La tabla de posiciones del Apertura, la que cuenta lo sumado sin detenerse en lo que se puede llegar a sumar, sigue mostrando a Cerro por encima del resto. La ventaja sólo admite doble lectura con respecto a Nacional, que al deber dos partidos es líder potencial. No ocurre lo mismo en relación con los otros 14 equipos, a los que los de la Villa superan concreta y potencialmente, deban o no deban partidos. No es poco cuando ya casi se jugó la mitad del torneo, siete fechas en las que los albicelestes salvaron un invicto asociado a dos empates y cinco victorias. El triunfo más reciente fue el del sábado: un inapelable 2-0 sobre Boston River en el Tróccoli.

La receta quedó clara hace rato. Saltan a la vista la paciencia para tocar y la obligación de aportar movilidad para encontrar el mejor espacio y trabajar hasta que salga el gol. Es el libreto del director técnico colombiano Diego Alonso Barragán, que mientras sigue los partidos desde la tribuna se mueve casi tanto como esos volantes y medias puntas en los que deposita buena parte de la responsabilidad creativa. Jorge Japo Rodríguez y José Luis Tancredi son vitales para plasmar esa idea tan extraña para el fútbol local, en el que históricamente se apostó poco a la tenencia del balón. Maureen Franco tiene talento de sobra para armar, pero acompaña desde la posición de delantero de área, lo que lo hace ser más receptor que emisor. Facundo Peraza completa el cuadrado ofensivo y, pese a su calidad para definir, asume el rol de media punta por la derecha, llegando desde atrás.

Boston River, un equipo de intenciones parecidas, tuvo problemas a espaldas de Federico Pintos, su volante central. Cerro fue sacándole punta al lápiz hasta encontrar a Franco, que pese a tener una de las mejores zurdas del torneo anotó de derecha a los 24 minutos, cuando los albicelestes ya habían anunciado. Claro que a veces se regalaban y permitían peligrosas corridas rojiverdes, como una que terminó con pase de Pablo Cepellini para Bruno Foliados, que esquivó al arquero Jonathan Irrazábal pero finalmente perdió ante él tras quedar algo sesgado. El golero de Cerro fue importante, poco exigido pero atento. Eso que ocurrió cuando el ingresado Agustín Nadruz le pateó al promediar el segundo tiempo. A esa altura Foliados ya se había soltado como delantero, para intentar que los rojiverdes pesaran algo más que con la inicial dupla a cargo de Maximiliano Pérez y Facundo Rodríguez.

Cerro se defendería jugando, manejándole la pelota a un rival en desventaja. Daría el golpe de knock out gracias a una herramienta también repetida: el aprovechamiento de las jugadas de pelota quieta ofensiva, gracias a la capacidad cabeceadora de sus zagueros centrales. Rodrigo Canosa ganó por arriba y su compadre Ángelo Pizzorno controló con maestría y definió mejor, como ante Unión Española en la Copa Libertadores. Fue el 2-0 para un Cerro que confirmó su condición de líder que se ve y se deja ver: tan visible como digno de ser visto.