Si bien los promedios muchas veces resultan representativos de un conjunto de datos, esto no ocurre en el caso de América Latina, que con su característica heterogeneidad a veces anula la intención de reducir todo a un número. En efecto, “las perspectivas de crecimiento se han bifurcado”, anunció De la Torre; por un lado, se espera que la mitad norte de la región -México, América Central y el Caribe- crezca en 2016 a un ritmo de 2,5%, mientras que, por otro lado, América del Sur se contraería 2%.

Pero incluso en América del Sur el panorama no es parejo. “No todos los que disfrutaron las bonanza enfrentan hoy las mismas consecuencias de su caída”, afirmó el economista del BM: mientras que países como Venezuela y Brasil enfrentan “fuertes recesiones”, a otros, como Perú, e incluso Uruguay, “les va mejor” y “se separan del promedio”.

Explicó que la región enfrenta ahora cuatro dilemas, correspondientes a los frentes monetario, fiscal, externo y social. “Los países exportadores se debaten entre estimular y ajustar; lo que queremos hacer no es lo que podemos hacer. En lo monetario, quisieran bajar la tasa de interés para estimular la economía, pero necesitan subirla para controlar inflación. En cuanto al aspecto fiscal, hay una intención de sostener el ritmo del gasto, pero también de reducir el déficit. En el ámbito externo, a los gobiernos les gustaría que las empresas siguieran importando, pero eso no es posible. Por último, el lado social es el que más se está complicando: nos gustaría ver un mercado de trabajo que genere empleo, pero la realidad es que en muchos casos se debería permitir, de alguna manera, que los salarios reales caigan para que el empleo no se deteriore en demasía”, analizó.

Espejismos

Como exportadores de materias primas, los países de América Latina son “los más expuestos del mundo a las turbulencias de los commodities”. Esta vulnerabilidad cíclica llevó a De la Torre a concluir que la desaceleración actual de la región comparte una característica con otras del pasado: llega en un momento en el que la demanda interna se hace “insostenible” a causa de la “escasa capacidad de ahorro” de la población y de los gobiernos.

Según De la Torre, lo que sucede es un “espejismo”; la “ganancia inesperada” proveniente del aumento “pasajero” de los precios de los commodities, que hace crecer los términos de intercambio de los países, se traduce en un mayor poder adquisitivo de las personas y genera “un exceso de demanda [porque el aumento del gasto es proporcionalmente mayor a la estimulación de la producción], que recalienta la economía, abre el déficit externo y aprecia la moneda”.

A su vez, esta apreciación del tipo de cambio real genera otra “ganancia inesperada”, porque una moneda más fuerte le permite a la población comprar más cantidad de servicios externos sin aumentar la producción ni la productividad del país.

Con relación a Uruguay, De la Torre consideró que “evitó un crecimiento desmedido del gasto público total, pero experimentó a su vez un fuerte aumento del tipo de cambio real, que parece ser el factor más desestabilizante”. “Uruguay se desendeudó y profundizó el uso de la inversión extranjera directa, distribuyendo la bonanza entre inversión en activos líquidos y físicos”, con lo que compensó su tasa de ahorro estructuralmente baja, que si bien “se debilitó aun más durante este último ciclo”, no provocó un aumento de su prima de riesgo. Por eso, consideró que “es uno de los países que en menor medida pierden acceso a los mercados internacionales”.

Visiones de consumo

Invitado a comentar la presentación, el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, dijo que comparte “la filosofía y el enfoque de poner la mirada en el ahorro”, pero distanció el caso uruguayo de lo que ocurre en el resto de América Latina: “Cuando todo subió, nuestros términos de intercambio subieron poquito. Y cuando todo bajó, también lo hicieron en reducida dimensión”, afirmó. Reconoció, no obstante, que los indicadores macroeconómicos se comportaron “como los de países que tuvieron grandes shocks *favorables”, producto de que lo vivido no fue sólo un *shock externo, sino también parte de las fases de los ciclos.

El director de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Andrés Masoller, consideró que Uruguay “no registró un espejismo, como ocurrió en otros países”, sino que, por el contrario, “las ganancias del país en términos de productividad son permanentes”. “Creo que es bastante injusto decir que Uruguay -aunque sí lo hicieron Argentina y Brasil- verificó un boom de consumo”, afirmó. Sostuvo, además, que “el impulso de la economía provino, en particular, de la inversión de la productividad total de factores, que explica la mitad del crecimiento de los últimos diez años” y que “el consumo hoy está 8 puntos por debajo del guarismo de 2002”. “Tampoco fue un crecimiento hacia adentro, sino balanceado; Uruguay aumentó fuertemente su participación en el comercio mundial”, agregó.

Por su parte, el que fuera presidente del BCU durante la crisis de 2002, el colorado Julio de Brun, coincidió con los anteriores en que el ciclo de commodities *es “distinto para Uruguay que para otros países de la región”, ya que este es “tanto importador como exportador” de estos productos, por eso la ganancia en términos de intercambio por el *boom fue moderada, de alrededor de 3%, en los últimos cinco años.

En otro frente, Javier de Haedo, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto durante el mandato del nacionalista Luis Alberto Lacalle, dijo que “se gastó mucho más que lo que ingresó”, ya que el aumento del primer indicador en la última década fue de 80%, mientras que el del Producto Interno Bruto (PIB) creció 50%. Coincidió con los demás expositores en que el aumento de la demanda no fue por vía del crédito.