La Intendencia de Montevideo (IM) viene desarrollando un conjunto de obras en la Ciudad Vieja, enmarcadas en un programa que abarca varios proyectos y que tiene como objetivo principal mejorar las condiciones de circulación peatonal por un barrio emblemático de Montevideo.

Generalmente en estas obras se visualizan, ya sea desde la crítica positiva o negativa, aspectos estéticos y, en menor medida, constructivos; incluso se habla de los tiempos como elementos fundamentales de las transformaciones de la ciudad. Pocas veces se repara en los aspectos relativos a la accesibilidad de las obras, que entre otras cosas permite o no la participación de un conjunto de la población, que por razones de discapacidad se ve impedido, en este caso, de transitar este barrio emblemático de la ciudad.

Este programa tiene previsto generar las condiciones de accesibilidad física a todo el barrio, generando en esta primera etapa, y como parte de uno de sus varios proyectos, veredas transitables de pavimento continuo, sin baldosas rotas y sin otros obstáculos que le nieguen la libre circulación a cualquier persona con dificultades para desplazarse. Hablar desde la perspectiva de la accesibilidad respecto de este programa es importante para todos, en particular para los que viven la ciudad desde otros lugares que no encajan en la exclusiva y excluyente “normalidad” (económica, sociocultural, estética, etcétera).

La perspectiva de la accesibilidad está presente en las definiciones políticas de la IM; no es un adjetivo de las obras, es sustantiva. Las instituciones, empresas y organismos están obligados a construir la ciudad con condiciones de accesibilidad, se trate tanto de obras públicas como privadas. Y no es un tema de responsabilidad social empresarial; es un tema de ley, es norma, es la sociedad que queremos construir.

Difícilmente un vecino o vecina se cuestione que tener su vereda en mal estado implica para los demás la imposibilidad de transitar de forma segura. Muchas veces al día se manifiestan los reclamos por la situación de las veredas; en pocos casos se denuncia la acción de impedir y generar barreras a la participación en la vida pública de las personas con discapacidad, que transitan la ciudad en una silla de ruedas o utilizando diversas ayudas técnicas para movilizarse. Pero si ampliamos el concepto de accesibilidad, este sector de la ciudad con sus veredas en mal estado es un territorio inaccesible para todos los ciudadanos y para quienes nos visitan. En ocho meses de trabajo sobre las veredas, casi la totalidad de este espacio público por excelencia ha pasado a ser más accesible para todos en nuestra Ciudad Vieja.

Estas reflexiones surgen de la necesidad de poner en palabras estos temas, de apostar al diálogo constante como forma de construir humanidad.

Hace un tiempo acuñamos la idea de que la estética de la accesibilidad representa la ética de una sociedad inclusiva y justa.

Generalmente a los montevideanos nos gusta nuestra ciudad, pero pocas veces reparamos en la mirada de los otros montevideanos que aún no han podido disfrutarla. La Ciudad Vieja será un pequeño paso en la democratización de nuestra ciudad puertas afuera. Ahora comienza la batalla de la vereda hacia adentro de los comercios, para que el disfrute sea más que salir a dar la vuelta manzana.

Federico Lezama, coordinador de la Secretaría de Accesibilidad para la Inclusión de la IM