El sueldo debe ser interesante, pero asumir el rol de una nueva encarnación de Han Solo, el personaje más querido de la saga Star Wars, no es del todo envidiable. Es un papel del que Harrison Ford hizo la versión definitiva, y que es vigilado (y será juzgado) con furibundo celo por una enorme legión de fans, no precisamente caracterizados por su tolerancia a las innovaciones en un universo que, paradójicamente, siempre quieren que se expanda pero que al mismo tiempo siga siendo el mismo.

En todo caso, hace un tiempo Disney -actual propietaria de los derechos de Star Wars- anunció que, además de los films de la saga principal, produciría algunos spin offs (películas paralelas a la historia central, pero ubicadas en el mismo contexto y con algunos de sus personajes), de los cuales el primero será Rogue One, una producción de corte más bien bélico -situado en los años anteriores a Episodio IV: una nueva esperanza (1977)- que narra las aventuras de una misión de pilotos rebeldes que se topan con el inolvidable Darth Vader. Pero el segundo spin off será una historia dedicada a la juventud de Han Solo, dirigido por Phil Lord y Chris Miller, los cerebros detrás de la elogiada Lego: la gran aventura -film que contenía más de un homenaje a Star Wars-.

Como evidentemente Harrison Ford no puede interpretar a un Solo veinteañero, se especuló mucho acerca de quién sería el elegido, y el resultado fue poco previsible: Alden Ehrenreich, de 26 años, protagonista de las casi ignotas películas independientes de Francis Ford Coppola Tetro (2009) y Twixt (2011), con un rol importante en Blue Jasmine (2013), de Woody Allen.

Nada con las dimensiones necesarias para hacerlo un rostro reconocible, pero su deslumbrante papel de actor-vaquero en la recientemente estrenada ¡Salve, César!, de los hermanos Coen, lo mostró como un actor dúctil y muy expresivo, capaz de alternar como héroe y comediante; es decir, exactamente lo que necesita un buen Han Solo, además de que la Fuerza lo acompañe.