“La ocupación me abrió los ojos a la política. Muchos alumnos que eran considerados los peores de la clase se pusieron a lavar los pisos del liceo. Las ocupaciones cambiaron la forma de relación de los alumnos, profesores y padres, e incluso del barrio, con los liceos”, dijo Lincoln Oliver, estudiante del centro estadual de educación secundaria Heitor Lira, del barrio de Penha, en Río de Janeiro.

Cuando recibí una invitación para dar talleres en un centro ocupado no sabía con qué me iba a encontrar. A esa altura, unos 70 liceos de enseñanza secundaria estaban ocupados por sus estudiantes, un proceso que estalló en el estado de Río de Janeiro como forma de apoyo al paro de profesores que comenzó el 2 de marzo y que continúa en todo el estado. Además de reivindicar mejores condiciones de trabajo y ajustes salariales, los docentes habían reaccionado ante una serie de medidas tomadas por el gobernador Luiz Fernando Pezão (del Partido del Movimiento Democrático Brasileño) en diciembre, como el pago en cuotas de sus sueldos y aguinaldos.

Llegué al liceo con un grupo de voluntarios. Nos abrió la puerta Marcos, un estudiante que nos mostró el lugar y nos llevó al auditorio, donde después de que los demás se despertaron (de la veintena de ocupantes, la mitad dormían allí) pudimos iniciar nuestro taller. Cocinaron, y después de un almuerzo colectivo explicaron su división en comisiones: cocina, limpieza, comunicación, actividades. “Nuestras clases de educación física son teóricas, dentro del aula. Ahora, por primera vez, podemos usar la cancha”, contó Thalia, otra estudiante.

Otros descubrimientos confirmaron lo que también sucedía en los demás centros ocupados: salas trancadas llenas de libros, discos y hasta computadoras sin uso; laboratorios en desuso por falta de mantenimiento; jardines abandonados que los ocupantes, con ayuda de la comunidad, revitalizaron con huertas y varias manos de pintura. Además, ocupar el liceo fue una forma de sustituir el paro de profesores por la donación de clases voluntarias. “Tuvimos clases de yoga, meditación, música, teatro, capoeira, feminismo… ¡Nada de eso está en el programa!”, destacó Verónica, que no concurre a la escuela secundaria Heitor Lira pero vive cerca y se integró a la ocupación.

Volvimos allí una vez por semana durante dos meses, y esta semana será el último taller, pues la ocupación ya está terminando y ese liceo ha vuelto a funcionar normalmente, por decisión judicial. Con más de tres meses de ocupación, el proceso sacudió las estructuras de la educación pública y representó uno de los movimientos más interesantes en la coyuntura social actual de Brasil.

Cronología y contextos

En Río de Janeiro todo comenzó con la ocupación del Colegio Prefeito Mendes de Moraes de la Ilha do Governador, el 21 de marzo. Por ser el primero y porque se logró la expulsión de su director, se convirtió en un símbolo de resistencia del movimiento. No obstante, fue también uno de los casos más complicados, ya que semanas después, supuestos estudiantes invadieron violentamente ese centro educativo para desocuparlo por la fuerza. Era el preludio del movimiento Desocupa, que agrupaba a estudiantes contrarios a la ocupación, que casi siempre hacían abordajes violentos, con el argumento del atraso de calendarios y clases.

Los estudiantes llegaron a ocupar dos veces la Secretaría de Estado de Educación (Seeduc), y fueron violentamente reprimidos y expulsados pocos días después de cada intento por el Batallón de Choque de la Policía Militar. Se pueden ver fotos y videos de estos operativos en las redes sociales buscando #OcupaTudo o #MendesEscolaDeLuta.

Sin embargo, tal como sucedió con las manifestaciones de 2013 en todo el país, el estallido inicial ocurrió en San Pablo. El 23 de setiembre de 2015, la Secretaría de Educación del gobierno de San Pablo anunció sus intenciones de implementar un plan de reorganización de la red de enseñanza del estado. La medida disponía el cierre de 94 centros de enseñanza primaria y secundaria, lo que afectaría a unos 311.000 estudiantes y 74.000 profesores que deberán cambiar de centro educativo.

