El primero en tomar la palabra fue el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) de la Universidad de la República, Rodrigo Arim, quien se encargó de hacer una introducción histórica al tema. El economista explicó que la preocupación acerca de si la tecnología desplazará al trabajo humano data, al menos, de varios milenios. “Ya a la salida del imperio romano, Calígula mandó matar a alguien que le vino a presentar una nueva tecnología para transportar columnas hacia los palacios, con el argumento de que iba a destruir el empleo para los romanos”, contó Arim, quien también rememoró un artículo de John Keynes publicado en 1930, en el que manifestaba su preocupación por “qué vamos a hacer el día que no tengamos trabajo”, y recordó que durante la primera revolución industrial los ludistas se dedicaron a la destrucción de máquinas, tomados por el mismo miedo. “El temor a que la tecnología desplace el sustento del ser humano es inherente a la propia historia de la humanidad”, afirmó, y sostuvo que no hay demasiadas discrepancias en torno a que sí se trata de “un soporte para el incremento del bienestar” y, por eso, “antes que nada, estamos ante una buena noticia”.

Entre el conservadurismo y la reacomodación

El presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira, consideró que para enfrentarse a la tecnología el movimiento sindical “tiene que quitar el prejuicio de adelante”. “No vamos a resolver el tema del empleo negando la tecnología: en ese caso nos convertiríamos en unos conservadores insoportables”. Para Pereira, son tres los desafíos que se enfrentan: primero, dejar de lado la idea de que “el trabajador pierde el empleo en un lugar y que tenemos que mantenerlo, porque ahí caemos todos”; segundo, la “readaptación del mundo del trabajo”; y, por último, la organización de los nuevos sectores que integran el movimiento. Teniendo en cuenta la aparición “cada vez más frecuente” de trabajadores que se desempeñan desde sus casas, alertó acerca de que si no se actualiza el debate, “en 20 años la organización no va a ser representativa de los trabajadores uruguayos”. Los cambios, aclaró, deben producirse “en nuestra cabeza y no en nuestros estatutos”.

Para el decano de la FCEA, “no hay evidencia clara” de que el empleo se vaya a terminar, aunque afirmó que “hay muchos puestos de trabajo que están en riesgo”. Según Arim, la literatura económica apunta a la tecnología como “una de las causantes del aumento de la desigualdad”, y hay “evidencia marcada” en los últimos 20 años de un fenómeno que se denomina “polarización del empleo”. “El empleo total sigue creciendo, cambia la composición, pero hay conjuntos de trabajos que están en riesgo”, dijo. Explicó que las tecnologías de la información y la comunicación “socavan las bases que sustentan los puestos de trabajo que tienen como componente central tareas rutinarias”, incluso aunque estas sean complejas, “como operar o llevar la contabilidad”.

Desafíos políticos

Gabriel Oddone, socio de CPA-Ferrere, dijo que hay dos características de la economía digital que desafían a los economistas: los menores costos transaccionales y la menor asimetría de información. “Hay un proceso creciente de atomización de la oferta y la demanda. Unidades productivas cada vez más pequeñas y descentralizadas están en condiciones de conectarse con otras de igual naturaleza”, afirmó, al tiempo que consideró que esto constituye “el fenómeno de la economía colaborativa”.

Oddone señaló que hay “urgencia” en tratar este tema, porque “tenemos severos problemas de rentabilidad en la industria”, tanto en Uruguay como en el resto del mundo, debido a los “altos” costos operativos y a la “intensa” regulación. Según dijo, las claves de las políticas públicas deberán atender tres temas: la flexibilización de las políticas tributarias para gravar, fiscalizar y regular los nuevos fenómenos, como Uber -“simplemente la punta del iceberg”-; la robotización de la economía y, en particular, “considerar la introducción de impuestos sobre la actividad de los robots para balancear el proceso de sustitución”; y las nuevas formas de trabajo, que desafían los regímenes previsionales de seguridad social. “Es posible que muchos trabajadores no coticen durante toda su vida laboral, o pueden tener entradas y salidas del sistema. En mi opinión, en Uruguay nos debemos una discusión, porque seguir teniendo un sistema fragmentado en el que tenemos cajas para colectivos de personas, como la Caja Bancaria y la Caja Militar, subsidiadas, es un problema enorme, porque supone que Rentas Generales financie jubilaciones que no son iguales al promedio”, afirmó.

También el presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Fernando Brum, consideró que esta nueva oleada de tecnología genera “enormes tensiones”. En este sentido, sostuvo que no se puede regular partiendo de que hay que equiparar las nuevas actividades a las anteriores. “Las casillas son hijas de la tecnología vieja, y si la seguimos, estamos metiendo círculos adentro de cuadrados”, afirmó.

Según el decano de la FCEA, hay “dos dimensiones” para abordar el cambio disruptivo: por un lado, facilitar el proceso de adaptación de los trabajadores; por otro, adaptar las estrategias educativas. “Las políticas públicas deben proteger al trabajador y no al puesto de trabajo”, sostuvo, al considerar que esto último sería “un derroche de recursos” y significaría “atrasar un proceso de ajuste que es irreversible”. Por el contrario, a lo que debería apostarse es “a la reconfiguración y a la reinserción”. Por otro lado, consideró que “es imposible prever cuáles son los puestos de trabajo que van a prevalecer en 20 o 30 años” y, por lo tanto, “definir hoy qué tipo de capacitación debemos darle a un estudiante de 15 años para desempeñarse” en el ámbito laboral, porque “la promoción extremadamente vocacional genera una lógica de embudo”. “Lo que hay que construir son capacidades críticas que permitan adaptarse a un mundo cambiante”, agregó.

También Pereira consideró que hay que discutir la educación que necesitamos. “No es la discusión [la asignación] del 6% [del Producto Interno Bruto para la educación], sino cuál es la educación que necesitamos los trabajadores. Hoy no basta con recibirse de bachiller”, afirmó. No debatir cuál es la educación integral es “perderse una discusión de profundidad”, agregó. Para el sindicalista, es “muy probable” que los adultos tengan que aprender habilidades que los niños ya tienen, en la medida en que nacen con ellas, y en este sentido consideró que el movimiento obrero “no puede perderse en cómo se reparte el trabajo”.

“Debemos aceptar que los cambios tecnológicos son algo positivo para el sistema, son una realidad, y tenemos que actuar como sindicato en este sentido”, procurando, mediante la negociación colectiva, que “no se precarice el empleo”, afirmó el secretario del Consejo del Sector Financiero Privado de AEBU, José Iglesias. “Necesitamos negociar en estos procesos de innovación de tecnologías que se dan y que pueden afectar a nuestros trabajos”, culminó.