Al director y dramaturgo Sergio Blanco el teatro parece haberle empezado a obsesionar a los 12 años: cuando su hermana Roxana Blanco comenzó a trabajar con Nelly Antúnez, ella lo invitaba a los ensayos, y en el viaje de vuelta a su casa él era quien le tomaba la letra de sus papeles, quien la escuchaba atento cuando le explicaba lo que era un personaje, una escenografía, un dramaturgo. “Debería dar un curso que se llame ‘Mis clases en el ómnibus’”, dijo un día a la diaria.

En Ostia fue la primera vez que Blanco decidió subir a un escenario: el texto lo escribió mientras estaba, justamente, en la ciudad italiana de Ostia. Y allí mismo se propuso ensayarla a distancia con su hermana Roxana, vía Skype. Una de sus particularidades es que Blanco escribió el guión de Ostia sólo para ser leído e interpretado por ellos, lo que convirtió al texto en algo efímero y pasajero. En esta autoficción -cruce entre realidad y ficción- se habla de la relación entre un hermano y una hermana, alternando temas como la infancia, la enfermedad, la droga, la sexualidad o la separación, a la vez que se repasa la historia italiana.

El último trabajo que compartió esta dupla fue Kassandra, una obra hablada en inglés, probablemente el que empiezan a hablar los inmigrantes recién llegados, lo que facilitaba el acceso al idioma, a la vez que convertía al público en extranjeros de la propia sala, que no era más que un cabaret de la Ciudad vieja. En Ostia (que vuelve el lunes a las 20.00 en el teatro Alianza), cada uno de los hermanos interpreta un texto que los transforma, a la vez que van consolidando una potencia escénica arrolladora.