¿Qué balance hace del vínculo entre Uruguay y EEUU durante la administración de Barack Obama?

-La relación bilateral con EEUU tiene muchas aristas que han resultado positivas. Desde el punto de vista económico-comercial, hemos desarrollado mecanismos en los últimos diez años que han canalizado una relación satisfactoria. El TIFA [sigla en inglés del Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones] es un mecanismo muy amplio en el que se pueden incorporar muchas cosas. Queremos usarlo más. Y, francamente, es la antesala para acuerdos más importantes. En los temas concretos, se destaca el levantamiento de barreras en materia sanitaria; se han abiertos mercados como el de los cítricos, que es quizás el más exitoso de todos, porque estamos vendiendo importantes contingentes de cítricos a EEUU. También la carne ovina sin hueso. Y quedó pendiente para la próxima administración -estamos trabajando en eso- el ingreso de carne ovina pero con hueso. En lo que tiene que ver con el área de ciencia y tecnología, se han realizado actividades en materia de energía. Dentro del TIFA acordamos un protocolo de medioambiente, relacionado con las audiencias públicas cuando se realizan actividades que pueden tener impacto negativo, así como un acuerdo de facilitación de comercio. También se está discutiendo la reglamentación del ciberespacio y temas vinculados a las TIC [tecnologías de la información y la comunicación] y los servicios globales. Respecto de este sector, como Uruguay está vendiendo mucho a EEUU -es uno de nuestros principales mercados de exportación-, queremos trabajar en algo que dé certeza a las exportaciones de estos productos. Estamos trabajando muy fuerte con Uruguay XXI en la promoción de los sectores relacionados con las TIC y los servicios globales. Pero aún no tenemos acuerdos formales, porque se venían canalizando por medio de los megaacuerdos. Nos dificultó un poco el hecho de que la administración Obama estuviera muy enfocada en los megaacuerdos, porque la relación bilateral se debilitó un poco en esos aspectos. Otro tema que ha quedado pendiente es el del sistema generalizado de preferencias, que el 1º de enero de este año ha caducado para Uruguay. Hemos perdido un porcentaje importante de nuestras exportaciones, y, si bien son relocalizables en otros lugares, hay sectores que han sido perjudicados.

¿Qué alternativas maneja Uruguay para compensar la exclusión del sistema generalizado de preferencias?

-Tenemos varias alternativas, pero no me gustaría comentarlas ahora, porque estamos esperando que asuman las autoridades que van a manejar la parte comercial con América Latina en el Departamento de Comercio de la Casa Blanca y en el Departamento de Estado. El planteo nuestro es: teníamos una concesión de EEUU, que por determinados motivos cayó -básicamente, porque Uruguay tiene un ingreso per cápita muy alto y superó el umbral que se necesita para este tipo de concesiones unilaterales-, y queremos ver cómo podemos compensar en otros sectores esta pérdida que hemos tenido. Ese es el planteamiento que hemos hecho cuando se hizo el TIFA en Uruguay y quedó pendiente, y ciertamente lo vamos a retomar cuando tengamos contrapartes.

¿Tienen indicios de quiénes serán las contrapartes a nivel de mandos medios?

-Hay 4.100 puestos que tienen que ser designados antes del 20 de enero. Han circulado nombres; muchos de ellos los conocemos. Hay nombres que vienen de la administración [de George] Bush. Yo estuve tres años trabajando en EEUU en este cargo durante la administración Bush, así que a muchos de ellos los conozco. Elaine Chao, que es la nueva secretaria del Departamento de Transporte, fue secretaria de Trabajo durante la administración Bush, y fue la que representó a EEUU en la asunción de Vázquez en 2005. Tiene un conocimiento del presidente -el presidente, cuando vino a EEUU, se reunió varias veces con ella-, y el tema del Transporte y la infraestructura son importantes para Uruguay por el lado de las inversiones, sobre todo ahora.

¿Qué cambios prevé en la relación bilateral tras la asunción de Trump?

-Da la sensación de que los cambios van a tener mucho que ver con la política interna. Por supuesto, en materia de políticas comerciales hay una brecha muy grande entre la administración que sale y la que entra, debido a que esta se está focalizando más en la creación de trabajo. La frase que ha popularizado Trump es “America first”, que está basada en una reflexión distinta de la de gobiernos que venían con políticas más liberales. Después, en lo externo, hay ciertos cuestionamientos a aliados tradicionales, como el caso de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte], unidos a una definición global que ha hecho Trump de que no va a privilegiar los megaacuerdos, sino que va a apuntar más a socios seleccionados bilateralmente.

¿Esto implica un posicionamiento más proteccionista de EEUU en su vínculo con América Latina?

-La orientación que se viene gestando, incluso con las designaciones, es de una política contraria a los tratados de libre comercio globales. No ha habido una definición relacionada con los acuerdos bilaterales de comercio. De todas formas, da la sensación de que el comercio va a estar basado en sectores específicos, y no en acuerdos globales. Este es un cambio importante no sólo respecto de la administración demócrata, sino también respecto de otras administraciones republicanas, que venían con un esquema más de apertura, por medio de acuerdos tipo TLC. El discurso actual es más de tipo nacionalista: la protección viene por el lado de proteger el trabajo de los americanos y de apuntar a que las empresas inviertan más en EEUU, más que a buscar mercados externos que tengan mano de obra más barata. Los ejemplos más notorios han estado en el sector automotor, con la relocalización de la fábrica de Ford, y algunas señales respecto de Toyota. En el caso de las TIC, es evidente que esta política podría perjudicar la actividad transnacional de las empresas, que están muy ligadas a las cadenas globales de valor.

¿Esto tendría perjuicios para Uruguay?

-Todo esto está muy ligado al gran comercio global, y Uruguay es un país muy chico. Nosotros tenemos nichos de mercado en EEUU que no son significativos en cuanto a la competencia global de ese país, entonces creo que no nos van a afectar directamente este tipo de políticas, que están más dirigidas a los países que generan un déficit comercial con EEUU: China y México. Además, las inversiones de las empresas americanas en Uruguay generan trabajo para los uruguayos, pero es muy difícil relocalizarlas, porque son subsidiarias de grandes empresas que están en EEUU, como Pepsi Cola. Es muy difícil que se genere un desincentivo de las inversiones americanas en Uruguay. No creo que vaya a haber una caída de las inversiones de EEUU en el mundo, sino que se va a apuntar a ciertos sectores de mano de obra intensiva y que puedan beneficiar más a los más perjudicados en el propio EEUU.

El hecho de que Trump casi no haya hecho referencias a América Latina en sus discursos de campaña, más allá de su relación con México, sumado a su voluntad de focalizarse en lo interno, ¿lleva a concluir que no privilegiará el vínculo con la región?

-Creo que no; es muy temprano para sacar esa conclusión. Es cierto que lo que se mencionó en la campaña fue México, pero también es cierto que América Latina nunca apareció mencionada como una prioridad para las anteriores administraciones, lo cual no quiere decir que no se esté trabajando, en una transición reservada, en esquemas para América Latina.