-¿Cómo planificaste este ciclo olímpico y cómo, al final, lograste la clasificación cuando menos lo esperabas?

-En la mitad del ciclo olímpico hice un cambio de categoría por recomendación de mi entrenador. Pasé a entrenar en menos de 100 kilos. Había hecho un par de competencias en 90 kilos, me metí en la de 100 y me fue mejor. Fue entonces que tomé la decisión de seguir el ciclo en la categoría de 100 kilos. Me perdí de puntuar en las primeras competencias, pero en definitiva, a la larga, los resultados en 100 eran mejores, entonces compensaba. Para clasificarse a los Juegos Olímpicos se toman en cuenta los resultados de los últimos dos años de competencias, de mayo de 2014 hasta mayo de 2016. Yo di un período de ventaja y arranqué en febrero de 2015 con mi primera competencia. Empecé con los open de Montevideo y de Buenos Aires, el Panamericano de Canadá, y empecé a sumar puntos. Tuve un muy buen primer año y quedé como el segundo mejor uruguayo en el ranking internacional. Una vez ahí, me propuse apostar las fichas a seguir en ese nivel. Me puse mucho más a pleno físicamente, subí más de peso. Fuimos a Lima y a La Habana con mucho sacrificio. Fue pasando el tiempo y me quedé en ese segundo lugar de Uruguay. Cuando faltaba una competencia, el que prácticamente estaba clasificado, en la categoría de 81 kilos, era mi hermano, pero en el último Panamericano, en La Habana, se dieron resultados extraños, todo se dio vuelta y quedó una situación en la que dependíamos de un resultado externo, en una competencia en Kazajistán y otra en Azerbaiyán. Mi hermano estaba clasificado por el cupo continental, pero tenía que esperar a ver lo que pasaba con otro atleta y, en caso de que no mantuviera su lugar, eso liberaba el lugar para mí. Esto cerraba el 29 de mayo, y lo que pasó fue el 5 de mayo. Fue un momento raro, porque era como que se abría la oportunidad de uno y se cerraba la del otro; una situación extraña. Al final quedé clasificado por el cupo continental de América. Es raro, porque vos entrás al sitio web de la federación internacional y en la página de Uruguay dice: “mejor atleta: Mikael Aprahamian, atleta clasificado: Pablo Aprahamian”.

-¿Cómo ocurrió eso?

-En judo van en cada categoría los 22 mejores del mundo y dos de cada continente. Dependés de quiénes sean, de América, los que se metan entre los mejores del mundo. Lo que pasó específicamente fue que en la categoría de 81 kilos el argentino estaba 21º del mundo, y hasta ahí Mikael era el segundo de América. Después de una competencia el argentino baja y pasa a ocupar él un cupo continental. Mikael estaba desgarrado y ni siquiera pudo participar en estas últimas competencias. Tenía que esperar que los de abajo no lo pasaran, pero lo pasaron. Además, en mi categoría yo estaba tercero y pasé a quedar segundo.

-¿Cómo manejaron esa situación en el ámbito familiar?

-Fue todo un tema, porque es una alegría y una amargura a la vez. Yo estaba súper alegre de que mi hermano fuera a los Juegos, y siempre lo apoyé en todo. Ver cómo esa ilusión se cae, pero a la vez aparece mi propia ilusión, fue sorprendente. No es que no fuera buscado, pero dados los últimos resultados, todo indicaba que iba a ir él. Yo sabía que había una muy remota chance y que iba a luchar por ella. Pero después de los últimos seis meses, en los que él estaba clasificado, la mentalización en la familia era esa. Yo había pasado esa etapa de tristeza. Un día, de un momento para el otro, eso cambió y tuve que volver a cambiar la mentalidad.

-¿Cómo esperás que sean los Juegos?

-Voy a vivirlo en los dos aspectos. Por un lado, disfrutar de ese ambiente internacional, competitivo, de unidad, de festejo deportivo, con todo lo que eso conlleva; por otro, la competencia. Estamos entrenando muy duro desde hace mucho tiempo, y ahora mucho más, para poder llegar en las mejores condiciones y obtener el mejor resultado posible.

-¿Cuáles son los próximos pasos en la preparación?

