La fiebre de las remakes y el reciclaje parece haber llegado a la televisión para quedarse, con nuevas versiones de viejas series como McGyver o convirtiendo al formato de episodios televisivos éxitos de la pantalla grande como Arma mortal, Fargo o Westworld. Por sí mismo, esto no es bueno ni malo y dependerá de los resultados, pero en todo caso revela una vez más que ideas no sobran, y que hay gente dispuesta a meterse en camisa de once varas para llamar la atención colgándose de un nombre prestigioso.

El exorcista (William Friedkin, 1973) no es solamente una de las mejores películas de horror de todos los tiempos, sino simplemente una de las mejores películas de los años 70. Más de cuatro décadas después de su estreno, aún resulta una de las experiencias más tétricas que haya dado el séptimo arte, y aunque sus recursos más siniestros han sido desgastados por centenares de imitaciones, la película sigue sosteniéndose maravillosamente bien porque no sólo es una sucesión de sustos y escenas repulsivas, sino también una historia trágica que en cierta forma funciona como una metáfora de la fractura generacional que se había hecho latente en los 70, así como una obra de rara perfección técnica. Y, como plus, tiene la mejor banda de sonido imaginable.

Todo esto viene a cuento de que una serie basada, inspirada o continuadora de semejante película puede aprovechar su renombre para llamar la atención, pero las posibilidades de que el tiro salga por la culata son enormes ante la inevitable comparación con un original de tanta calidad, algo que sufrieron las tres secuelas cinematográficas del film, que por supuesto decepcionaron pese a no ser uniformemente malas (particularmente El exorcista III, también dirigida por Friedkin, era bastante interesante y original).

¿Por qué echarle entonces mano a esta historia en particular, que sigue siendo exhibida con bastante frecuencia en los canales de cable? Tal vez tenga que ver con que hace menos de un año el canal Cinemax estrenó con razonable éxito Outcast, otra serie sobre posesiones demoníacas, y el ascendente canal AMC parece tener -con The Walking Dead y sus derivados- el monopolio de la temática zombi. Outcast, aunque estaba lastrada por la redundancia de sus elementos dramáticos, tenía varias ideas muy originales (entre ellas, la de tratar las posesiones como un fenómeno organizado y viral), y tal vez sin ganas de competir en términos de innovación, en la tradicional Fox decidieron ir a lo seguro. En todo caso, el episodio piloto mostró luces, sombras y sombras de las que son como luces.

Hablando de Roma

El exorcista en su versión televisiva también se basa nominalmente en la novela de William Peter Blatty que inspiró el film de Friedkin, pero la adaptación es completamente libre y conserva apenas algunos de sus esquemas básicos. Para empezar, la acción se ha trasladado de la diplomática Washington DC a Chicago, y dentro de esa ciudad, al ámbito religioso de origen mexicano (Chicago tiene una de las mayores poblaciones de esa procedencia en Estados Unidos). Esto permite, además de diversificar el elenco, utlizar a un actor tan popular como Alfonso Pacho Herrera en el rol protagónico de Tomás Ortega, un cura moderno y con algunos problemas de fe que ocupa el lugar de Karras (Jason Miller en la película). La elección no parece mala ni meramente tendiente a la diversidad, ya que los mexicanos se han ido convirtiendo en la principal comunidad católica estadounidense, y algo como El exorcista tiene mucho que ver con el catolicismo.

La trama gira alrededor de una adolescente que comienza a comportarse de forma aun más inexplicable y hostil que el promedio de las personas de su edad, lo que lleva a su madre (Geena Davis, a quien no se veía desde hacía tiempo) a pedir ayuda de un religioso, y este -al verse superado por el semejante demonio al que se enfrenta- recurre a un exorcista veterano (interpretado en en el film por Max Von Sidow, y aquí por Ben Daniels). La serie está en un principio planificada para cinco episodios, pero, aunque siga los pasos generales de la trama original, el primero ya introdujo dos vueltas de tuerca que van a sorprender a quienes se acerquen con espíritu de “esto ya lo vi”, que no vamos a adelantar porque no somos guarangos.

Fox ha promocionado esta producción -mediante declaraciones previas de sus responsables- como “la serie más terrorífica de la televisión”, lo cual no parece muy difícil de lograr, teniendo en cuenta que, salvo la ya mencionada y actualmente de vacaciones Outcast, la mayoría de las series actuales del género -American Horror Story, Scream Queens, Supernatural o incluso The Walking Dead, más allá de sus despliegues de gore- son más bien de aventuras con elementos sobrenaturales, y no propiamente orientadas al espanto. Pero, más allá de la falta de competencia, el debut de El exorcista contuvo varias escenas lo bastante siniestras como para demostrar que su acercamiento al tema, ni irónico ni del todo aventurero, fue tomado en serio. Aunque algunos (pocos) efectos especiales son un tanto simplones, las escenas eje del episodio (cuando mete la cola el que te dije) son de lo más logrado que se ha visto en televisión de horror en mucho tiempo.

En resumen, y dentro de lo que se puede conjeturar acerca de una serie que recién se presenta, el aporte de Fox a la actual moda del horror -tanto en el cine como la televisión- es tradicional y se apoya en recursos e historias conocidas, pero la realización de este episodio es enérgica, convincente y tétrica. Al menos lo suficiente como para que un fan absoluto de la película de 1973 no sólo no se indigne, sino que esté interesado en ver cómo sigue la cosa. Además, utiliza nuevamente a “Tubular Bells”, de Mike Oldfield, como banda de sonido, y todo se vuelve triste, inquietante y demoníaco si eso está sonando de fondo.