Se podrían nombrar los tres Cóndor de Plata, los cinco Martín Fierro o el Oso de Plata del Festival de Cine de Berlín, entre las numerosas distinciones que ha recibido el protagonista de Un oso rojo. A esta altura, el actor, director y dramaturgo argentino Julio Chávez ya cuenta con una extensísima carrera en las tablas y en la pantalla, que desde hace varios años lo ha ubicado en un lugar destacado dentro de la escena internacional. El año pasado se presentó en el teatro Solís con Red, obra en la que interpretapa al pintor expresionista Mark Rothko.

Este 2016, Chávez vuelve al cine con la película El pampero (aún no estrenada), de Matías Lucchesi, en la que compartió elenco con César Troncoso, y hoy, mañana y pasado regresa al Solís con Yo soy mi propia mujer, de Doug Wright.

Cuando cayó el muro de Berlín, un estadounidense conoció, en la parte oriental, a Charlotte von Mahlsdorf, una travesti que había logrado sobrevivir al nazismo y al comunismo (así como a la difícil convivencia con un padre nazi y violento), y que, a partir de su afición a coleccionar muebles y otros objetos de fines del siglo XIX (muchas veces rescatados de casas bombardeadas, y que también vendía), se convirtió en la propietaria de un renombrado museo de la Belle Époque, que hasta hoy puede ser visitado en Berlín, y en cuyo sótano había preservado el único cabaret de la era de Weimar, que se mantenía en la Alemania del Este. Cuando volvió a Estados Unidos, ese hombre le contó a Wright sobre la peculiar Von Mahlsdorf, y en 1993 el dramaturgo viajó a Alemania y quiso conocerla, “entrevistarla, amarla y descubrirla”. Ese encuentro se transformó en una obra de teatro, basada en la vida del excéntrico personaje, aunque al mismo tiempo también abarca la historia de la relación entre ella y el autor de la pieza.