-Viajo ahora a Europa, a España, para hacer una escala antes del Grand Prix de Budapest. Ahí arrancan lo que se llama “campos de entrenamiento”. Después de eso vuelvo a España para el stage de Casteldefels. Es uno de los campos de entrenamiento más conocidos del mundo, en el que vamos a participar para agarrar ritmo de competencia. Esta instancia, en particular, tiene como finalidad competir, medirte y estar con los mismos deportistas que van a estar en los Juegos Olímpicos. Es fundamental para estos stages que sea un año olímpico, no porque sean más fuertes, sino porque van todos los competidores, y todos con el mismo objetivo: los Juegos Olímpicos. La preparación es específica, intentan no lesionarse; es la puesta a punto que se hace unos 20 días antes de los Juegos.

-Cambiaste de categoría. ¿Ya conocés a todos tus rivales?

-Con internet y la tecnología, antes de una competencia, entro en el perfil y tengo las últimas diez o 20 luchas de cada uno. A muchos ya los conozco, porque los que hacemos judo miramos peleas todo el tiempo y hay un conocimiento general de los rivales. Capaz que estoy en mi casa, pongo Youtube y veo el abierto de Miami o de París. Ahí ya tenés a algunos estudiados, porque los ves. El trabajo que vamos a hacer en estos días es, dado que ya tenemos la lista de clasificados, un estudio particular de cada uno de los atletas.

-¿Cómo se sustenta esto?

-Ahora, con fondos propios. Tenemos alguna ayuda de privados que se han acercado con el tema olímpico: Under Armour, DirecTV, y también se están haciendo gestiones en la federación con la Fundación Deporte Uruguay y el Comité Olímpico Uruguayo por la preparación olímpica. Se ha retrasado un poco, por eso hemos tenido que reprogramar algunas cosas.

-O sea, ¿lo hacés a impulso propio y después ves si recuperás?

-Todo está planteado para que se concreten las partidas. Por otro lado, la ayuda de los privados ha ayudado a arrancar. Probablemente no haga el campo de Budapest, porque vale 500 euros y me quedo en España, donde no pago nada. Veremos si en estas dos semanas hay alguna novedad y si me puedo inscribir. De todas maneras, el plan B no es malo. También me hubiese gustado ir antes a un campo de entrenamiento olímpico que se hace en Croacia, en vez de ir a España, pero no lo hicimos. Vamos por España porque queda de camino, porque hay buen nivel y porque en ese club hay tres atletas clasificados a los Juegos. ¿Es lo ideal? No. Hubiese estado bueno ir a Croacia, luego a Budapest, pero eso tiene sus costos.

-Hubo judokas uruguayos clasificados en 2000 y 2012. ¿Qué tan posible es volver a clasificarse en 2020?

-El sistema de clasificación cambió a partir de Londres, y favorece a algunos países. Yo creo que para Tokio 2020 va a haber un atleta uruguayo. Si mantenemos este nivel, me parece que una cuota continental se puede conseguir. Esperemos que sea así. El ranking consta de, tomando en cuenta los últimos dos años, las mejores cinco competencias de cada año. Entonces estaría bueno que los atletas que puedan vayan a cinco competencias del circuito mundial. Hay que aprovechar las que son cerca, ir a los abiertos de Lima, de Buenos Aires, de Santiago, que dan los mismos puntos que el de Austria. Pero hay que planificarlo con más tiempo, hacerlo de antemano. Y si luego hay algún atleta que se esté destacando, es fundamental darle una mano para que pueda participar en las competencias más importantes.

-Además, la clasificación da un impulso. ¿Desde dónde podría seguir creciendo el judo?

-Cuando yo era más chico, había muchos niños que hacían el deporte. Después no sé realmente qué pasó, pero hubo una baja importante. Hoy ya se están volviendo a ver niveles de bastantes atletas en las competencias de menores y de juveniles que hace seis años que no se veían. Hay que seguir laburando en eso. Los más grandes tenemos que mostrar y dar el ejemplo a los más chicos, y a ellos hay que apoyarlos. Hacer la cosa entretenida, que tengan un referente, que puedan competir en un Sudamericano. Son cosas que parecen pequeñas pero que dan mucha motivación.