En pleno frenesí por el reciente atentado en Niza, parece importante acceder a distintos puntos de vista sobre la complejidad del mundo árabe, y esta historieta puede ser útil. Luego de la lectura de los dos tomos de El árabe del futuro, autobiografía del sirio francés Riad Sattouf (París, 1978), el lector tiene dos grandes alternativas; puede quedarse con una colección de anécdotas brutales sobre la vida diaria en Libia y Siria en la primera mitad de los años 80, o abrirse a entender un poco mejor realidades lejanas.

Un niño sirio y rubio sufre las sospechas de sus compañeros de clase, que piensan que puede estar a favor de los judíos, a quienes jamás vieron y de los que sólo saben que son odiados por sus padres. Una maestra de escuela en Siria dedica los primeros meses de su actividad docente a dar reglazos en las manos de los alumnos y a enseñarles a cantar fervorosamente el himno. En Libia, Muamar el Gadafi resuelve abolir la propiedad privada, y cada casa que queda sola, aunque sea por un par de horas, corre el riesgo de ser ocupada por cualquiera. Una joven viuda queda embarazada de su ex cuñado, su padre y su hermano la matan y la entierran en un campo, un niño de nueve años escucha cómo su padre y su madre se enteran de ese “crimen de honor” y discuten si deben denunciarlo o no. Son algunos de los episodios narrados en los dos libros, pero la pintura que realiza Sattouf de Siria y de su propia familia a lo largo de 300 páginas es mucho más profunda. Y lo es gracias a que está relatada, justamente, desde el punto de vista de un niño.

Sattouf ha dicho que no le gustan las autobiografías, un género especialmente cultivado en el mundo de la historieta. Es curioso, porque parece poseer algo esencial para ese tipo de obra: una memoria prodigiosa para reconstruir las circunstancias de su vida cotidiana entre Bretaña, Libia y Siria, como si tuviera un recuerdo exacto de cada acontecimiento que vivió, de la gente de su entorno y de los lugares en los que estuvo.

Hasta hace algo más de un año, la obra estaba planificada para su publicación en tres tomos, en los que el autor relataría desde su nacimiento, en 1978, hasta -por lo menos- su adolescencia. El éxito en Francia fue tan grande que se optó por descomponerla en cinco libros. Hay que tener en cuenta que, al igual que la exitosa novela gráfica Persépolis (2000-2003), de Marjane Satrapi, El árabe del futuro fue rechazada por los titanes editoriales y terminó en manos de Allary, un sello parisino muy pequeño e independiente que tiene poco más de tres años de historia y que con esta obra saltó a los primeros planos, ya que solamente en Francia se han vendido ya 200.000 ejemplares, y se estima que en el mundo han sido más de 650.000.

Sattouf es hijo de una francesa y de un sirio que se formó en Francia y optó por trabajar como docente primero en Libia y luego en Siria. A pesar de los toques de ironía y de cierto humor negro, la historieta se concentra en narrar e hilvanar distintos episodios con fluidez y casi sin opiniones. El autor ha dicho en más de una oportunidad que concentrarse en su infancia le permite mostrar la realidad que atravesó con los ojos de un niño, que miran el mundo a través de lo que dicen sus padres. Arrojar adjetivos y sacar conclusiones queda en manos del lector.

Sattouf rompió relaciones con su padre en 1990 y volvió a Francia con su madre. El relato correspondiente aparecerá con seguridad en los próximos tomos, aunque ya en los dos que se pueden conseguir en Uruguay, y que siguen el ritmo de publicación de Francia, el lector puede intuir los motivos de aquella ruptura, viendo por medio del autor la descripción de un hombre que involuciona a medida que se adapta a la vida cotidiana en zonas rurales sirias, mientras su hijo crece en una realidad insólita y cruel. A pesar del tono despojado que intenta mantener el historietista, es tan clara su voluntad de denunciar lo que vivió cuando era niño como su fascinación por Francia.