Busqué la dirección en la página, me fijé cómo llegar y fui. Entré con toda la incertidumbre y los temores de alguien que llega por primera vez a un lugar en el que no conoce a nadie. Encontré una respuesta rápida y positiva: “Se reúnen mañana; desde las 10.00 podés venir”, dijo la muchacha de la entrada. Allí estuve, al día siguiente, pasadas las 10.00. Era viernes, y no fue difícil encontrarlos ni entrar. Me encontré con una mesa alargada, rodeada de hombres de entre 60 y 80 años, con una diversa oferta gastronómica: bizcochos, mates, bebidas espirituosas. Uno de ellos hablaba con vehemencia y se preguntaba en voz alta: “¿Cuáles son los pasos a seguir? ¿Qué análisis político estamos haciendo? ¿Nos estamos equivocando?”. Sus compañeros lo escuchaban, callados y atentos. Después de responder y conversar un poco sobre las propuestas recién presentadas, fue mi turno. Compartí mi condición de extranjera y mi intención de entrevistarlos. Saber por qué, cómo y para qué todos los viernes se reúnen los fundadores de la histórica Convención Nacional de Trabajadores (CNT) en la sede de la central sindical, hoy unificada bajo la sigla PIT (Plenario Intersindical de Trabajadores)-CNT. Tenían el orden del día armado, así que concertamos la entrevista para el viernes siguiente.

A primera vista, Eduardo Platero parece un hombre serio. Con voz diligente ordena los encuentros para que todos hablen, para que haya orden en las presentaciones, para poder llegar a acuerdos y tomar decisiones. En este momento le toca presidir la Mesa de Fundadores, parece simple pero no lo es: “Cuesta que me den pelota y ordenen la palabra”. Parece un hombre serio, pero no sorprende que sus ojos se emocionen al responder sobre el nacimiento de la CNT: “En el proceso de unificación nos fuimos conociendo y queriendo, porque vos no hacés acuerdos con aquellas personas en las que no confiás. El proceso de unificación empezó cuando empezamos a aceptar cómo era el otro. Empezamos a ser gente que se quería”.

Esa fue la llave de entrada para hacer un recorrido histórico de más de una hora que me permitiría acercarme a entender la relevancia y la posibilidad de sostener una central única de trabajadores y trabajadoras.

Todos, uno

La última dictadura militar uruguaya, como las de toda Latinoamérica, produjo estragos en el tejido social. Asesinatos, vejaciones; algunos encontraron una salida en el exilio, otros y otras estuvieron presos. Hay quienes continúan desaparecidos. Eduardo Platero fue uno de los tantos sindicalistas encarcelados. Además de su biografía de luchador organizado, fue profesor de historia; vivencias y estudios para compartir sus memorias.

Es difícil de resumir, sostiene, pero la historia del movimiento sindical uruguayo tiene 150 años. Conseguir la unidad fue mucho trabajo, y se logró después de varias décadas.

La historia que Platero cuenta arranca por los primeros 20 años del siglo XX, cuando se produjo el encuentro entre inmigrantes europeos y trabajadores de los incipientes polos industriales uruguayos: Montevideo, Fray Bentos, Juan Lacaze. Con una perspectiva internacionalista, en un período de grandes huelgas, el movimiento obrero se unía por el socialismo, el comunismo, el laicismo y la ideología de clase.

La Ley de Consejos de Salarios, dictada en 1943, es otro hito fundamental. El texto estableció que debía reunirse un consejo tripartito integrado por patrones, gobierno y un referente de la organización más representativa de cada actividad; esto determinó que se unificara a los sindicatos por rama, en vez de hacerlo por empresa. Esta fue, en opinión del entrevistado, una de las primeras grandes experiencias unitarias.

20 años después, en 1961, se fundó la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU), formada por un gran número de sindicatos, de predominancia comunista. “La CTU cumplió un gran papel. Fue la semilla a partir de la cual los sindicatos que no formaban parte acordaron entrar a una unión sindical en la CNT”, sostuvo. Eduardo Platero recuerda con detalle: había dos que querían unirse, pero con ciertos acuerdos. Eran el sector textil, con Héctor Rodríguez, de tradición comunista, como referente; y el sindicato del área gráfica, con Gerardo Gatti, participante fundador del movimiento libertario en Uruguay, desaparecido en Argentina en 1976. Interesados en buscar la unidad, pero con ciertos acuerdos, repite, y enumera. Primero, que no fuera una central “única” con un estatuto rígido. Segundo, que no hubiera dirigentes sindicales rentados: que fueran representantes auténticos de los trabajadores. Tercero, que no hubiera actividad político-partidaria de los dirigentes. Sobre esta base, en 1966 se fundó la CNT.

