En la recta final de la campaña, la segunda vuelta electoral en Perú se redujo a un solo interrogante: ¿volverá o no el fujimorismo al poder? Esa era la pregunta que se hacían los analistas, la temática central en las entrevistas con dirigentes políticos, la portada de los medios y la herramienta de oro para el candidato opositor a Fujimori. La incertidumbre sobre el retorno del fujimorismo al gobierno también estuvo alojada en el pueblo peruano, dividido entre quienes veían a Keiko como la continuadora de un modelo económico próspero y quienes sólo percibían a la heredera del gobernante autoritario que fue su padre, Alberto Fujimori. La división más o menos pareja entre ambas partes del electorado se reflejó en las últimas encuestas de intención de voto, que ya auguraban unas elecciones reñidas, y en los sondeos que dan un mínimo margen de ventaja a Kuczynski.

El fantasma del gobierno de Alberto Fujimori estuvo presente desde que comenzó la campaña, a pesar de los constantes esfuerzos de la líder de Fuerza Popular por desmarcarse. Muchos peruanos no olvidan que Keiko inició su carrera política junto a su padre e incluso fue su primera dama durante seis años. Fujimori padre dio un “autogolpe” en 1992, por el cual disolvió el Parlamento y suspendió la actividad del Poder Judicial, pese a lo cual fue reelecto en 1995 y 2000. Su gobierno estuvo marcado por graves violaciones a los derechos humanos -incluidos asesinatos, desapariciones y esterilizaciones forzadas-, la persecución a la oposición, niveles disparatados de corrupción y una complicidad con el narcotráfico que años después quedó al descubierto. Alberto Fujimori está en la cárcel cumpliendo una condena de 25 años por estos delitos, y muchos creen que si gana su hija, lo liberará. Pero tal vez es la acusación menos grave contra la candidata conservadora, que pretende acabar con la delincuencia militarizando las instituciones públicas y las calles.

Keiko, que adoptó un tono más agresivo después de pasar al balotaje, prometió “mano dura” para combatir la inseguridad, sacar el Ejército a las calles y construir prisiones a 4.000 metros de altura “sin señal de celular” para encarcelar a quienes cometen delitos graves, según dijo el jueves en el acto de cierre de campaña. Ese mismo día, criticó que su oponente “no tiene la mano firme para luchar contra ese flagelo [la inseguridad]”, y agregó: “A mí no me tiembla la mano, tengo los pantalones bien puestos”. El viernes, en una entrevista a la radio Programas del Perú, Keiko dijo: “Me han dicho que soy autoritaria y eso es falso, nunca he dado signos de autoritarismo”. También insistió en que, con ella, “la democracia no está en riesgo”.

Sin embargo, para algunos oponentes políticos los vínculos con el narcotráfico y las denuncias por corrupción que rodean a la mayor de los hermanos Fujimori pesan más. En los últimos días, la candidatura de Keiko se complicó por una denuncia que vincula al ahora ex secretario de Fuerza Popular y uno de sus principales financistas, Joaquín Ramírez, con una investigación por lavado de activos del departamento antidrogas de Estados Unidos. El caso también involucró al candidato a vicepresidente de Fujimori y ex ministro de Agricultura del gobierno de su padre, José Chlimper. La dirigente defendió tanto a Rodríguez como a Chlimper y atribuyó estas denuncias a una campaña de “desprestigio” en su contra.

Los antifujimoristas y, en los últimos días, el propio Kuczynski, denuncian también que de los 11 congresistas de Fuerza Popular que fueron electos en abril, cinco son investigados por conexiones con el narcotráfico. Una de las consignas de estos sectores que rechazan la presidencia de otra Fujimori, y que tomaron fuerza durante la última semana, es justamente “No al narcoestado”.

Quienes apoyan a Fujimori recuerdan cómo su progenitor logró ganarle unas cuantas batallas a los grupos guerrilleros en los 90 y sentar las bases del crecimiento económico del país. Keiko tiene el apoyo de los sectores más marginales, a los que visita desde que perdió las elecciones en 2011, algo que impulsó la presencia del fujimorismo en zonas que nadie más recorrió fuera del calendario electoral.

La alternativa

Del otro lado del tablero está Kuczynski, que aunque nunca estuvo envuelto en escándalos de corrupción y tiene la experiencia política, no logró conquistar a los sectores más pobres, que lo rechazan por su cercanía con el empresariado. “No soy candidato de los ricos”, dijo Kuczynski el jueves en su acto de cierre de campaña. “Por eso te pido que el domingo, hasta en la última mesa, hasta en el último voto, votes por la democracia”, agregó.

Además, muchos creen que el líder de Peruanos Por el Kambio, de 77 años, ya está viejo para gobernar, un factor por el cual varias veces fue atacado durante la campaña. Kuczynski se defendió el jueves. “Dicen que estoy viejo, es cierto, pero el coco me funciona, la experiencia me funciona y si me pasa algo, tengo dos pólizas de seguro: Martincito y Mechita”, dijo, en alusión a sus dos candidatos a vicepresidentes, Martín Vizcarra y Mercedes Aráoz.

El economista repitió durante toda la campaña que, como ministro de Alejandro Toledo, logró recuperar la economía peruana de la crisis y la corrupción que dejó Alberto Fujimori, aunque sus rivales lo acusan de haber actuado según la voluntad de los lobbies en esa época. A Kuczynski le atribuyen, por ejemplo, haber brindado beneficios tributarios a empresas extranjeras y adjudicado “a dedo” la explotación del gas de Camisea, uno de los yacimientos más grandes del país, ubicado en el sur.

Para algunos, el dirigente es sólo la única opción que tienen los peruanos para frenar el regreso del fujimorismo al gobierno. De hecho, la mayoría de los políticos que apoyaron su candidatura, como los ex candidatos Verónika Mendoza y Julio Guzmán, aclararon que sólo lo hacían para cerrarle el paso a Keiko, y que no respaldarían a Kuczynski en un eventual gobierno. De todas formas, incluso si los sondeos se confirman y el líder de Peruanos Por el Kambio gana la presidencia de Perú, no podría ignorar a Fujimori, ya que su partido logró una mayoría absoluta en el Congreso unicameral (73 escaños de 130) en la primera vuelta electoral.

Los conteos de hoy muestran un empate virtual entre ambos candidatos, aunque el candidato PPK tenía una leve ventaja: según datos primarios de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, Kuczynski alcanzó el 50,6% de los votos y Fujimori el 49,4%. Los conteos rápidos de la consultora Ipsos arroja 50,5% a 49,5%, mientras que los números de GfK son 50,8% a 49,2%. “¡Gracias, Perú! Seguiremos con respeto los resultados oficiales”, tuiteó anoche Kuczynski, mientras que Fujimori publicó “¡Estamos optimistas y le damos gracias al Perú por su apoyo!”.