No existe una banda que no hable de su nuevo disco como un cambio, una evolución, lo mejor que hicieron nunca y un movimiento hacia el futuro, pero a veces todo eso es cierto, como en el caso de Mapas anatómicos, el último trabajo de Carmen Sandiego. Los caminos de la evolución musical son tortuosos y están pavimentados de buenas intenciones, y el disco anterior de la banda, Ciudad dormitorio (2013), había sido, paradójicamente, un paso adelante y cierta desilusión simultánea. Contenía algunas de las mejores canciones que la banda hubiera hecho hasta ese momento (“Ocupaciones y oficios”, “Fiat 600”, “Avalon en Larravide”) y era un álbum más conciso, homogéneo y bien ejecutado que los previos, pero al mismo tiempo carecía de la personalidad y el poder de choque de su predecesor (Joven edad, 2010) o de la frescura directa del debut (Vida espiritual, 2006). Por primera vez, Carmen Sandiego parecía aproximarse a la etiqueta de pop indie o under que solían adjudicarle, superficialmente, quienes no conocían muy bien su trayectoria bastante inclasificable.

Mapas anatómicos no sigue en aquella dirección un tanto más previsible, pero tampoco regresa a la virulencia fracturada que caracterizaba a los primeros discos, que abarcan ya, como quien no quiere la cosa, una década de numerosas ediciones y una carrera al margen de las luminarias. Seguramente la palabra “progresivo” sea de los últimos adjetivos en los que se piense al hablar del habitualmente minimalista y algo disonante pop de la banda, pero las estructuras de las canciones de este disco tienen un componente que bien puede describirse así. Incluso antes de escucharlo puede llamar la atención que no sólo hay varias de ellas que superan la franja de entre dos y tres minutos en la que el grupo se había movido, por lo general, sino que además “Mapas” llega a siete, y el medley de “Iluminada” (Fernando Cabrera) y “Monstruo” (Mueran Humanos) con el que cierra el disco, a diez. Y estas duraciones tan poco propias del pop no se deben a simples estiramientos mántricos o de repeticiones, sino a dinámicas de composición e intensidad que, sin apuntar a lo virtuoso (otra palabra que se suele considerar más bien reñida con la banda), es mucho más elaborado e instrumentalmente solvente que cualquiera de sus trabajos anteriores, algo en lo que influyen algunos de los invitados -que van desde la argentina Rosario Bléfari a la compositora Sylvia Meyer-, pero sobre todo el propio desempeño de la banda, destacándose el trabajo alternativamente climático o frenético de la guitarra de Leticia Skrycky, quien siempre ha sido el eje del grupo en lo instrumental, pero despliega en Mapas anatómicos una gama de recursos mayor que nunca, con una energía que hace que el disco sea también su trabajo más rockero hasta el momento.

Aunque se conservan las melodías pop, no hay muchos estribillos ni ganchos repetitivos, aunque algunas de las canciones, como “Fines de semana”, “Eructo de semen” o la bailarina “La telefonista” sean de lo más accesible e inmediato de su repertorio. Hay algunos toques jazzeros en “El skater”, electro-disco en “La telefonista” y ambient en la versión de “Iluminada”, y la inclusión de Lucía Riera en el bajo, para que Ezequiel Rivero pasara a encargarse más que nada de los teclados, amplió considerablemente el espectro tímbrico.

Pero si la evolución es notoria a primera escucha en lo musical, no es menor -aunque sea menos evidente- en lo letrístico. Los textos -en su mayoría de Flavio Lira- conservan toques de sentido del humor maligno y gusto por lo chocante, como en un inesperado verso de “Dos sábados” y en el llamativo título “Eructo de semen” (un engañapichanga, ya que se trata de una nostálgica canción romántica sobre una imaginaria banda punk con ese nombre), pero predominan las historias serenas sobre observaciones laborales y la relación con la música y la escritura, con un tono autorreflexivo que, aunque suene antipático, sólo puede definirse como maduro. Además, son de lo mejor que se ha visto en letras en mucho tiempo, y como muestra alcanzan estos versos de “Mapas”, relacionados con las experiencias de Lira en Cinemateca Uruguaya (pero no sólo con eso): “El celuloide se viró a rojo / A la copia existente le faltan cuadros / Los documentos se contradicen en la fecha de estreno / La mayoría de ellos están incompletos / Con estos elementos se forma un mapa intransitable sobre un terreno de por sí arduo / Un mapa arruinado sigue siendo un mapa”.

Hay mucha ambición en Mapas anatómicos y muchos resultados a la altura de esa ambición, algo bastante sorprendente en una banda caracterizada por su ensimismamiento, su perfil bajo y su falta de interés en la difusión mediática. Ahora ellos tendrán que hacerse cargo de que hicieron un gran disco, y los demás darse el tiempo de escucharlo.

Mapas anatómicos

De Carmen Sandiego. Bola de nieve/Feel de Agua, 2016.