obras y equipos, sino también la operación y mantenimiento de los sistemas. Para Aguerre se trata de la resolución de un problema de anteriores convocatorias, cuando se financiaba la inversión, pero luego no se ejecutaban los planes por la falta de fondos.

La financiación dependerá de la cantidad de vacas. Los productores familiares deberán aportar 20% del total como contraparte, y los medianos, la mitad. Aunque para la inversión inicial, en el primer año y medio, se les prestará 100% y 80%, en cada caso.

El MGAP estableció una primera etapa de cumplimiento para 200 tambos de la zona del lago de Paso Severino que tengan más de 50 vacas en ordeñe, y una segunda para el resto de los tambos de la cuenca, también con más de 50 vacas. Marzaroli advirtió que no se trata de un llamado abierto, sino de una “convocatoria dirigida”. También se podrá contar con un subsidio de casi 2.400 dólares por productor para contratar asesoramiento de un profesional para el diseño del plan.

Para la etapa de compra de maquinaria y obra para los sistemas de tratamiento de los efluentes, el MGAP realizó un acuerdo con Conaprole (que nuclea a 80% de los productores) y la Sociedad de Productores Lecheros de Florida (el restante 20%) de manera que sean las organizaciones las que “gestionen las licitaciones”, explicó Aguerre.

El ministro reconoció que “quizá no sea el mejor momento” para hacer inversiones de este tipo en la lechería, sector que enfrenta una complicada coyuntura de baja de precios internacionales, disminución de compras de mercados clave como Venezuela y Brasil y los efectos de las inundaciones de abril, pero aun así “es necesario hacerlo de una vez”.