Leí con mucha atención los artículos de Martín Couto y la respuesta de Juan Pablo Pío en la diaria de estos días. Porque siempre me interesan sus opiniones y por los temas planteados. Comparto con Martín que el domingo el Frente Amplio (FA) se juega muchas cosas.

Dos precisiones. Una que comparto con Juan Pablo es que lo que está en juego no es sólo el compromiso ético (y no tanto diría yo aunque todo se enlaza), sino la estrategia política a llevar adelante. Tampoco creo que el gobierno salga indemne si la fuerza política no reacciona y rompe con su letargo. Porque tenemos tres grandes grupos de protagonistas: los gobiernos, las fuerzas sociales y el FA. Si una de estas patas renguea, o si esta alianza termina en divorcio, no hay ninguna que salga bien. Hay un debate de fondo para que la política no quede reducida a la acción de gobierno. Y los errores del gobierno o las políticas de ajuste no ayudan a fortalecer esos vínculos.

La otra es que el desafío principal es el escenario pos elección, cuando haya que dar una discusión franca sobre estrategia y luego ponerla en práctica. Porque hemos hecho muchos avances manuscritos en el FA que luego quedaron en los cajones (o en los pdf) y a veces ni siquiera eso. Las interesantes resoluciones de los Plenarios Nacionales sobre autocrítica en diciembre 2010 y de estrategia en 2011, tuvieron ese destino. Sería tonto no temer una derrota en 2019 a manos de la derecha porque eso tendría consecuencias enormes para los sectores populares. Pero más que temor hay que asumir la responsabilidad de pelear ahora para que la sociedad construya procesos de cambio más profundos y duraderos. Sin resignación ninguna ante las desigualdades que persisten.

Me encantó la canción de Rumbo, que tanto significó en la lucha contra la dictadura. Pero la verdad no tengo ninguna nostalgia por los tiempos pasados y espero que no vuelvan. Y sobre todo, no creo que ninguna alegría se genere inexorablemente. No existe un destino predeterminado que las acciones humanas solo pueden adelantar o atrasar. Esa idea lineal de la historia nos hizo mucho daño, teórica y políticamente. Es más, las alegrías presentes hay que valorarlas y pelear para que se profundicen, y las futuras dependerán de las acciones que podamos desarrollar en este tiempo. Con determinaciones sí, pero múltiples, entrecruzadas, contradictorias, no lineales.

Me alegra que militantes jóvenes larguen debates sustantivos con posiciones claras, las comparta o no. Porque creo que las generaciones se constituyen y ganan su espacio en las luchas y los debates o desaparecen sin pena ni gloria con el transcurrir de los años. La izquierda necesita nuevas generaciones con pensamiento crítico y voluntad de actuar.

La unidad del FA, como la del movimiento obrero, son conquistas históricas del pueblo uruguayo, pero no son un fin en sí mismo sino instrumentos para realizar las transformaciones. Hay que cuidarlas pero sobre todo recrearlas para que den respuestas adecuadas a estos tiempos, que son muy distintos de los anteriores (por suerte). La comparación entre los distintos gobiernos frenteamplistas no debe simplificarse, todos han tenido luces y sombras, grandes avances y muchas inercias, aciertos importantes y errores también. Aprendamos de ellos para lo que se viene.

Comparto totalmente la afirmación final de Juan Pablo Pío: la alternativa de izquierda debe ser más política, más ideología, más radicalización de la Democracia. Pero no coincido con él cuando dice que la agenda de derechos no es un fin en sí mismo. Esos avances democratizadores son reformas estructurales también. No son contradictorias las luchas por una mayor justicia social, por más redistribución de la riqueza, con el combate a la violencia de género, a la dominación patriarcal, al deterioro ambiental, a las desigualdades por razones de orientación sexual, edad o color de la piel. Esas formas de discriminación y opresión se suman a las de clase y territorio. La radicalización de la democracia es una estrategia que enfrenta estas realidades, en lo táctico -porque cada paso tiene valor- y en el largo plazo, porque un modelo de sociedad diferente debe sustantivamente eliminar esas desigualdades y construir lógicas de poder más participativas y democráticas.

La creación de la agenda política es parte sustancial de la lucha por la hegemonía. Reformas como la de la salud, la tributaria o la del Estado, están lejos de haber alcanzado todos sus objetivos, y requieren nuevas iniciativas, sin nada que se parezca a un piloto automático.Lo mismo que la llamada “nueva agenda de derechos”. Para todo eso necesitamos un FA protagonista.