En la colina más pequeña de Roma, entre el Palazzo Senatorio, la plaza trapezoidal del Campidoglio de Miguel Ángel y la columna de Trajano, está el Complesso del Vittoriano, que alberga en su ala Brasini, hasta el 11 de setiembre, una completísima y exhaustiva exposición del artista decorativo y pintor Alfons Mucha. El catálogo advierte que se necesitan 75 minutos para recorrerla, aun para las visitas escolares, y así es. Ese tiempo apenas alcanza para ver, con unos pocos minutos por pieza, los dibujos, pinturas, afiches y otras obras de diseño gráfico, diplomas, fotografías, utensilios de vajilla, cubiertos, muebles, manuscritos, croquis, manifiestos, libros, apuntes y bocetos. Los estilemas de arborescencias de sus conocidas figuras femeninas se reiteran en los utensilios y muebles.

Bajo el patrocinio del Instituto para la Historia del Resurgimiento Italiano, la muestra es apadrinada por las fundaciones Regione Lazio y Mucha, con curaduría de Tomoko Sato y producida y organizada por el grupo Arthemisia, que toma su nombre de Arthemisia Gentilleschi, una pintora del siglo XVII tan importante que varias de sus obras fueron atribuidas a Caravaggio, pero por obra de la misoginia no se valoran adecuadamente. Mucha, nacido en 1860 en Moravia, fue uno de los máximos exponentes del Art Nouveau en el rico período del pasaje del siglo XIX al XX. Su paleta de colores se inscribe en esa estética: muchos lilas, verdes amarillentos, matices acuarelados y livianos, poco saturados o blanquecinos, rosas lavados, neutros coloreados; su dibujo con el típico trazo “de látigo” del estilo: vegetación, flores, enredaderas, aves, mujeres cuyos largos bucles se mezclan con pliegues de su indumentaria y vegetación. Ellas pueblan sus famosos afiches. Más de 200 capolavori en exhibición.

Trabajador incansable e interesado en todo lo esotérico, vivió el período tumultuoso de la Europa de entreguerras. Es el autor de los vitrales de la catedral del castillo de Praga, y el joyero Georges Fouquet realizó alhajas basándose en las que Mucha ideaba para las mujeres de sus obras. La exposición recorre seis aspectos de su personalidad: “Un bohemio de París”, “Un creador de imágenes para el gran público”, “Un cosmopolita”, “El místico”, “El patriota” y “El artista-filósofo”.

Mucha fue el dibujante personal de Sarah Bernhardt -refinada actriz de la Comédie Française retratada por Giovanni Boldini-, a quien acompañaba en sus giras, con contrato de exclusividad, para dibujarla, pintarla y fotografiarla a fin de realizar afiches que aún se reeditan, además de diseñar escenografías y vestuarios para sus obras teatrales. También se nota que tuvo que recurrir a su esposa como modelo.

Su caso es muy parecido al del británico William Morris, fundador del movimiento Art & Craft. Las imágenes de mujeres realizadas por Mucha se ven hoy en bolsas de supermercados, envases de vinos almanaques y postales.

La mole del Vittoriano es un desproporcionado y polémico monumento de 1911, dedicado al rey Vittorio Emanuele II, que en 1870 unificó el reino de Italia y estableció su capital en Roma (los sureños todavía lloran el saqueo). Hoy alberga propuestas culturales: desde espectáculos musicales hasta conferencias sobre arte y exposiciones. Ahora, además de esta de Mucha, están Love, de Fabio Ferrone Viola, y una dedicada a la muñeca Barbie.

Tal vez a causa de la inadecuación arquitectónica del monumento, los espacios de exhibición no son los más deseables. El ala Brasini se despliega en dos pisos conectados por una escalera secundaria y estrecha. Esa disfuncionalidad está parcialmente superada por el excelente diseño de iluminación de la exposición, tenue y apoyada cuando es necesario por focos sobre puntos de interés. Para la ocasión, las paredes fueron coloreadas en la paleta típica del Art Nouveau, y hay guardas floreadas con iconografía historizante limitando paredes demasiado altas, como correspondía a la arquitectura neoclásica muy tardía de numerosos monumentos erigidos por la misma época en ciudades europeas.

La muestra de Mucha pone en evidencia la evolución y los cambios de un hombre que vivió uno de los momentos más tumultuosos de Europa. Un momento similar al actual, cuando miles de personas se aglomeran sin perspectivas claras en campos de refugiados, y en el fondo del Mediterráneo se han acumulado, sólo desde 2014, los cadáveres de 9.000 africanos que intentaban migrar. En ese marco, no está mal la propuesta de paz, con un toque de dulzura y humanidad, que nos dejó el artista desde su atalaya Art Nouveau. Entre luces y sombras de la guerra y la paz, se prolongan las alegres locuras de un Miguel Ángel que dio la espalda a las ruinas y los pajonales de un monte caprino para abrir la ciudad -y la cabeza- hacia la modernidad.