Cinco días después de asumir el cargo, Trump aprobó la creación del muro en la frontera con México para frenar la entrada irregular de inmigrantes, haciendo realidad una de sus promesas de campaña más controvertidas. Lo hizo ayer al mediodía, en la sede del Departamento de Seguridad Nacional, cuando firmó una orden ejecutiva que avala su construcción. “A partir de hoy, Estados Unidos recupera el control de sus fronteras, Estados Unidos recupera sus fronteras”, aseguró el mandatario, que estuvo acompañado por su secretario de Seguridad Nacional, el general retirado John Kelly.

El plan para fortalecer la frontera incluye contratar a 5.000 funcionarios policiales más para supervisar la zona fronteriza y triplicar la cantidad de personal de inmigración para deportar a los extranjeros que viven ilegalmente en el país, según adelantaron asesores del gobierno a la agencia de noticias Reuters. En la orden, Trump pide “acelerar la deportación” de quienes hayan sido “rechazados legalmente” y “detener a las personas que han sido aprehendidas por sospecha de violar las leyes federales o estatales, incluida la ley federal de inmigración”. La iniciativa también prevé la creación de nuevos centros de detención para los inmigrantes detenidos en la frontera y la puesta en marcha de una “oficina para víctimas de delitos cometidos por extranjeros deportables”.

Trump aseguró que la construcción del muro comenzará “en meses”, en una entrevista concedida ayer de mañana a la cadena ABC. Además, explicó que el gobierno adelantará el dinero necesario para iniciar la obra, pero que luego los mexicanos devolverán “el 100%”. “Todo se nos reembolsará en una fecha posterior con cualquier transacción que hagamos con México. Sólo le digo que habrá un pago, que sucederá de alguna forma, quizás de una forma complicada. Lo que estoy haciendo es bueno para Estados Unidos, y también va a ser bueno para México. Un México muy estable y muy sólido”, afirmó.

Sin embargo, el gobierno del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, insiste en que no lo pagará. El lunes, en una conferencia sobre política exterior, Peña Nieto dijo que los dos países necesitan “una frontera que una y no que divida”. Y agregó: “México no cree en los muros, cree en los puentes. Nuestra frontera debe ser nuestro mejor espacio de convivencia”. Al respecto, reconoció la necesidad de iniciar lo antes posible una “negociación” con la administración de Trump. “No habrá ni confrontación ni sumisión”, prometió. Pero en ese momento, el mexicano no veía venir lo que su par estadounidense firmó ayer. Por el momento, la reunión de Peña Nieto y Trump prevista para el martes en la Casa Blanca sigue en pie, a pesar de que varias voces en México le piden a su presidente que no se reúna con un personaje que dedicó su campaña a insultarlos. Irónicamente, mientras Trump defendía el muro, el canciller mexicano, Luis Videgaray, y el ministro de Economía, Ildefonso Guajardo, se reunían en Washington con miembros del nuevo gabinete.

La construcción del muro es una de varias medidas previstas por Trump que podrían tener un gran impacto en México. Entre otras cosas, prometió nuevos aranceles para las empresas estadounidenses que trasladen su producción a México y advirtió que renegociará el tratado de libre comercio que mantiene con este país y Canadá.

Unos minutos después de confirmar la construcción del muro, Trump firmó otra orden ejecutiva para cortar el apoyo económico a las “ciudades santuarios”. Esto significa que la nueva administración suprimirá fondos públicos a las ciudades que no colaboran con el gobierno nacional en la detección y sanción a inmigrantes indocumentados, algo que hacen para evitar que sean deportados. Se estima que en Estados Unidos hay más de 340 ciudades santuarios, incluidas Chicago, Nueva York y Los Ángeles.

La Casa Blanca adelantó el martes que Trump aprobaría esta semana un paquete de medidas en materia de seguridad nacional. Se espera que a las confirmadas ayer se sumen otras, como la reducción del número de refugiados que pueden entrar a Estados Unidos y el bloqueo temporal de aquellas personas que soliciten asilo y provengan de naciones “propensas al terrorismo”. Según medios locales como The Washington Post, esta medida afectaría a quienes viajan desde Irak, Irán, Libia, Siria, Somalia y Sudán.

Asunto de otros

Además de México, China es otro país que podría estar perdiendo la paciencia con la nueva administración de Trump. La tensión entre el país asiático y Trump empezó hace meses, cuando el entonces presidente electo sugirió que podría cambiar la política que considera a Taiwán parte de “una sola China”, que es la base de las relaciones bilaterales desde 1972. Pero el lunes, el foco giró hacia otro conflicto cuando el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, prometió que impediría que China asuma el control del territorio ubicado en las aguas internacionales del mar de China meridional. “Vamos a asegurarnos de que defendemos los territorios internacionales de ser ocupados por un solo país”, dijo Spicer. Sus comentarios se producen dos semanas después de que Rex Tillerson, el futuro secretario de Estado, afirmara que China no debe tener acceso a las islas artificiales que construyó en esa zona.

La portavoz de la cancillería china, Hua Chunying, insistió el martes en la soberanía “irrefutable” del gigante asiático sobre las islas del mar de China meridional y recordó que “Estados Unidos no forma parte de la disputa”. “Nuestras acciones en el mar de China meridional son razonables y justas. No importa qué cambios haya en otros países, lo que digan o lo que quieran hacer. La resolución de China para proteger su soberanía y sus derechos marítimos en esa región no cambiará”, concluyó.

En este viejo conflicto, Pekín reclama casi todo el mar de China meridional, mientras que Taiwán, Malasia, Vietnam, Filipinas y Brunéi se adjudican áreas específicas que controlan rutas marítimas estratégicas y tienen reservas de petróleo y gas.

Cuentas claras

Trump se cansó de escuchar que la demócrata Hillary Clinton obtuvo más votos que él en las elecciones de noviembre, y ayer ordenó iniciar una investigación para demostrar que hubo fraude electoral. “Voy a pedir una gran investigación sobre el fraude electoral, incluyendo a los registrados para votar en dos estados (a la vez), los votantes ilegales e, incluso, los censados para votar que estaban muertos (y muchos de ellos desde hace tiempo)”, dijo el mandatario en Twitter. “Dependiendo de los resultados, fortaleceremos nuestros procedimientos de votación”, agregó. La hipótesis de Trump todavía no fue respaldada por ninguna prueba y es rechazada incluso en el seno del Partido Republicano. De hecho, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, reiteró el martes que no conoce evidencias que respalden los reclamos del presidente. Luego de las elecciones, funcionarios estatales indicaron que no hallaron pruebas de fraude e insistieron en que no hay historial al respecto en Estados Unidos. Antes de su victoria, Trump ya había denunciado en múltiples ocasiones que las elecciones estaban manipuladas para favorecer a Clinton, mediante el voto masivo de millones de inmigrantes indocumentados, personas fallecidas y otras que ejercían su derecho ciudadano en dos o más estados.