-Faltan cerca de dos meses para Río de Janeiro 2016. ¿Cuál es tu planificación previa a los Juegos Olímpicos?

-Hasta el 15 de junio voy a tener semanas de entrenamiento muy técnico en Valencia. Vamos a probar material, porque me llegan cuatro velas nuevas y tengo que ver cómo sacarle el mayor rendimiento a cada una. Después vuelvo a Uruguay, y entre el 20 de junio y el 24 de julio voy a estar en Río entrenando, porque quiero conocer bien la cancha de regatas. Después de eso voy a cortar los entrenamientos, y después ya vienen los Juegos.

-¿Sos de relojear el tiempo para las regatas? ¿Lo vas a hacer a medida que se acerque la fecha de la competencia?

-No suelo hacer eso, porque a veces los tiempos son muy generales y no son específicos de la cancha en sí. En Río tenés una cancha que se llama Pan de Azúcar, que está justo abajo del Pan de Azúcar, y el viento ahí es un lío; nadie entiende nada, no hay pronóstico que valga. También hay mucha corriente. Adentro de la bahía de Guanabara va a estar muy difícil, por eso lo mejor es ir antes y obtener toda la información posible.

-¿Cómo funciona el centro de entrenamiento donde estás viviendo en Valencia?

-Lo que hay ahí es un centro exclusivo de la clase finn en el que se queda gente que está en la misma situación. La mayoría son europeos y sudamericanos. Entre nosotros y los países de Europa que no tienen muchos recursos o desarrollo ni muchos competidores de buen nivel se armó el centro de entrenamiento, que nos sirve a todos. Cada uno paga por mes determinada cantidad de dinero que le da derecho a dejar los barcos, dormir, cocinar, usar el gimnasio, nadar en la piscina. Cinco de los que estamos vamos a competir en los Juegos Olímpicos.

-¿Estar ahí te ayudó a adaptarte al cambio de barco, de láser a finn?

-Sí, fue una suerte caer en Valencia. Vivía en Barcelona, terminé la carrera de educación física, cargué todo en la camioneta y me mudé. Cambiar de bote fue un viaje, fue muy duro. Para peor, me lesioné en la espalda, en un lugar en el que estaba sentido desde que competía en láser. Una hernia de disco me tuvo un año fuera, y el año pasado me lesioné la rodilla. Yo soy medio loco con el entrenamiento; a veces no escuchás a tu cuerpo, que se va desgastando, y seguís dándole hasta que te dice: “Bueno, flaco, ahora te comés esta lesión”. Esa tendinitis en la rodilla izquierda me jodió porque no pude participar en unas regatas importantes, una de ellas en Río de Janeiro. En julio me empezó a doler bastante y estuve parado, casi sin entrenar, hasta que me recuperé, a mitad de setiembre. Además, todavía no había obtenido la plaza para los Juegos: recién clasifiqué en noviembre, cuando fui al Mundial de Nueva Zelanda.

-Esta nueva clase que elegiste te requiere subir de peso para ir bien con el barco. ¿Cómo hacés esa transición?

-Ahora peso 96 kilos, o sea que estoy dentro del ideal, que es entre 95 y 100. A principio de año estuve comiendo muchas grasas para aumentar de peso, porque mi cuerpo tiene un metabolismo alto y quemaba todo; necesitaba subir y comía cualquier cosa. Ahora que alcancé el peso volví a comer sano.

-Convivís con atletas que van a competir, vas a ir a acumular información y estás preparándote para llegar de la mejor manera. ¿Cómo imaginás los Juegos?

-Van a ser muy complicados. Son 24 barcos, y van a ser regatas muy apretadas. Sacando cuatro o cinco, hay 17 o 18 que estamos para meternos entre los diez primeros, porque el nivel es muy parejo. Hay uno que puede estar despegado, el inglés Giles Scott, que viene ganando todo desde hace dos años, aunque este año quedó segundo en Palma de Mallorca. Pero en Río hay poco viento y esa es una condición que a él lo desfavorece, entonces se va emparejar aun más. Creo que el factor suerte va a estar presente.

-¿A qué te referís con suerte?