Los afectados se enteraron por los medios de comunicación. No hubo consulta previa por parte del gobierno. La reacción no se hizo esperar: profesores y alumnos, ante el panorama de ser relocalizados en centros superpoblados y lejos de sus casas, tomaron las calles para protestar. En las semanas siguientes, las manifestaciones se sucedieron, impulsadas por el sindicato de profesores y gremios estudiantiles, así como por otras organizaciones sociales y políticas.

La falta de respuesta del gobierno desencadenó una oleada de ocupaciones que en menos de un mes llegaría a más de 200 centros educativos en todo el estado. Las protestas callejeras continuaron, alcanzando repercusión internacional y sumando denuncias de represión policial violenta, con decenas de estudiantes detenidos.

La masiva movilización llevó al gobernador del estado, Geraldo Alckmin (del Partido de la Social Democracia Brasileña), a anunciar, el 4 de diciembre, la suspensión de la reorganización hasta nuevo aviso. Los liceos se fueron desocupando progresivamente en San Pablo, pero el fenómeno se extendió a otros estados: en diciembre hubo ocupaciones en Goiás (27 liceos) y entre abril y mayo en Río de Janeiro (70), Mato Grosso (23), Ceará (66) y Rio Grande do Sul (186), según números publicados por las redes del movimiento de ocupación. En tanto, en abril resurgió el movimiento en San Pablo, con los estudiantes ocupando la asamblea legislativa para exigir el inicio de investigaciones por denuncias de corrupción y desvío de recursos en contratos relacionados con las meriendas de los centros educativos.

Proceso irreversible

“Es la ley del poco. Si no decimos nada, el gobierno nos da menos. Hasta que va a llegar un momento en que no nos dará nada. Nos ha quitado tanto, que terminó por quitarnos el miedo”, dijo João, alumno del Instituto Superior de Enseñanza de Río de Janeiro (ISERJ, del barrio Tijuca), cuando habló en el Seminario de los Liceos Ocupados organizado en la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio). En esa ocasión, en que se reunieron estudiantes, padres y profesores, se escuchó una frase de uso recurrente para definir el panorama brasileño actual: la crisis que atraviesa el país no es crisis, sino un proyecto.

Otro estudiante del ISERJ, Gabriel Leão, explicó el proceso de ocupación. “Fue una batalla de tres días. El primero, convocamos a una asamblea estudiantil, en la que todos votamos ocupar. El segundo, la dirección convocó a todo el personal del liceo a una asamblea para burlar la nuestra y dictar las normas de la ocupación, quitándonos soberanía. El tercero fue el peor: presenciamos cómo una doctora en educación entró al liceo con policías armados con fusiles para intimidar al movimiento”.

Celso Sánchez, profesor de liceos públicos durante más de una década y docente de la Unirio, opinó que las ocupaciones son un “proceso irreversible” de innovación social que transformará la educación en todos sus niveles. “Además, miles de profesionales y estudiantes universitarios de diversas instituciones públicas y privadas fueron formados por el movimiento de ocupaciones al visitarlas y hacer pasantías en los liceos ocupados”.

Además de las reivindicaciones de cada liceo, el movimiento de ocupaciones logró algunas exigencias generales, como la potestad de elegir sus propios directores, la abolición de la prueba SAERJ, mejoras en el acceso a pasajes de transporte público y el inicio de una investigación parlamentaria por corrupción en torno a las meriendas de los liceos, entre otros.

Al resto de la sociedad los adolescentes nos muestran el camino de ocupar como herramienta de presión social de la población. Actualmente en Brasil hay una larga lista de instituciones ocupadas, entre dependencias de ministerios, escuelas técnicas, universidades, hospitales, y embajadas brasileñas en el exterior. El adolescente Gabriel Leão destacó el aspecto positivo de la crisis: “Los grandes líderes surgen en los momentos más difíciles”.