En mayo de 2016 la posibilidad de viajar a la Antártida era todavía una quimera. Después de leer las bases del concurso, la maestra preguntó en clase si había entusiasmo con la propuesta y algunos alumnos de sexto año de esta escuela del barrio Tanco de Treinta y Tres respondieron afirmativamente. Uno de ellos, esa misma noche les contó a sus padres que se presentarían a un concurso cuyo premio principal consistía en un viaje a la base Artigas de la Antártida. Al día siguiente, la hermana del alumno fue hasta la escuela para aclarar el asunto. “Nos dijo que se van a la Antártida, pero nosotros pensamos que debe ser Atlántida, cerca de Montevideo, y que entendió mal”, le dijo a la maestra.

Ayer recordaba la anécdota, entre risas, la maestra Ángela Seijas Muraña, coordinadora del proyecto que cinco meses después resultaría ganador, entre unos 90 postulantes, del concurso Primera Expedición Científica Antártica Estudiantil, convocado por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el Instituto Antártico Uruguayo (IAU). “Antártida, ¿un continente silencioso?” es el título del proyecto que elaboraron Yéssica, Marcos y Tomás, los tres alumnos de sexto año de la escuela de tiempo extendido 65, que viajarán entre el 19 y el 26 de enero.

El objetivo de su trabajo de campo consiste en armar una cartografía sonora de la Base Artigas, registrando sonidos naturales (animales, deshielos, vientos) y antropogénicos, es decir, los que produce el ser humano. Cuentan con una importante base de materiales grabados que les proporcionó Juan Pablo Culasso, un joven uruguayo ciego que el año pasado estuvo trabajando en la base Artigas (Culasso, además, ganó el concurso SuperCerebros Latinoamérica de National Geographic). Antes de este viaje a la Antártida, la diaria habló por teléfono con la maestra Ángela, que desde Treinta y Tres contó cómo vienen los preparativos.

¿Cómo lo están viviendo los niños?

-Los gurises son gurises. A ellos cualquier cosa nueva les despierta una curiosidad y un interés tremendos. En este caso es la Antártida, pero podría pasarles lo mismo con cualquier otro lugar del mundo que tengan la posibilidad de visitar. Alguno de ellos salió por primera vez de Treinta y Tres para ir a Montevideo el año pasado para participar en la etapa final del concurso. Es el primer viaje en avión que hacen y es la primera vez que salen de Uruguay, o sea que tienen mucha expectativa.

¿A qué se dedican sus padres?

-Uno es panadero, otra es ama de casa, otra trabaja en una empresa de ómnibus. Tanco es básicamente un barrio de gente laburadora, que está viviendo todo esto con mucha alegría. Los gurises están un poco como que no saben a dónde van; a mí me pasa más o menos lo mismo, tampoco me termina de caer la ficha. Ellos lo que tienen claro -porque aparte lo repiten-: van a tener la posibilidad de ir a un lugar al que no todo el mundo puede viajar. Para los padres fue todo una sorpresa; la madre de Marcos, cuando se enteró, llegó llorando a la escuela. Nos conocemos mucho, somos vecinos, yo además he sido maestra de varios de sus hijos.

¿Vos también sos de Tanco?

-Sí, me crié en el barrio, a una cuadra de la escuela. Mis hijos son alumnos de la escuela, y la elijo antes que nada, con mucho orgullo. La elijo, sobre todo, por su propuesta pedagógica de tiempo extendido; de hecho, este viaje a la Antártida es consecuencia de un trabajo en conjunto de muchos maestros, que aportan desde diferentes disciplinas. Los gurises tienen docentes de expresión corporal, de teatro y de ciencias, que aportaron mucho en este proceso, cada uno desde su lugar. Ellos vienen haciendo clubes de ciencia desde tercer año, y eso ayudó mucho. También se notó, por ejemplo, cuando tuvieron que exponer su proyecto, todo lo que habían aprendido en teatro y en expresión corporal; lo veías en cómo se paraban y cómo hablaban en público. Nada es casual. Sus exposiciones fueron muy buenas; yo los miraba como embobada, presentaron un trabajo excelente.

Recién mencionabas el orgullo de los vecinos.

-En Treinta y Tres la gente apoyó muchísimo. Todavía me emociono cuando me acuerdo de las reacciones. Que la gente del barrio Tanco lo haya vivido con tanto orgullo, con tanto sentimiento de pertenencia, con tantas expresiones de alegría, ya sea personalmente o en las redes sociales, fue algo imponente. Yo me embandero. La verdad es que estoy muy orgullosa de que esto pase con una escuela pública.