El National Theatre de Londres decidió terminar unilateralmente con una amable costumbre existente desde la primera vez que se imprimió una reseña para alabar o defenestrar una obra: la entrada gratis para el acompañante del crítico. Tradicionalmente, tanto cines como teatros y salas de concierto conceden a quienes se dedican a la crítica de diversas disciplinas una entrada personal y otra para aquel que quieran llevar como acompañante, lo cual nunca fue un derecho pero sí se consolidó como costumbre extendida. Pero a partir de agosto, uno de los principales teatros de Inglaterra ha decidido que, si el crítico quiere quedar bien con alguien o contar con un oído amigo al que susurrarle maldades sobre el espectáculo, entonces que garpe. Los administradores del National Theatre dieron a conocer ese cambio de política con la tradicional elegancia inglesa, mediante una breve notificación al final de su boletín de prensa en la que se leía: “En algunos casos, puede ser posible comprar un segundo lugar. Si va a asistir con un invitado, hágalo saber”.

La excusa del teatro es que, al disminuir la cantidad de lugares para invitados de los críticos, va a ser posible disponer de más butacas para los propios comentaristas, que son los auténticos destinatarios de las entradas gratuitas. Según los portavoces de la institución, esto permitiría ofrecer más entradas a blogueros y otros reseñistas que no trabajan en prensa o televisión. Sin embargo, el crítico teatral de The Telegraph realizó una compleja, elocuente y algo discutible argumentación acerca de la necesidad de llevar un acompañante, alegando que eso aporta un ingrediente crucial para realizar el trabajo. “La necesidad de escuchar a otros, justificar opiniones, y destrozar cosas en los intervalos y luego del espectáculo -algo que casi todos los integrantes de la audiencia hacen, después de todo- es esencial ocasionalmente para mantener perspectiva y controlar las tendencias al egotismo o a ser un aguafiestas”. Otros críticos, menos delicados, simplemente señalaron que la decisión del National Theatre tiene más bien que ver con una sucesión reciente de reseñas negativas de las obras representadas en su sala.