-Por lo general, basás tus decisiones en la información previa que recogiste, en las pruebas que hiciste antes de la regata y en las previsiones sobre de qué lado estás favorecido por el viento. Pero capaz que 20 minutos después está entrando una rachita de viento por el otro lado y los que tiraron para ahí despegan. Si los locos son buenos y corren bien, es difícil alcanzarlos. Hay que estar ahí, levantar la cabeza todo el rato en la regata. Si largaste, están todos parejos y tu intención era ir a un lado, pero ves que por el otro se está acercando viento, podés cambiar el plan de regata. Es difícil, tenés que tener huevos y estar 100% seguro de que por ahí va a estar bien.

-¿Estás como querías para estos Juegos?

-No. Estar como quiero hubiera sido tener un barco nuevo y un par de palos nuevos más, pero tuve que priorizar. Nos dieron apoyo, pero no cubría todo el presupuesto. Tenía una gran necesidad de comprar un barco nuevo, pero lo que tengo está bien. El barco y el palo están bien; es el material que tengo, y tengo que hacerlo rendir como sea. Un barco hubiera costado entre 17.000 y 18.000 euros. Un mástil, otros 5.000 euros. Lo ideal hubiera sido tener dos barcos, porque ya cargué el mío en un contenedor para que viaje a Río y me quedo sin nada para entrenar en Valencia. Tengo que alquilar uno, cuando podría tener dos y probar el que más me gusta para mandarlo a Río. No fui al Mundial para poder estar tranquilo con el presupuesto, poder ir a Río tranquilo y comprar las velas que quisiera. Si no entrenara en Río, tendría plata para comprar todo, pero perdería la posibilidad de ir a entrenar al lugar donde se desarrollará la competencia. Lo hablé con mi entrenador y decidimos no comprar el barco nuevo y no ir al Mundial para poder ir a Río a entrenar, comprar velas y ajustar el material que tengo.

-¿Esto te cambia las perspectivas?

-En cierta medida la perspectiva cambia, porque cuando yo conseguí la clasificación, en noviembre del año pasado, venía bien, estaba ahí. Tenía la confianza de que podría contar con un buen presupuesto para este año, que me permitiría comprar el barco nuevo y probar todo con antelación, pero no lo pude hacer. Ya está, es así. No pretendía que me dieran todo el presupuesto ni mucho menos, porque también sé que hay otros deportistas que necesitan apoyo. Teniendo en cuenta el antecedente de Londres 2012 y mi objetivo para esta ocasión, pensé que podría haber habido un poco más de plata.

-¿El dinero estaba prometido o nunca estuvo?

-Prometido no estaba. El tema de la vela es que tiene el quilombo de que la federación no es la autoridad nacional. La autoridad nacional es el Yacht Club Uruguayo, que se maneja con el COU [Comité Olímpico Uruguayo]. Después está la Federación Uruguaya de Yachting a Vela, que se maneja con la Secretaría [Nacional del Deporte]. El presidente del Yacht me contó que estaba fijado un monto histórico de apoyo para la vela y que la prioridad iba a ser yo. Me quedé tranquilo, y luego, cuando se hizo la distribución, me la comí, porque si tenemos en cuenta todo el presupuesto de 2016, se olvidaron del apoyo que recibieron Lola [Moreira], Mariana [Foglia] y el Oveja [Pablo Defazio] para ir a Miami, que no fue menor. En su momento estuve bastante caliente, pero ya lo digerí.

-Así y todo, Uruguay en vela se posicionó en un gran nivel debido a las participaciones internacionales, y vos sos uno de los responsables de que eso ocurriera. ¿Cómo lo analizás?

-El nivel que Lola tiene ahora es muy bueno. Es bastante joven y ya se está codeando con las mejores. Además, la vela ha ganado difusión. La gente conoce más, está mejor informada, y eso lo veo bien. Me gustaría que navegara más gente, que hubiera más apoyo de empresas privadas, porque este es un deporte caro, demasiado caro. Hay gente joven motivada y eso es lo más importante: que estén el recambio y la motivación. Que en los Juegos Olímpicos Uruguay compita en tres categorías olímpicas en este deporte hace que la gente de vela esté más pendiente. Estoy seguro de que para los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020 alguna categoría más se va a subir a la carrera por clasificarse.