En 1985, un director argentino -nacionalizado brasileño- alcanzó fama internacional con la adaptación de la novela El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. Se llamaba Héctor Babenco, y anoche falleció en Brasil, mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica.

Hijo de un gaucho de origen ucraniano y una madre inmigrante judeo-polaca, decidió vivir en Brasil con sólo 19 años, por considerar que el ambiente antisemita de Buenos Aires era sofocante y para evadir el servicio militar. Se inició en el cine junto al guionista y productor brasileño Roberto Farias, y en 1975 debutó como director con El rey de la noche. Su segundo film, Lúcio Flávio, o passageiro da agonía (1977), lo puso en la lista de los directores brasileños más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

“Viví en Quilmes hasta los seis -dijo en una entrevista con La Nación-. Nos exiliamos por dos años con mi padre en Brasil, porque él tenía problemas sindicales por no ser peronista. Volví a los nueve, después de la caída de Perón. Por ser judíos, [...] recibíamos muchas amenazas [...] La Argentina es un país histéricamente antisemita”. Sobre el Brasil gobernado por Lula dijo que era “un país privilegiado, que tuvo durante ocho años un presidente de la calidad de Fernando Henrique Cardoso, profesor universitario, y que ahora elige a un metalúrgico; es un país que tiene futuro”.

El reconocimiento de la crítica y el público le llegó con Pixote (1981), sobre un niño de la calle, su relación con una prostituta y su trágica caída, considerada una de las películas que mejor retratan la compleja problemática social brasileña. 21 años antes de Ciudad de Dios, Babenco seleccionó entre más de 1.000 niños de los barrios marginales al protagonista, Fernando Ramos da Silva, que se convirtió en una estrella y vivió rodeado de comodidades hasta que cayó en la delincuencia, y murió en 1987 acribillado por la Policía.

El beso de la mujer araña, protagonizada por William Hurt, Raúl Juliá y Sonia Braga, fue nominada al Oscar como mejor película extranjera y Hurt ganó la estatuilla al mejor actor. Babenco fue convocado para trabajar en Hollywood, y en Estados Unidos estrenó El amor es un eterno vagabundo (1987), con Jack Nicholson y Meryl Streep, una adaptación de la novela Tallo de hierro, de William Kennedy. La trama se desarrolla durante la Gran Depresión: un ex jugador de béisbol abandona a su familia y se convierte en un alcohólico que ensaya distintas formas del olvido. En 1991, el director estuvo a cargo de Jugando en los campos del Señor, con Kathy Bates, Tom Berenger, Daryl Hannah y John Lithgow.

En 2003 volvió a Brasil con Carandiru, protagonizada por Luiz Carlos Vasconcelos, Wagner Moura y Rodrigo Santoro. Es la historia de una masacre en una cárcel paulista, donde en 1992 murieron 111 prisioneros, 102 de ellos asesinados por la Policía en menos de media hora. La película fue un gran éxito, y en Brasil fue la más vista de ese año. Hasta allí, su obra se abrió a grandes interrogantes sobre las problemáticas sociales y culturales, e incluso sobre las fantasías interiores de sus personajes, con grandes conflictos que marcan fuertes contrastes.

En 2007 llevó a la pantalla grande la novela El pasado, del argentino Alan Pauls, ganadora del premio Herralde 2003. Filmó en Buenos Aires, con Gael García Bernal, Moro Anghileri y Analía Couceyro, y recibió una unánime opinión adversa de la crítica. En su siguiente trabajo, que fue el último, decidió cruzar al terreno autobiográfico con Mi amigo hindú (2015), a partir de su experiencia con la quimioterapia por un cáncer linfático que sufrió a principios de los 90. Cuenta la historia de un cineasta (Willem Dafoe) que lucha contra un tumor maligno, y algunos piensan que fue una despedida en la que presagiaba la cercanía de su muerte.