Susana era la reina de la cumbia: bailaba con la elegancia de los movimientos simples y con la complejidad de un ritmo que hacía que sacudiera todo el cuerpo. Cualquier cumpleaños y reunión familiar en los que ella estuviera se convertía en una fiesta: bailaba, irradiaba alegría y enterraba penas. Era fanática de la Sonora Borinquen; tanto, que había impreso una foto de ella abrazada a su vocalista, Carlos Goberna, que, de tan grande, más que una foto parecía un póster. Susana tenía 54 años, dos hijos y dos nietas. Y una ex pareja, padre de sus hijos, que la hizo sufrir violencia doméstica y que en diciembre del año pasado la siguió y acosó por varios días. Ella, después de 40 años juntos, se había animado a denunciarlo, y lo hizo en reiteradas ocasiones.

Susana tenía miedo: se la veía venir. Les pedía a los vecinos y a varias amigas, cada vez que salía de su casa, que le echaran el ojo mientras iba a la parada del ómnibus o al almacén. Pero el jueves 15 de diciembre no hubo vecino ni amigo que pudiera prevenir el desenlace fatal. Susana salió de su casa rumbo a la zapatería para cambiar los championcitos que le había comprado a una de sus nietas, pero no llegó ni a la parada. A pocas cuadras de su casa, su ex se le tiró encima y la acuchilló hasta la muerte. Susana murió gritando que por favor pensara en sus hijos.

Hoy, en el Santuario Nacional del Cerrito de la Victoria, a las 19.00, familiares, amigos y allegados a Susana Islas se reúnen para recordarla y repudiar la violencia machista.