Carlos Arroyo es urólogo y recuerda uno de los disparadores de la idea: la vez que no pudo recetarle testosterona a un paciente de edad avanzada que tenía esta hormona baja, porque la medicina de aquel momento, con base en una investigación de 1944, creía que podía influir en la formación de cáncer de próstata. “‘No voy a complicar la vida del paciente’, pensé, pero me sentí mal, porque me trajeron un problema que no pude solucionar”, cuenta a la diaria. Años más tarde, en congresos de urología, vio cómo la comunidad científica pasaba de discutir si existía algo como el déficit de testosterona a presentar estudios basados en evidencia estadística que lo reconocían y además tiraban abajo el vínculo con ese tipo de cáncer. Hoy, ante casos similares al de aquella consulta disparadora, receta testosterona sin problemas. “Diría que fue un cambio de 180 grados, o de 168 y medio, en la sexología”, considera el médico, futuro director de la clínica que abrirá a fines de este año.

Junto con el internista Daniel Puppo y otros profesionales, se abocó a elaborar, hace tres años, una propuesta de clínica pública en sexología para presentar en el hospital Pasteur. El plan no despertó mayor interés en las autoridades de entonces, pero sí en Loreley Martínez, que asumió como directora en 2015. “Sería la primera clínica de sexología para usuarios de ASSE [Asociación de Servicios de Salud del Estado]; en el hospital Pereira Rossell funcionan servicios de salud sexual y reproductiva, como la fertilización; esta policlínica se va a dedicar a los trastornos de la disfunción eréctil, pero también a otros tipos de disfunciones de la sexualidad de la pareja. Por eso decimos que no es sólo para el hombre”, aclara Martínez. La dirección presentó el servicio a ASSE como uno de los objetivos para el quinquenio, y el proyecto recibió el visto bueno.

De frente y de costado

Entre las motivaciones para pensar en una clínica de estas características están algunos problemas directamente vinculados a la actividad sexual, pero también otros que tocan el área lateralmente. Casualmente, durante la charla telefónica con Arroyo, el urólogo tenía unos estudios sobre disfunción eréctil abiertos en la computadora: un estudio hecho en Massachusetts a hombres de entre 55 y 60 años arroja que la mitad tiene esa patología en algún grado, y entre 5% y 10% presenta disfunciones completas. También hay algunos números locales. Un relevamiento de 2008 que tomó a 52 pacientes del Pasteur -también mayores de 55- dio números similares a los del estudio estadounidense. Otro trabajo más, de 2006 y basado en una población de más de 100 pacientes que consultaron en policlínicas, dio la misma cifra. Para Arroyo, sería muy arriesgado, por cuestiones metodológicas, extrapolar el número a la población general, pero es un dato. Otro más: a nivel internacional se calcula que entre menores de 30 años, la disfunción más común es el síndrome de eyaculación precoz, que afectaría a 20% de los hombres.

“Muchas veces los pacientes consultan con urólogos, psicólogos o psiquiatras”, dice Martínez, pero agrega que la mayoría de los problemas no son sólo orgánicos ni sólo psicológicos, sino multicausales. “Increíblemente, las consultas vienen mucho más de mujeres. Hay que quebrar muchos mitos; hay que recordar que la disfunción eréctil se da mayoritariamente entre personas que rondan los 40 o 50 años, y es una consulta que resulta impactante de hacer”, explica la directora del Pasteur.

Pero la cosa no se queda sólo en problemas masculinos. También estarán contemplados los problemas femeninos, como la disminución de la libido, y otros como las parafilias o “aberraciones” sexuales. Habrá lugar también para la oncosexología, que atiende los problemas derivados de los tratamientos para combatir el cáncer. Para abarcar temas tan diversos, la clínica trabajará con especialistas de diferentes disciplinas: dos internistas con especialidad en sexología, dos urólogos, un cardiólogo, un endocrinólogo, un psiquiatra, dos psicólogas y sexólogas, una médica general también con estudios en sexología y una oncóloga. La idea es que haya también una ginecóloga proveniente del Pereira Rossell; aún se está por definir si trabajaría en el consultorio del Pasteur o si habrá que derivar a las pacientes al otro hospital. “A mí me encantaría que la cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina pudiera mandar una especialista”, confiesa Arroyo.

Desde ASSE se proponen que la atención sea superior a la que brindan las clínicas privadas del rubro. Arroyo plantea, por ejemplo, que las disfunciones eréctiles pueden ser un “aviso” de patologías cardiovasculares, ya que los problemas en el endotelio -un tejido que tapiza por dentro el corazón y las arterias- se manifiestan primero en el pene, lo que ayudaría a detectar posibles enfermedades coronarias. En todos los casos, los pacientes llegarían a la clínica por derivación de un médico general.

Hoy, cuenta el futuro director, no existe formación disponible en medicina sexual; sí hay diplomaturas, como la que imparte la Sociedad Uruguaya de Sexología, con una duración de tres años. “A nivel de sociedad científica, es una disciplina que está un poco dividida”, dice Arroyo, pero adelanta que la Facultad de Medicina ya lanzó un llamado a aspirantes para que el año que viene se incorpore formación a nivel universitario. La clínica también se dedicará a la investigación y la docencia: “Vamos a ofrecer a todas las cátedras de todas las especialidades que puedan mandar a sus residentes a hacer pasantías”, planifica el urólogo, y agrega que también habrá educación para los usuarios en temas como las enfermedades de transmisión sexual. Todos los servicios serían gratuitos para los usuarios de ASSE.