El actor, dramaturgo y director Sebastián Barrios (1980) ha desarrollado un trabajo sostenido a partir de temáticas sociales, una estética próxima al realismo y personajes marginales y excluidos. Así, en Migajas (2010) ensayó una relectura de El desalojo, de Florencio Sánchez, y en El instrumento (2012), un asesinato perturbaba la realidad de dos familias, alteradas por la prostitución, las drogas y la reclusión, y evidenciaba oscuridades del sistema y del ser humano. En El túnel (2015), Barrios adaptó la primera novela de Ernesto Sábato, en la que el escritor intentó retratar el oscuro interior del yo, la incertidumbre y el abismo. En esa pieza, la exclusión del protagonista se desplaza al aislamiento de un hombre a partir de su soledad, su racionalismo y su carácter obsesivo, que terminan aniquilando por completo a su persona y su megalomanía.

En Tierra adentro, su última obra, esos rasgos realistas alcanzan lo social, lo lingüístico y lo icónico, a partir de dos personajes enfrentados a los ambientes en que viven: un encuentro entre el hijo del patrón y una niña de diez años conmociona el sosiego estanciero. Ella irá a trabajar como empleada doméstica a la capital, y él, claro, se irá a estudiar al exterior. 15 años después, ella vuelve al campo para intentar construir su relato de ese episodio del que ambos recuerdan retazos, y del que, después, nadie habló. El reencuentro se da a partir de ilusiones y contradicciones, y a medida que el diálogo logra afianzarse, se elaboran distintas visiones de aquel suceso, que, a la vez que lo cuestionan, parecen reconstruirlo y reescribirlo desde un presente motivado por tantos años de silencio. En ella, el enfrentamiento y la búsqueda se vuelven más simbólicos, y las huellas imborrables de la violencia parecen haberse resguardado en un cuerpo que aún no logra reconocer.

El texto de Barrios se aleja de los personajes arquetípicos y las oposiciones obvias para construir un verdadero conflicto humano, manteniendo, por momentos, los silencios esenciales de cuando se llega al límite. De este modo, el diálogo mantiene los lapsus, las digresiones y la asociación de ideas propias de la oralidad. En un vaivén inquietante, los protagonistas -Vera Navrátil y Emiliano Sobré- dominan no sólo sus propias transformaciones, sino también el juego escénico de ese duelo impostergable.

La muchacha cuestiona la posición social y las prácticas asignadas al hijo de patrón, dejando en claro que su exclusión no tiene tanto que ver con la pobreza y la desigualdad, sino con la medida en que tiene o no un lugar en la dinámica social. Y es precisamente esto, junto a la trama de la historia y al orden que rige en la estancia, lo que, de cierto modo, cifra el tipo de sociedad sobre la que se construyó el país, pero sin plantear un juicio, sólo exhibiendo un recorte de esta historia mínima.

Alejado de las puestas ampulosas y grandilocuentes, Barrios ambienta la historia en una especie de espacio infinito y oscuro, como el paisaje rural en el que se mueven los personajes. En esa inmensidad contrastan los pequeños gestos, las miradas y las inflexiones de voz de esta pareja, cargada de estados y de emociones, de culpas y sinsentidos, de dudas que se articulan y se amplifican. Por momentos, los años y el silencio se esfuman, y ellos permanecen ahí, entre los fardos, como sosteniendo ese tiempo eterno del campo.

Tierra adentro

Escrita y dirigida por Sebastián Barrios. Con Emanuel Sobré y Vera Navrátil. Viernes y sábados a las 21.00 y domingos a las 19.00, en el teatro Victoria.