Los superhéroes de historietas latinoamericanas han sido, por lo general, versiones locales y siempre urbanas de los estadounidenses. Aunque vistieran otro tipo de ropa y hablaran de modo distinto, personajes como la peruana Súper Chola y el Capitán Chile no fueron más que ideas repetidas y, como mucho, graciosas (incluso en el caso del argentino Caballero Rojo, inspirado en un luchador del show de catch Titanes en el ring). La novela gráfica Ich, del guionista Luciano Saracino y el dibujante Ariel Olivetti, ambos argentinos, logra ser original, sin proponérselo explícitamente.

La historia se ambienta en Perú en tiempos de la conquista. El gobernador español ve cómo sus hombres son diezmados por animales enormes y feroces, algunos de los cuales no existen allí, y otros fantásticos. Ya en la tercera página se nos muestra que esas bestias son en realidad Ich, un indígena que se vale de una serie de máscaras para transfigurarse y azotar a los conquistadores. Para combatir a la amenaza desconocida, es enviado desde España un inquisidor llamado Sebastián de Loup.

La carrera de Saracino se había desarrollado sobre todo en la literatura infantil, género en el que es especialista y con el que fue reeditado fuera de Argentina, pero también ha escrito historietas y guiones para televisión -entre ellos, uno sobre el historietista HG Oesterheld- y cine. Le gustan los géneros y eso se nota en Ich, ya que la trama está construida como una cruza de thriller y narración fantástica, pero esquivando cualquier estereotipo. El inquisidor De Loup, por ejemplo, es un torturador con el berretín de la poesía y está convencido de que podría ser un gran poeta si quisiera.

No es la primera vez que el guionista se mete con la mitología indígena latinoamericana; hay un antecedente en el cómic Ometepé, dibujado por su amigo Javier de Isusi, con historias cortas que recreaban fábulas y leyendas de la isla nicaragüense que lleva ese nombre. La diferencia con el enfoque de Ich se debe a que el estilo pictórico de Olivetti es ideal para la acción física -ya que pone mucho énfasis en el impacto visual y realza los volúmenes en su forma de representar la anatomía y de colorear-, y por eso hay más acción, movimiento y sangre. El dibujante trabaja para editoriales de superhéroes en Estados Unidos, donde su obra se cotiza muy bien, y se adecua a los criterios de esa industria, que suele valorar ante todo la dinámica y la narración visual, con la premisa de que el recorrido de la vista no debe suspenderse salvo que el lector lo busque. Olivetti tiene la virtud de combinar esa fluidez narrativa con imágenes elaboradas, y en este caso todo eso se combina a su vez con un guion que incluye, sin cambiar el ritmo, escenas de diálogo puro y páginas en las que usa solamente texto narrativo. La solemnidad que por momentos tienen esos textos se ve complementada por el dramatismo o la seriedad de los dibujos.

El único problema que tiene el libro pasa por una resolución muy rápida de la historia, que puede decepcionar al lector. Después de haber construido la trama paso a paso pero sin demasiadas insinuaciones, entre enfrentamientos con mucha sangre, Saracino plantea una elipsis final inesperada y un pequeño epílogo que deja las puertas abiertas para una secuela.

Otro punto en común entre Ich y Ometepé habla sobre la personalidad de Saracino: ambas creaciones fueron impulsadas sobre todo por su amistad con los dibujantes, y de alguna manera concebidas en equipo. Olivetti es un dibujante muy ocupado por su mencionado trabajo para editoriales estadounidenses, y, como otros artistas argentinos, tenía la deuda pendiente de volver a hacer una obra completa en su país. Después de varios años de gestación, el proyecto se convirtió en esta novela gráfica, que ya ha sido reeditada en España y Estados Unidos. Debido a su éxito en Argentina, la editorial Utopía lanzó un libro complementario con apuntes sobre la gestación de Ich, y ya anunció que se prepara una segunda parte.

Ich

De Luciano Saracino y Ariel Olivetti. Utopía Editorial, Argentina, 2015. 96 páginas.