Caos, frustración y seguramente dolor, del deportivo, del emocional, dejó la eliminación de Peñarol ayer en el estadio Campeón del Siglo. Sportivo Luqueño lo eliminó por gol de visitante al volver a empatar como en la ida.

Aquella vez había sido 0-0. El 1-1 de anoche significó la eliminación del equipo de Jorge da Silva y la clasificación de los paraguayos, que capearon el temporal cuando lo tuvieron en contra y se aprovecharon del desorden y las fallas carboneras para salir adelante.

Antes de que empezara el partido, el espectáculo ya valía por sí mismo, pero no por la modernidad o las comodidades del estadio, sino por el ambiente, la gente y ese espíritu copero nacido hace ya 56 años. Pero después todo cambió.

Peñarol tuvo un inicio casi soñado, con numerosos ataques contundentes que no terminaron en gol por la notable acción del golero guaraní y por los caños. Fueron diez minutos de dominio avasallante, claro, contundente y con un juego bien concebido por las bandas. Nicolás Dibble, con esa gambeta tan incisiva como desordenada, vertical y juguetona, marcó el tiempo de los primeros ataques carboneros.

Como la semana pasada, y sin poder conseguir una explicación contundente, Peñarol se fue aplacando y desdibujando. En la medida en que esto ocurría, el elenco guaraní empezó a sentirse más cómodo y a insinuar alguna visita sobre el arco de Gastón Guruceaga. El juego se hizo picado, entreverado, sin dueño. La estrategia no funciona si no hay estratega, y en Peñarol eso se advirtió en la cancha.

Sin rumbo

La pérdida del rumbo inicial dejó desencajado y sin tino al elenco de Da Silva. Es más: fue el equipo de Luque el que casi abre el marcador cuando un increíble cierre de Alex Silva, a menos de dos metros de la línea de gol, salvó a Guruceaga.

El segundo tiempo tuvo la misma tónica. Fue entreverado, desordenado, características que favorecían a la visita, que además redobló la generación de contragolpes. Si el colectivo no pudo ganar en tranquilidad e ideas en el entretiempo, a partir de las ideas y propuestas de su cuerpo técnico, menos pudo en la cancha: cada vez más deshilachado, y huérfano de un conductor, repitió frustraciones. A los 10 minutos Da Silva ensayó el segundo cambio -para el inicio de la segunda parte había ingresado Andrés Rodales por el lesionado Alex Silva-, pero tampoco con Hernán Novick, que entró por Nicolás Albarracín, encontró conducción ni pudo desequilibrar.

El tiempo se fue consumiendo sin que los carboneros pudiesen volver a insinuar situaciones de peligro. Cuando faltaban 15 minutos para el final, Da Silva colocó al conchillense Luis Urruti por el paraguayo Gabriel Ávalos, que no ha podido demostrar aún el porqué de su elección entre los 11 titulares en detrimento del juvenil Diego Rossi. Dos tiros libre ejecutados como pases de gol por Novick estuvieron a punto de convertirse en gol, pero el brasileño Bressan no pudo conectar bien de cabeza.

Fue el campeón de póquer Hernán Novick el que pareció tener el as bajo la manga y generó un par de magníficas habilitaciones que finalmente no terminaron en gol, ya sea por la falta de puntería o por la pericia de Aquino en el arco rival.

El final fue la locura: un terrible yerro defensivo, un resbalón del zaguero Maximiliano Perg cumplido el tiempo reglamentario, permitió al paraguayo David Mendieta anotar el gol de la clasificación, que no fue el de la victoria porque un minuto después empató el brasileño Bressan. No obstante, el gol de visitante de Luqueño ya aseguraba su clasificación y la consiguiente eliminación de un desnorteado y deshilachado Peñarol, carente de ensamble colectivo y de un rumbo que Da Silva no ha logrado darle.