La CNT funcionó con estabilidad hasta la huelga general, en 1973. A partir de entonces, recuerda el sindicalista, su accionar se fue volviendo más clandestino y sus miembros fueron progresivamente más perseguidos. Entre la dirigencia sindical comenzó a haber presos y exiliados. En 1983, un grupo de sindicatos organizó el primer acto por el Día Internacional de los Trabajadores, con las banderas de “Libertad, trabajo, salario y amnistía”. Así nació el PIT. Eduardo Platero señala el 1º de mayo de 1983 como el primer acto de masas que se hizo en Uruguay desde que comenzó la dictadura; un mojón para el regreso a la democracia. El enero siguiente se realizó un paro general que sorprendió hasta a los convocantes por su masividad. El acto del 1º de mayo de 1984 expresó la unión simbólica entre el PIT y la CNT, bajo la consigna “Un solo movimiento sindical”.

Los cuidadores de la unidad

Como los péndulos, los cambios históricos y personales tienen vaivenes, y en ellos se tejen las transformaciones. Platero lo afirma: “Después de la dictadura hubo momentos de tensión que tuvieron que ver con las diferencias que hay entre quienes estuvieron en la resistencia, quienes estuvieron en el exilio y quienes estuvieron presos”. Recuerda que fueron dos o tres los momentos en que el movimiento sindical estuvo por dividirse. En los años de clandestinidad de la dictadura, la organización y la lucha fueron subterráneas, pero se mantuvieron, y se hicieron visibles nuevamente a partir de 1984. Había llegado la democracia, y los desafíos cambiaban, pero no dejaban de existir.

Platero se detiene. Levanta la mirada, mueve las manos sobre la mesa. Piensa y recuerda: “El peso de los viejos dirigentes sirvió de puente para acercar a las partes y establecer vínculos que permitieran el reinicio de la actividad en conjunto”. Recalca que siempre es importante que haya alguien que acerque a las partes. Los miembros fundadores tienen ese prestigio y esa responsabilidad: ser cuidadosos de la unidad. No pretenden ser una codirección de la dirección sindical, sino estar al servicio de la dirección del PIT-CNT y de la unidad del movimiento sindical. Platero se ríe y dice: “Somos una especie de reserva, por si se rompe algo”. Sus palabras me quedan resonando. Pienso en las veces en que las personas mayores son “la reserva” cuando hay problemas, como si su tiempo sólo fuera ocioso y estuviera a disposición de otros. Regreso, mi entrevistado continúa hablando: “Nos reunimos acá los viernes, discutimos de política y tratamos de ayudar en lo que se pueda”. Y agrega: “Somos solidarios entre nosotros. Somos de lucha, nos unimos para luchar”. Vuelvo a mis pensamientos y me digo cuántas veces nos equivocamos y no observamos todo lo que esos mayores pueden seguir haciendo, aprendiendo y compartiendo.

Compañeros

A lo largo de la entrevista, Eduardo Platero recuerda a muchos de sus compañeros. Uno es Enrique Juan Pastorino Viscardi. “Pastorino se entretenía [en las reuniones] poniendo monedas y haciendo círculos [me muestra moviendo un dedo de modo circular en la mesa] con un pucho, de una marca de cigarrillos que ya no existe, los Oxi Bithué”. Muchas otras anécdotas y nombres aparecen en su relato. Entonces le pregunto por los viernes, qué significan para él los encuentros de los fundadores. Se emociona y me responde que es un encuentro precioso en el que se reúne con los viejos compañeros. Que es de mucha importancia saber que son amigos, que se conocen, que se quieren y, además, saber qué piensa el otro. Hace pocas semanas recordaron a Wladimir Turiansky, luchador incansable por la unidad, según lo recuerda Platero. A seis meses de su fallecimiento, decidieron colgar una fotografía en la sede. En la sala de reunión de los días viernes están los retratos de antiguas integrantes de la mesa: Jorgelina Martínez, María Viñas Sendic y Tota^ Quinteros, ya fallecidas. Entonces Platero comparte una preocupación: el ciclo de la vida se va cerrando para quienes han fundado la CNT; si el espacio queda limitado, pronto la mesa va a quedar vacía. Por eso están promoviendo el encuentro de las cuatro generaciones de militancia sindical, a fin de seguir manteniendo este espacio de personas con experiencia. Además, dice Platero, porque “es un lugar donde podemos expresarnos y sentimos que podemos servir para algo. Ponemos nuestra experiencia a disposición para ayudar. Los viernes, para mí, son un día de fiesta”.