“Necesitamos tantos sociólogos y economistas estudiando el tema como médicos”, dijo ayer Thomas Babor, psicólogo, doctor en epidemiología psiquiátrica y asesor en temas de alcohol de la Organización Panamericana de la Salud, que visitó Montevideo para participar en un foro de especialistas en reducción del uso problemático de bebidas, organizado por la Junta Nacional de Drogas de Presidencia de la República.

-¿Hay una necesidad real de reducir el consumo de alcohol en el mundo?

-Sí. El consumo de alcohol tiene correlación positiva con más de 2.000 problemas de salud, que van desde heridas por accidentes de tránsito hasta cáncer de mama y alta presión sanguínea, que afectan a la población. Reduciendo el consumo de alcohol podemos ahorrar dinero en atención en salud. No significa que haya que eliminarlo.

–¿Cómo hay que regularlo? En su país, Estados Unidos, la “ley seca” trajo otros problemas.

-Diez países de Europa también la implementaron. Si nos fijamos en el consumo de alcohol en los primeros años de la prohibición, cuando se impuso con fuerza, hubo una reducción dramática en las tasas de cirrosis de hígado y otros problemas. Gradualmente fue apareciendo el elemento criminal, se empezó a producir alcohol ilegal y se hizo más accesible, así que a los diez años se estaba regresando a los niveles iniciales. Después de la prohibición se implementaron controles estrictos que fueron muy efectivos en mantener bajos los niveles de consumo, así como problemas asociados, por 15 años.

–¿Cómo se evita que aparezca el mercado negro?

-Sólo las regulaciones extremas los estimulan. Creo que la política de control del cannabis que Uruguay está implementando combate el mercado negro con controles estrictos. Va a ser un experimento interesante. Los países que impusieron controles duros -regular los precios, la accesibilidad, quién puede comprarlo y quién no, los horarios de los bares y restaurantes- tienen tasas de problemas asociados al consumo muy bajas. Los países donde los locales cierran a la 1.00 tienen menos problemas que aquellos en los que cierran a las 3.00. Además, si los bares ofrecieran agua mineral, refrescos o algún producto saludable a precios más accesibles, la gente los tomaría más. Esa es una posible política: promover la aplicación de impuestos que favorezcan bebidas y alimentos saludables.

Espirometría colectiva

-90,6%de la población de más de 15 años probó alcohol.

-1 de cada 5 personas presenta algún tipo de consumo problemático.

-2,2% de los usuarios problemáticos solicitaron tratamiento.

-3,7% del consumo total corresponde a adolescentes de entre 15 y 17 años.

-16,9 años es la edad promedio de inicio al consumo.

Fuente: Observatorio Uruguayo de Drogas, 2016.

–En su charla mencionaba el caso de la política de alcohol de Finlandia, que considera muy mala. ¿Qué países son ejemplo de buenas políticas?

-En Finlandia la industria ejerció influencia en el gobierno para que bajara los impuestos. Decían que el libre mercado iba a controlar el consumo excesivo, pero los patrones de conducta con la bebida terminaron cambiando, y se hizo costumbre que la gente tomara hasta la intoxicación como algo habitual. Una buena política es, por ejemplo, reducir los horarios de las liquor stores [tiendas que venden casi exclusivamente alcohol], e incluso cerrarlas los sábados y domingos, como se hace en Suecia, para permitir que la gente planifique su consumo. Suecia y Noruega son países ejemplares en sus políticas de salud.

–Las empresas hablan del derecho al lucro y los consumidores del derecho a la recreación. ¿Dónde se dibuja el alcance que puede tener el Estado?

-Creo que se dibuja donde una industria genera un gran impacto en la salud de la población, en particular entre los jóvenes. Las políticas de control de alcohol se justifican como acciones para prevenir daños, por ejemplo, en los fetos en desarrollo. Muchas veces, las mujeres no saben que están embarazadas hasta dos o tres meses después; si estuvieron tomando, los daños ya están hechos. Además, hay que proteger a los niños y adolescentes frente a imágenes que los estimulan a beber cuando sus cerebros están en desarrollo y no pueden distinguir entre las actividades que los perjudican y las que no. También se justifica el control cuando la publicidad contribuye a la dependencia. Cuando salí del hotel esta mañana vi a un hombre durmiendo en la calle. Esas personas, que muchas veces no tienen trabajo, son particularmente susceptibles al alcohol barato y a las imágenes que estimulan el consumo. Cuando un alcohólico que acaba de salir de un mes de rehabilitación, después de 20 años de consumo fuerte, sale y ve imágenes relacionadas con el alcohol, reacciona inmediatamente. Su cerebro entra en una hiperactividad autónoma, empieza a anticipar el trago y siente una compulsión. Si podemos proteger a estas personas de estas imágenes y de la accesibilidad al alcohol, podemos prevenir que recaigan, vuelvan atrás y, a veces, se terminen matando.

–¿Hay un “bebedor normal”?

-El mejor bebedor es el que no bebe. El concepto de bebedor normal es un continuo: mucha gente bebe no más de dos tragos por día, que no dañan la salud, pero entre la población masculina que supera los dos o tres por día hay un porcentaje, cerca de 20%, de personas que son alcohólicas o que están desarrollando una dependencia fuerte.

–Uruguay aprobó hace poco una ley de tolerancia cero de alcohol en sangre para conductores, y los productores de vino dijeron que no hay evidencia de que los niveles entre 0% y 0,3% afecten las habilidades para manejar.

-Que no haya evidencia no es motivo para oponerse a una política como esa. Una persona puede tener un nivel de entre 0% y 0,3% cuando su nivel de alcohol está bajando o subiendo, y los comportamientos que se generan son diferentes. Cuando está subiendo, es como tomar una taza de café: te sentís estimulado, activo, eufórico, feliz. Cuando llegás a un pico te sentís borracho, y cuando está bajando te sentís somnoliento, deprimido, agresivo, irritable. Si estás activo podés estar más alerta, pero tomás más riesgos al manejar. Cuando el nivel está bajando, te podés quedar dormido. Otra razón para promover estas medidas es que cuando la gente sabe que los niveles son cero, no puede tomar en absoluto, no se arriesga. Mucha gente tiene menos resistencia, y otra toma con el estómago vacío, así que absorbe el alcohol más rápido y aunque sea poco termina equivaliendo a varios tragos. Los efectos de una ley de tolerancia cero superan por lejos el hecho de que tal vez no haya estudios sobre esos niveles en particular.

–Su opinión sobre las campañas de responsabilidad social empresarial [RSE] es bastante negativa: ha dicho que son una pérdida de tiempo.

-Lo que hacen las empresas es darles dinero a las organizaciones comunitarias, ONG y escuelas para que se les asocien, pero las campañas terminan siendo publicitarias y no promueven políticas efectivas. Ese mismo dinero se podría destinar a desarrollar programas de prevención o a pagar más sueldos para que la policía de tránsito haga más espirometrías los sábados de noche. Las campañas de RSE ocupan tiempo en hacer cosas que no ayudan, y promocionan las marcas, porque los logotipos aparecen en todas partes. Se expone a más población a las marcas.

–¿Qué recomendaciones le puede hacer a Uruguay?

-Que intente controlar la accesibilidad al alcohol, porque controlar la publicidad es más complicado, en especial el marketing por internet, que apunta a los más jóvenes. Finlandia acaba de aprobar una ley que prohíbe ese tipo de publicidad por internet; veremos cómo funciona. A las empresas no les gusta, pero el Estado tiene que proteger la salud de su población.