La nueva estrategia de Trump tiene dos objetivos principales. Por un lado, pretende afectar la imagen de Clinton, que según las encuestas le ganaría en noviembre, si llegan a enfrentarse. Por el otro, busca moderar su propia imagen y mostrar su faceta más seria, alejada de la polémica y los reality shows, y más cerca de lo que busca el establishment republicano en un candidato. Sin embargo, algunas diferencias programáticas entre Trump y el Partido Republicano son casi irreversibles.

En una entrevista transmitida el domingo por la cadena ABC, el empresario dijo que no descarta aumentar los impuestos a los más ricos, dejando de lado el plan fiscal que presentó en setiembre -que promete rebajas impositivas a “todos los estadounidenses”- y rompiendo la política contra los aumentos impositivos que su partido mantiene desde la década de los 90. “Yo estoy dispuesto a pagar más [impuestos], ¿y saben qué?, los más ricos están dispuestos a pagar más”, dijo el domingo. Sin embargo, ayer, en otra entrevista con la cadena CNN, Trump aclaró que si es electo presidente los ricos pagarán menos impuestos que ahora. El plan fiscal que presentó durante la campaña establece un impuesto de 25% para las rentas más altas, inferior al 39,6% que existe ahora. Según el empresario, él está abierto a que esa tasa de 25% pueda incrementarse en futuras negociaciones con el Congreso para tratar de aprobar una reforma fiscal, pero no llegaría a ser tan alta como la actual.

Trump dijo que veía su propuesta original como “un concepto” y que esperaba que terminara con cambios después de las negociaciones con los legisladores. En diálogo con ABC, aseguró que sus prioridades son bajar el peso impositivo de la clase media y de las empresas. En esa misma entrevista, Trump también se mostró favorable a un posible aumento del salario mínimo, una reivindicación con la cual se embanderaron los candidatos demócratas: Bernie Sanders y la propia Clinton.

Desde que Trump quedó solo en la carrera por la nominación republicana, después de que renunciaron los candidatos que quedaban, el partido y el electorado se dividieron entre quienes apoyan al empresario por ser la única opción contra los demócratas, y quienes lo rechazan -los denominados never trumpers, que mantienen la postura de “Trump nunca”-.

Esta semana, con el fin de limar asperezas e intentar unificar el partido, Trump se reunirá con miembros de la cúpula republicana, entre quienes figura el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Paul Ryan, que admitió hace unos días que no está “preparado” para apoyar al empresario. Pero Trump sabe que no es el partido el que lo llevará a la presidencia, sino sus seguidores. “Paul Ryan dijo que yo he heredado algo muy especial, el Partido Republicano. Está equivocado: no lo he heredado, lo he ganado con millones de votantes”, dijo el viernes, en su cuenta de Twitter. Para que esos votantes lo vuelvan a elegir en un eventual duelo con Clinton, Trump tiene claro que necesitará elegir con inteligencia a su compañero de fórmula.

El candidato sabe que la designación del vicepresidente puede ser importante para reconciliarse con muchos sectores de la sociedad con los que se enfrentó en los últimos meses, empezando por las elites republicanas. El empresario mencionó alguna vez como compañero de fórmula a John Kasich, el gobernador de Ohio que abandonó la semana pasada la contienda, un político moderado que agrada a la cúpula conservadora.

Pero también necesita el aval de otros colectivos a los que atacó en el último año, como la comunidad de origen latinoamericano y las mujeres, cuyos votos serán decisivos en las elecciones de noviembre. En determinado momento corrieron rumores de que el senador de Florida Marco Rubio, de origen cubano y candidato del establishment hasta que abandonó las primarias en marzo, podía ocupar el puesto, pero la semana pasada este aseguró que “no va a ocurrir”. Otros nombres que circulan son los de la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, de origen latino, y la de Carolina del Sur, Nikki Haley, de raíces indias. Por el momento, no hay nada definido y Trump ya avisó que anunciaría el nombre en julio, días antes de la convención republicana.

Neutralizar a la oponente

La posibilidad de que Clinton sea la nominada demócrata a la presidencia de Estados Unidos se hace más real a medida que avanza el proceso de elecciones primarias -que finaliza en un mes- y se agranda la ventaja que le lleva a Sanders. Esto convierte a la ex secretaria de Estado en la principal amenaza de Trump. Ante este escenario -la última encuesta difundida el viernes posiciona a la candidata como ganadora de las presidenciales con 61% de los votos-, Trump decidió atacar.

En la entrevista con la cadena ABC, el empresario acusó a la demócrata -que lo describe como misógino y machista- de ser “cómplice” de las infidelidades de su marido, el ex presidente Bill Clinton, y de tratar a las mujeres “de manera terrible”. “Está casada con un hombre que fue el peor agresor de mujeres de la historia de la política y que fue enjuiciado políticamente por lo que sucedió con una mujer”, dijo Trump un día antes en Washington, en referencia al escándalo en la Casa Blanca que involucró a Mónica Lewinsky, por el cual Bill Clinton fue imputado con cargos de perjurio y obstrucción de la Justicia. “Hillary fue cómplice y trató a esas mujeres de forma espantosa. Algunas de esas mujeres quedaron devastadas, no por él, sino por el modo en que ella las trató”, agregó. Estos ataques dejan clara la estrategia del candidato republicano: sugerir que Hillary se contradice cuando protege a las mujeres, para recuperar al electorado femenino, que él perdió por sus repetidos comentarios degradantes.

Hillary respondió a las declaraciones afirmando que no realizará una “campaña indigna”, sino que “desarrollará una campaña sobre los temas que importan”, en una entrevista difundida por CBS. Y enseguida reveló que muchos republicanos anti Trump le manifestaron su adhesión. “Tiendo la mano a demócratas, a republicanos, a independientes y a todos los votantes que quieren a un candidato que realice una campaña centrada en los problemas del país”, concluyó. Trump justificó sus declaraciones sosteniendo que “forman parte del juego político” desde el momento en que “los Clinton aparecen juntos en la campaña”.

Unas horas antes de que Trump atacara a los Clinton, el equipo de campaña de Hillary había lanzado dos anuncios que atacaban al multimillonario por sus posturas radicales sobre los inmigrantes, los musulmanes, las mujeres, el aborto y las armas en las escuelas.

En tanto, el viernes, el presidente Barack Obama llamó a los estadounidenses a examinar el “largo historial” de Trump y a no dejarse llevar por el aspecto de “espectáculo y circo” de la campaña electoral. “Es importante que consideremos seriamente las declaraciones que [Trump] formuló en el pasado”, dijo. Luego se dirigió a todos los candidatos: “Si adoptan una postura sobre temas internacionales que podría amenazar con la guerra o si tiene el potencial de cambiar drásticamente nuestras relaciones críticas con otros países, o pudiera romper al sistema financiero, eso necesita ser investigado”. Finalmente, agregó: “Esto no es un programa de televisión. Esto es una competencia por la presidencia de Estados Unidos”.