No sé a quién le gustan los penales. A los que quieren resolver partidos sin seguir jugando o algo así; pero lo cierto es que para unos y para otros, y para nosotros -los que la vemos de afuera-, son series incómodas, de desacomodo, de nervios. Nacional estuvo cerca, muy cerca de conseguir la clasificación a semifinales, pero la falta de acierto en los tres últimos penales lo dejó afuera.

Fue un partido intenso, duro de tragar, en el que los tricolores se arrimaron en dos instancias a dar el paso. Primero ganando por un buen rato, hasta que llegó el empate cuando faltaba un cuarto de hora, y después en la definición por penales, cuando en el quinto remate Santiago Colo Romero tuvo el match point que evitó Agustín Orión.

Estuvo cerca, pero no pudo ser.

Dudas y certezas

Aquella atajada de Esteban Conde a los 5 minutos no sólo fue la llave de las emociones en la Bombonera, sino que fue determinante para el desarrollo del partido, para la posible definición en ese momento de la llave. El arquero de Young debió dar rebote en un remate cruzado y, con la visión obstaculizada, un segundo después hizo una tapada inmensa a Carlos Tévez, quien no pudo creer que no fuese gol.

Mientras voy cargando todos los datos de campo, mi procesador arroja decenas de dudas y un par de certezas. Una de ellas viene de la calle: por Florida, por Lavalle, por Corrientes, por Diagonal Norte, el ritmo de los argentinos es distinto, más intenso, menos cuidado que el de los uruguayos, y hasta que no le agarrás la vuelta te sentís incómodo, inseguro.

Te llevará 20 minutos transitando por ahí poder aclimatarte, y por más que en una mínima licencia de guion acomodé el minutaje a la adaptación, fue cuando Nacional ya había acompasado su tranco, parecía que se adecuaba a lo que quería hacer y allí arrancó una contra con Seba Fernández -un crac- y el floridense Leandro Barcia, que en el momento oportuno mandó el pase rasante para Sebita. El Cata Daniel Díaz, con mucha carpeta en su expediente, quiso despejar y evitar el peligro, pero cuando se tiró hacia atrás estirando su pierna izquierda, él fue el primero en sentir el ¡piff! y supo que aquella globa tendría el peor destino para él. Un segundo después de que sólo el zaguero catamarqueño escuchara el silbato que anunciaba lo peor, toda la Bombonera descubrió que allí en la tercera bandeja había 3.000 hinchas de Nacional que festejaban como locos aquel gol.

Ese gol que no estaba cargado en mi caracú, que no es de ceros y unos, tapó circunstancialmente las dudas y reafirmó la otra certeza: pocos pueblos futboleros pueden sentirse tan identificados con la marca, la neutralización y hasta el “punta y pa’ arriba”, no siempre aconsejable, como el uruguayo.

Entonces las ausencias, muchas, notorias y pesadísimas, quedaron atrás de su solidez como colectivo asumiendo la defensa del partido, y así cerró la primera parte, no sin sufrir un par de paros defensivos, que de milagro no sentenciaron el gol del empate.

No me pidas corazón

Seguramente imaginás lo que es estar en la Bombonera cuando su latido es tan acelerado que da una sensación de desasosiego y no sabés cómo acomodarte. Eso es lo que sintió y vivió Nacional en el segundo tiempo, siempre alejado de cualquier zona de confort, siempre resistiendo el martilleo de la tribuna, el arranque de Pavón, el pistoneo de la hinchada que arranca el “Dale, Boca” en do mayor, los arranques de Carlitos Tévez.

Una y mil veces vimos los planos de un posible contragolpe con los proyectos de Sebastián Fernández, descollante, pero nunca encontró compañía en la casi nula presencia de Léo Gamalho.

Así no hay cuerpo que aguante, y cerca de la media hora, en tres pasos y dos acciones, Pavón venció con un remate cruzado a Esteban Conde. La alegría de su gol fue la tristeza de su destino, porque se sacó la camiseta y sumó una segunda amarilla que dejó a los xeneizes con diez jugadores.

Fue un cuarto de hora final parejo, ya con Nicolás Diente López en la cancha e incluso con Rodrigo Amaral, hasta que, súbitamente, antes de que se cumplieran los 45 minutos, el brasileño Héber López -en un notorio error técnico- terminó el partido. Hubo cuatro cambios, un gol, un expulsado y la lesión de un arquero, y el tipo lo terminó antes de los 45 minutos.

Los penales son siempre un sufrimiento y los corazones laten al límite del paro deportivo que sucederá.

Diego Polenta lo pateó igual que los del clásico y, de tan fuerte, entró. Tévez fue el primero de Boca y a pesar del enorme esfuerzo de Conde, fue gol. Mauricio Victorino le dio duro y al medio. El 2-2 fue de Cata Díaz, pateándosela lejos a Conde. Nacional siguió en la punta cuando Seba Fernández se la picó divina a Orión. Después vinieron las atajadas. Conde se la tapó a Pablo Pérez y Orión a Gonzalo Porras. Tras eso, el arquero de Nacional se la atajó a Insaurralde, y Orión al Colo Romero cuando en sus pies estaba el triunfo; y por fin, en el último penal de la serie, Frank Fabra lo empató.

En el uno a uno Carballo no pudo con Orión, y en el último Carrizo batió a Conde, poniéndole el sello a Boca y deteniendo a Nacional, que ahora pugnará por reacomodarse en el Uruguayo, que ya no depende de él.