Hoy y mañana serán los últimos días en los que se pueda visitar la exposición de Domingo Mingo Ferreira en el museo Figari (Juan Carlos Gómez 1427). Para aquellos que aun no lo conozcan, se trata de un hombre de muchas variantes: dibujante de prensa, ilustrador, diseñador y artista plástico, autor de una obra legendaria que se remonta a 1960, cuando emigró de Tacuarembó a Montevideo, y al poco tiempo ya se había sumado a la primera fila del semanario Marcha. Cuando se trasladó -obligado- a Buenos Aires, integró la recordada revista Crisis, y con el tiempo se fueron sumando a la lista otros medios como Jaque, Brecha, El País Cultural y la revista Tres. Pero no se ha limitado a desempeñar un importante papel como periodista visual o como protagonista de El dibujazo sesentista: también trabajó en el medio editorial, en recordados sellos como Minotauro (especializado en ciencia ficción y literatura fantástica), Centro Editor de América Latina y Arca, e ilustró un importante números de portadas, entre ellas la de la primera edición de La ciudad, de Mario Levrero, en 1970. Como si esto no fuera suficiente para justificar su aventura, Mingo se ha destacado como un riguroso investigador de la técnica y de las múltiples relaciones entre la imagen y la palabra.

En 2015 ganó el Premio Figari, a comienzos de este año publicó Imaginaria, un libro en el que invirtió su proceso de trabajo habitual (“20 imágenes sueñan relatos”), y a fines de junio se inauguró esta exposición en el museo Figari, con la curaduría de Gustavo Wojciechowski.