Fue la tarde esperada y también la menos pensada. El hincha danubiano se entusiasmó en la semana cuando sus directivos confirmaron a Leonardo Ramos, el último director técnico campeón uruguayo con el club (2013-2014), para asumir la conducción en este mal presente del equipo de la Curva de Maroñas. Pero ni el más fanático imaginó que el retorno iba a ser tan agradable y que la iba a pasar tan bien en la fría tarde dominical de Belvedere. Para Liverpool tampoco fue lo imaginado: tras la seguidilla de puntos conseguidos luego de la asunción de Mario Saralegui, el equipo cayó en un pozo, sumó dos derrotas consecutivas y está con serios problemas en el descenso. Ahora los de Belvedere no dependen de sí mismos para zafar del descenso, sino que deberán ganar y esperar que otros rivales no sumen, lo que configura un panorama complicado.

Ayer todo comenzó bien para los locales: tenían la pelota, abrían las bandas, y la marca escalonada sobre el 4-4-2 planteado por los franjeados daba seguridad. Liverpool no era un ballet, pero estaba haciendo mejor las cosas y sus jugadores se mostraban encendidísimos para enfrentar el partido que los podía hacer crecer en la tabla de abajo. Pero el fútbol es fútbol, y aparecen esas cosas que pueden cambiar el destino de un partido, de un descenso, de un campeonato. Pablo Lima, con su característica buena pegada, puso una linda bocha que la defensa negriazul rechazó. El rebote salió al medio, en contra del manual de estilo, y Leandro Sosa, con un precioso zurdazo, puso el primero para cambiar el rumbo del partido.

Ese gol fue el quiebre absoluto de la historia en Belvedere, porque Liverpool cedió las riendas y el nerviosismo pudo más. Danubio encontró precisión y apareció un equipo muy parecido a aquel al que nos tenía acostumbrado Leonardo Ramos cuando fue campeón: con solidez defensiva, buen manejo de balón, velocidad en las contras y solidaridad en todas las líneas. Sobre el final, Marcelo Tabárez reventó el travesaño e Ignacio González estrelló la bola contra el palo en ese rebote. Punto para el visitante.

Para el complemento el artiguense Mario Saralegui mandó a Juan Ignacio Ramírez y a Nicolás de la Cruz, que en la primera pelota que tocó generó peligro con un pase que rompió las líneas defensivas de Danubio. Era el momento de Liverpool, el piso le temblaba y tenía (sí o sí) que salir a buscar el partido, pero otra vez dos errores seguidos lo castigaron. Los dos goles con los que Danubio sentenció la historia provinieron de tiros de esquina. Primero Pablo Lima la mandó y la defensa de los de la Cuchilla no advirtió la presencia del juvenil zaguero franjeado Renzo Ramírez; con sólo tres partidos en Primera, el pibe metió un rodillazo certero para poner las cosas 2-0. Minutos después, con el local muy dormido, Juan Manuel Olivera apareció solo en el área chica y la empujó, tras otro córner, para el 3-0 definitivo. En estas jugadas también falló Jorge Bava, que se quedó en la salida y se quedó clavado en el arco.

Con varios minutos por jugar, con el todo o nada, Liverpool no encontró caminos para descontar, y la presión pudo más. Danubio, más holgado, se refugió y salió de contra, aunque nunca pudo definir desde la última línea. Ahora los de Belvedere visitarán a Rentistas, en un partido clave por el descenso. Los de Maroñas empezaron una nueva era y al menos abandonaron el último lugar en la tabla del Clausura.