Bastante olvidada hoy en día, la corriente conocida como Nouveau Roman (nueva novela), o escuela del objetivismo, fue quizá la última de las grandes vanguardias literarias, y una de las más ambiciosas. Heredera tanto de las entonces incipientes teorías del estructuralismo como de la influencia de escritores experimentales como James Joyce y Virginia Woolf, la Nouveau Roman giró alrededor de la figura de Alain Robbe-Grillet (1922-2008), pero también incluyó, al menos en forma temporal, a Claude Simon, Marguerite Duras y Nathalie Sarraute. La propuesta general, estructurada por Robbe-Grillet, era deconstruir todos los elementos clásicos de la novela decimonónica, ofreciendo un estilo narrativo mutante y fuertemente subjetivo, pero a la vez despersonalizado y concentrado sobre todo en la visión y descripción del mundo material. Sus obras, a menudo criticadas por el exceso de formalismo y aridez, nunca trascendieron mucho los círculos intelectuales y académicos, pero la influencia de aquellos experimentos puede sentirse aún hoy y se nota en algunos recursos usados por escritores del boom latinoamericano como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Si bien, como se dijo, el centro fue sin duda Robbe-Grillet, la obra más representativa y difundida como ejemplo de Nouveau Roman fue La modificación, escrita en 1957 cuando su autor, Michel Butor, tenía apenas 30 años.

Butor, como muchos de los escritores de aquella corriente, se había formado en filosofía y matemática. Estudió en La Sorbona con el legendario epistemólogo y teórico del arte Gaston Bachelard, y luego fue asistente del filósofo Jean Wahl. Mientras trabajaba como docente, se interesó por las ideas de Robbe-Grillet y las posibilidades de aplicar su formación filosófica a un formato creativo, desarrollando una breve pero intensa obra literaria, con cinco novelas en otros tantos años. Tras Grados (1960), abandonó súbitamente el género y se dedicó a la enseñanza, la poesía y el ensayo.

La modificación es una narración de trama casi inexistente, que transcurre durante el viaje en tren de París a Roma de Léon, que va a la capital italiana para encontrarse con su amante y regresar con ella a Francia. Transcurre entre las observaciones en presente de Léon acerca del paisaje y sus compañeros de tren, el recuerdo de su reciente crisis matrimonial y las especulaciones acerca de su futuro, reflexiones que harán cambiar de objetivos, dando pie a la “modificación” a la que hace referencia el título. El recurso más llamativo de este extenso monólogo interior es que toda la novela está escrita en la segunda persona del singular (el “usted” del castellano), de modo que el narrador parece interrogar a su personaje, haciendo explícito el artificio de la estructura y distanciándose de la primera persona que se consideraba casi inevitable para describir ese tipo de procesos interiores. La rigurosidad simétrica y el desmantelamiento del discurso de la novela hicieron que ensayistas como Roland Barthes la consideraran un ejemplo aplicado al arte de las teorías estructuralistas que alcanzarían su apogeo en la década posterior a la publicación del libro. La modificación ganó el premio Renaudot en 1957 y fue traducida a varios idiomas, convirtiéndose en la embajadora literaria de un movimiento con el que, sin embargo Butor nunca se sintió identificado.

Después de abandonar la escritura de novelas, Butor se destacó por su obra poética, que le valió el premio Mallarmé en 2006 y la admiración de colegas tan prestigiosos como John Ashbery. Poco afecto a la notoriedad, se mantuvo siempre en actividad creativa e intelectual pero con muy bajo perfil, hasta su muerte, ayer, en un hospital de la Alta Saboya, a los 89 años. Como era casi inevitable, las noticias sobre su muerte destacaron su pertenencia renuente a la Nouveau Roman, de la que era el último representante con vida, y su obra en un género que intentó dinamitar y que había abandonado hace casi 60 años.