Ayer, ex trabajadores y amigos de El Popular se reunieron en Justicia 1982, donde estaba ubicada la imprenta que usó el diario durante sus primeros años. Fue el primero de los actos de homenaje que se realizarán en el correr de 2017 para celebrar los 60 años de ese comienzo. “Gracias por aguantarnos, vecinos, a las tres de la mañana, con el ruido infernal de la cafetera cuando empezábamos a imprimir”, dijo William Marino, “peón de jefe de venta”, como él mismo se definió, micrófono en mano. Agradeció a todos los presentes, entre los que estaban representantes de la Asociación Civil de Trabajadores del diario El Popular, el senador comunista Marcos Carámbula y el ex dirigente Jorge Mazzarovich. En la puerta de la imprenta colgaban además dos fotos, en recuerdo de los trabajadores Juan Manuel Brieba y Norma Cedrés, víctimas de la dictadura.

Gabriel Mazzarovich, actual director del semanario El Popular, continuador de aquella publicación histórica, dijo sentir “admiración y respeto” por la labor realizada hasta 1973 y destacó que “cada página de El Popular es un pedacito de lucha”. Recordó especialmente a Enrique Rodríguez, cuya presencia en la dirección hizo que El Popular fuera “el primer medio uruguayo y de los primeros latinoamericanos en tener un dirigente de la clase obrera”, y al periodista Niko Schvartz, “un ejemplo que ha llevado los análisis periodísticos a un nuevo nivel en Uruguay”.

El Popular cubrió -y apoyó- la creación de la Convención Nacional de Trabajadores, la lucha de los estudiantes encabezada por la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, las denuncias de los sindicatos, la lucha por la dignidad de los trabajadores rurales, e informó siempre sobre los enfrentamientos políticos de la época. En el ámbito internacional, pasaron por sus páginas la posguerra, la Guerra Fría, la revolución cubana y la guerra del pueblo vietnamita contra la invasión estadounidense.

Recuerdos

“El interior fue un mundo aparte para nosotros, porque no se llegaba. Las máquinas se rompían, se trancaban, y había que llegar a la Onda que salía 3.30, por lo que, si empezábamos a imprimir el diario a las 3.00, casi seguro que El Popular ese día no llegaba a los departamentos ubicados al norte del río Negro”, contó Marino, entre otras anécdotas, a la diaria.

Juan Fernández, encargado de las rotativas, recordó: “Teníamos una lucha continua [con ellas], porque no arrancaban. Imaginate que la que teníamos tenía casi 40 años editando el diario Acción, y nosotros teníamos que usar un palo de escoba para agarrar lo que hoy viene a ser la llave, para que no saltara. También la tinta era un problema, porque el papel checoslovaco era muy malo y se rompía una y otra vez. Fue una época dura pero linda”. Entre sus recuerdos se coló también el de uno de los dos incendios que sufrió la redacción. “Los bomberos tiraron agua en la rotativa, que era de fierro. No sabés lo que nos costó secarla”, agregó.

Wilson de los Santos, uno de los tres encargados del cierre, se dividía la tarea con su hermano Lenin y con Isidoro Uke Epstein, “porque si no, no aguantábamos” contó. Ayer aprovechó para “cobrarle una” a Fernández. “Nosotros nos vivíamos peleando, porque siempre que había una noticia para agregar a último momento, generaba conflictos. Hubo un día que mataron a una persona conocida en Solymar, y le dije a Juan: ‘¿Vamos a hacer un alcance?’, y me respondió que no. Al otro día tuve un juicio político de la redacción porque era la noticia del día y no la habíamos publicado”, recordó.

Tania Fernández, responsable del aparato financiero del diario, entre los 17 años de anécdotas destaca “lo que costaba juntar unos pesos”. “Era un trabajo de todos los días; teníamos que tener actitud. Se le pedía tanto al movimiento sindical como al aporte personal de los obreros, a los profesionales, a los bancarios y a los comerciantes, que tenían gratitud”, contó, y consideró que la revolución cubana les “abrió mucho el espectro”. En particular, recordó una visita a los minifundios de Canelones, un domingo de 1962. “Lenin de los Santos iba a hacer unas entrevistas y me invitó porque pensaba que de repente sacaba unos pesos, y allá arrancamos. Cuando llegué, me encontré con que la gente vivía en taperas, los niños trabajaban, las mujeres de 40 años parecían de 70... Se hizo la entrevista, y a mí me daba vergüenza pedirles plata. Pero ellos estaban tan felices de que un diario viniera a hacerles una nota para mostrar lo que era su vida, que nos dieron lo que tenían: papas, zapallos, boniatos y cebollas. Allá volvimos con Lenin, con la camioneta cargada de vegetales, y los repartimos entre todos los compañeros”. Una anécdota que, para ella, “simboliza el periodismo, las finanzas y lo que era El Popular”.