Para eso está la cancha: para resurgir. Una chance le bastaba a Peñarol para ser el campeón del fútbol uruguayo. Dado el valor agregado de haber ganado el Apertura y la tabla anual, esa chance era ayer, y el carbonero la aprovechó. Fue un partido intenso, con variantes en la conducción del fútbol, que el equipo mirasol dominó de a ratos gracias al buen manejo de la pelota de Diego Forlán y Federico Valverde, pero que también sufrió ante un Plaza Colonia que jugó bien y casi tuvo el encuentro para sí. Peñarol tenía una deuda consigo mismo y (se) la pagó en la final, esa clase de partidos en los que sólo sirve ganar.

En el fútbol la pelota suele ignorar la lógica. A veces, pica y obedece; otras, pica y traiciona.

El carbonero, que jugó mejor el primer tiempo, lo que se evidenció en el manejo de las situaciones ofensivas de que dispuso, pese a que nunca dio muestras de solidez defensiva, no convirtió en los 45 minutos iniciales porque el palo le dijo que no a Diego Forlán luego de un tiro libre y porque en el mismo rebote la pelota le picó atorada a Diego Ifrán, que se la llevó puesta. Fue la única chance clara de la parte inicial; durante el resto de ese período, uno y otro equipo naufragaron en buenas intenciones.

Peñarol tuvo una intención notoria que convirtió en costumbre: no dejar jugar a Nicolás Milesi, hábil doble cinco encargado de la creación de Plaza, y controlar de cerca a Nicolás Dibble. Le salió bien durante casi todo el partido; las dos veces en las que no lo consiguió, los patas blancas contaron con sus mejores oportunidades de gol. La primera fue adentro: gran corrida de Dibble por la derecha, centro al medio, el argentino Germán Rivero no pudo controlar y Alejandro Furia marcó el 1-0 entrando por la zurda. La segunda pudo ser sentencia: Dibble, esta vez por la izquierda tras un buen contragolpe, desperdició su oportunidad con un tiro que se fue ancho. Iban 78 minutos y lo que pudo ser el 2-0 para Plaza fue, un minuto después, el 1-1. Tras un saque de arco de Gastón Guruceaga, el colombiano Miguel Murillo encaró por la izquierda, metió un buen centro y Rossi empató el partido. Del mal sabor de la angustia los aurinegros pasaron a la excitación de la euforia. Ese momento fue clave y constituyó un punto de inflexión de una historia que se cuenta así, tal cual es, hoy.

El alargue recibió a los dos equipos bastante cansados. El mediocampo pareció una autopista de libre tránsito. Plaza Colonia tenía dos cambios para hacer y el entrenador mandó ambos. De ese modo, se produjo el otro momento clave del juego: la expulsión de Germán Ferreira, zaguero de los colonienses, que golpeó en el rostro a Mauricio Affonso y recibió roja directa. Si habrá sido clave: el último cambio de Plaza fue a los 106 minutos, la expulsión a los 107 -los colonienses debieron reformular la línea de cuatro final con Mariano Bogliacino como central- y el gol para Peñarol cayó a los 108, cuando Maxi Olivera le pidió unos segundos al cielo para cabecear la bola tras un medido centro de Forlán. En el poco tiempo de reacción que tuvo, Plaza dejó espacios atrás y Affonso convirtió el definitivo 3-1, que no dejó escapar el premio grande (de un semestre pobre, pero qué importa ahora).

No siempre es malo que los campeonatos culminen. Una pelota puede demorar meses en llegar a su destino. El fútbol siempre depende del tiempo. Y una forma del recuerdo es gritar campeón, el más glorioso momento que este deporte ha inventado.

Panorama copero

Tras la finalización del Campeonato Uruguayo, quedó definido el panorama de equipos que jugarán las próximas competencias continentales. Peñarol, por ser el campeón, jugará la Sudamericana que se disputará en el segundo semestre de este año y la próxima edición de la Libertadores. Nacional y Cerro también jugarán la Libertadores, con la salvedad de que los tricolores ingresarán directamente en la fase de grupos y los albicelestes tendrán que disputar la primera fase del torneo. La Sudamericana de este año, la jugarán, además de Peñarol, Plaza Colonia, Fénix y Wanderers.