-Leí por ahí que te hiciste cantautor en una piscina.

-Fui a un colegio de nadadores y estuve piscina arriba, piscina abajo, hasta que tuve 17 años. Son muchos kilómetros...

-Hace mucho dijiste que, artísticamente, siempre has estado muy solo.

-Al principio me sentía un poquito solo, pero con el tiempo eso ha cambiado. Me he hecho amigo, por ejemplo, de Fermín y de Raül, y pude trabajar con ellos. También trabajo con un payaso catalán, o en el grupo La Pandilla Voladora. Vas encontrando gente, incluso directores de cine como Iñaki Lacuesta.

-Tu carrera empezó en un concurso de cantautores a fines de los 80. ¿Imaginaste que ganarías?

-No, qué va. Fue un error burocrático. Y el rebote fue muy bueno, porque me volví profesional de un día para el otro.

-Pasaste al español con No sólo de rumba vive el hombre [1992]. Hoy, tantos años después, ¿qué implica cada idioma al componer?

-Va variando con el tiempo. Los espectáculos teatrales los hago más en catalán y después los traduzco. Pero hago más canciones en castellano. Aunque ahora compongo muchas para niños, y las escribo en catalán. El libro que publiqué hace poco [España de mierda, 2015] lo escribí en Uruguay y en castellano.

-Después de No sólo de rumba vive el hombre lanzaste un disco con musicalizaciones del poeta catalán José María Fonollosa.

-A mí Fonollosa me cambió porque empecé a presentarme solo y a hacer algo más que cantar canciones. Recitaba, hacía juegos con las luces, estaba en el escenario de otra manera.

-El tema más popular de ese disco [Supone Fonollosa] fue “El lado salvaje de la vida”, tu versión del mítico “Walk on the Wild Side” de Lou Reed.

-Bueno, nunca tuve un tema muy popular. Cuando salió la primera canción en catalán, me hice conocido en Cataluña. Pero después, La rumba anduvo mal, Fonollosa y Veintegenarios también. No fue sacar un disco y volverme conocido. Siempre, con el tiempo, todo ha ido tomando su forma y su sitio.

-Una vez el público coreó tu versión del tema de Reed frente a él. Un momento alto de tu carrera...

-La verdad es que sí, fue muy divertido. Toqué con Reed en un festival aquí, en Cataluña; cuando cantó “Walk on the Wilde Side”, la gente coreaba “lailo, lai” [como en la versión de Pla], y yo me quedé... muerto. Al terminar nos saludamos cordialmente, pero nunca comentamos eso. Yo tampoco soy muy hablador...

-¿Cómo se dio que escribieras tu primera novela en Uruguay?

-Había ido un tiempo a descansar con la familia. Esperaba material para Guerra, me puse a escribir y terminé acabando la novela ahí mismo. Estuve un par de meses y me fui emocionando.

-Se podría pensar que los títulos España de mierda y Guerra son parte de un mismo momento, o por lo menos de una misma actitud creativa.

-Son ideas distintas, aunque, hombre, en ambas estoy yo, ¿no? Supongo que algo tendrá que ver, pobre de mí.

-¿Cómo surgió la idea del espectáculo?

-Se te ocurre, lo piensas un tiempo, se te cruza Raül, se te cruza Fermín y se da el “yo quiero hacer esto”, “yo tengo tiempo”. Vas juntando piezas, y llega el puzle.

-¿Y por dónde va ese puzle?

-Es una visión de los tres, imagino. Pero no sé, no tengo ni idea. Es mi espectáculo más teatral: tiene un argumento de principio a fin, aunque se trate de marcianos. Y hay una dramaturgia, entonces, es un poco diferente. Y estéticamente es más apabullante que los anteriores.

-¿Alguna vez ocupaste el papel de soldado que interpretás en Guerra?

-Nunca he usado términos militares como “sacrificio”, “disciplina”, “constancia” y esas cosas. A veces trabajo 24 horas, porque quiero y me parece bien, pero nunca le he dado ninguna importancia, y en un concierto no voy a ninguna guerra ni a luchar contra el público.

-Pero bien que has arremetido contra los curas, los políticos o los bancos...

-Lo que pasa es que si en una canción insultas a un macarra o a una prostituta, nadie dice nada, pero con un policía es más vistoso. Son instituciones que muchas veces son muy invasivas, y joden. Basta ya, ojalá no existieran. Pero más bien me dan pena.

-Tu opinión sobre la independencia catalana causó revuelo. ¿Te sigue dando “asco ser español”?

-Sí, claro. Hay muchas cosas que me dan asco. No me gustan el rey ni la reina, ni me gustaba ninguno de los reyes anteriores, ni me gusta cómo se gestionan la economía, la sanidad, la educación, la cultura y la investigación. Tampoco me gusta el papel de los curas en la historia española, y si quieres puedo seguir. Pero también tienen cosas ricas para comer.

-¿Crees que la independencia iniciará un cambio de toda esa tradición?

-No, no lo creo. Y no me importa un pito todo eso. Si me preguntan si me gustaría que Cataluña sea independiente, respondo “pues, vale”. Pero si no, tranquilos, que yo llevo 50 años sin serlo. No voy a mover un dedo, y creo que eso es algo que ya está claro. Pero bueno, si nadie quiere verlo, no pasa nada.

-A nivel artístico, ¿todavía es posible crear algo realmente transgresor?

-No lo sé. Yo nunca he querido eso.